Su currículo no aburre: director de cine, poeta, narrador, profesor en Oxford y autor dramático. Ahora recoge su poesía completa en el volumen 'La musa furtiva'

-- La musa furtiva es una suerte de "biografía literaria". ¿Podemos deducir de aquí su otro perfil: el humano?

--Sí, porque en la poesía es muy difícil enmascararse.

--Nunca dejó de escribir poesía, pero ha sido "cauto y veleidoso" en sus apariciones. ¿Demasiado respeto por el verso o andaba metido en otros quehaceres inconfesables?

--Yo creo que era una mezcla de modestia y soberbia.

--Dígame qué falta para completar su currículo.

--Huy, yo me veo muy incompleto. Por ejemplo, no pinto. Hay escritores que pintan y cineastas que pintan. Yo solo escribo y he hecho dos películas.

--Nunca se acuesta sin haber leído un poema, porque la poesía es un "vicio consustancial al alma". ¿Todos sus vicios son espirituales o los tiene también espirituosos?

--Tengo también espirituosos, porque tengo que añadir: nunca me acuesto sin leer un poema y sin tomarme una copa de grapa.

--Su libro recoge también 20 años de silencio. ¿A qué dedicaba el tiempo en esos momentos de poeta furtivo?

--No lo he desaprovechado del todo, porque he escrito varias novelas, he hecho cosas de teatro aparte del periodismo e incluso me dio tiempo a hacer películas. O sea, lo que pasa es que nunca, ni siquiera cuando estaba rodando, dejaba de pensar y de escribir poesía.

--Ser poeta en España en tiempos de crisis, ¿ayuda a no extraviarse en uno mismo?

--La poesía tiene algo muy esencial. Entonces, es muy importante, en momentos en los que todo parece accidental, tener una esencia que te liga a algo como la poesía, que es lo más auténtico que sale de uno.

--Nunca abandona el teatro. De hecho, hay un proyecto sobre una obra suya que lleva la directora María Ruiz. Cuénteme.

--Ah, lo sabes. Es un secreto. Dos proyectos. Te lo digo en telegrama. Ese, que es una nueva obra mía que se llama No pienso en otra cosa . Esperemos que este año se estrene. Luego a más largo plazo, pero muy especial para mí, que es la ópera de El abrecartas , mi novela Premio Nacional de Literatura, con música de Luis de Pablo.

--"Creo en el aplauso, pero también reivindico el derecho al pateo". ¿Lo dice por cómo está el patio de butacas de la política?

--Yo lo decía aplicado al teatro, pero ¿no es lo político un teatro?

--Después de rodar Sagitario o El dios de madera , ¿no siente nostalgia del cine?

--Sí, pero el cine cansa y hay que tomar reposo. Lo que pasa es que a veces el cine impone a los directores el reposo que algunos no quieren.

--Escribe: "Quise y pude/ quererte./ Pero pasó el tiempo,/ y con él mi deseo./ Que te quiera/ tu madre". ¿Le llamó la madre?

--(Ríe). No. No me llamó la madre. La madre no me leyó.

--Va a ser verdad, como escribe Candelas Gala en el prólogo, y usted mismo confiesa, que es un poco "gore" e "hiriente", y que le gusta "hacer sangre", aunque de forma contenida. ¿Algo que confesar?

--A las figuras de los amantes en el libro puedo ser un poco gore, pero he de decir que nunca he llegado a las manos en el amor.