Qué es, al fin y al cabo, la vida misma, eso, lo del titular, sonidos blancos y negros, actores que sufren y ríen, noticias buenas y malas, héroes y traidores, palabras y silencios, la vida, la vida, la vida... Por tres veces la vida y permítanme estas licencias en el Domingo de Resurrección de este año, con tanto quinario dentro. Aún el olor de las torrijas, los paraguas, de cuando llora el cielo, que tal vez llora demasiado, en la Semana Santa. Los días que tanto se sienten en nuestra Córdoba y sus pueblos.

Todos los días nacemos, morimos, nos resucitamos. El calvario diario del ser humano. Por eso quiero recordar primero a Juanín, que se nos fue. Me lo presentaron un día en Córdoba. Sentí que le daba la mano a una leyenda. A veces nos vamos quedando más solos. Se nos apagan los mitos. Adiós, Juanín, del Córdoba siempre, el Gran Capitán del Córdoba, como se ha dicho estos días de los retratos inolvidables, tan grande en la calle como en el césped- Un ejemplo.

Y ahí tienen, buena noticia para los mayores, a esa Carolina de Mónaco, la abuela más bella de que se tiene noticia. Está mejor que nunca. Y lo digo, lo escribo también, allí donde las mujeres, con los años, se hacen cada vez más hermosas, cuando la guapeza se bonitea ...

Y aprovecho para comunicar a mis cuatro o cinco leales que estoy a la espera de que el director de la Real Academia, Joaquín Criado, me comunique cuándo debo estar ahí de tiros largos para leer mi discurso, o lo que sea, de ingreso, que ya estoy deseando- Siquiera para agradecer la hermosa distinción, inolvidable.

Por cierto, y bien que lo lamento, por si alguien tenía aún la esperanza de ver torear en Córdoba, que sé que le gusta mucho hacerlo, o cerca, a José Tomás, que sepa que no puede ser por ahora, por la fractura del pie que sufre, aunque ¡quién sabe si no se produce el milagro de que esté bien para agosto, esa tarde de Linares!

Sé que es tiempo de caracoles. ¡Le gustaban tanto, los de Córdoba especialmente, a Rocío Jurado! A veces la pongo en mi ordenador. Pero cierro los ojos, no me gusta verla, sentirla sí, que es una forma de saberla todavía viva... Polen de coplas. Que no nos falten, nunca.

Anoto en el dorso de mi mano izquierda: "La literatura es una buena medicina contra el dolor". Es la palabra de Rosa Montero, la buena periodista, novelista, hija de aquel Juan Montero, torero manchego y bueno, del tiempo de los valientes, que tanto gustaba de torear en Córdoba.

Es como lo que he apuntado viendo la tele. Reyes Monforte, viuda de Pepe Sancho, también ahora en la novela. Escuchaba antes su voz en la noche de la radio, ahora escribe, y muy bien, novela frente al Mediterráneo. No me atrevo a decir lo que ahora escribo: la estoy viendo más guapa que nunca. Mi madre me decía: "Hijo, el dolor hermosea". Y lo digo en Domingo de Resurrección, cuando el hombre también, de una u otra forma, resucita.