Conviene meditar sobre las elecciones andaluzas antes del día de reflexión, que no es otra cosa que un tiempo muerto para evitar que una calumnia de última hora no tenga tiempo para la réplica.

Nuestra humilde reflexión depara estos resultados:

1º--No vemos a nadie ilusionado y advertimos a muy pocos convencidos. Los de fe carboneros o con interés superlativo.

2º--Tendría que ser radicalmente tonto quien hoy creyera en las promesas electorales, cuando recientemente se ha comprobado que basta con un par de días para incumplir lo prometido.

3º--Es una exclamación muy clásica: ¡Cuando largo me lo fiáis! Si una voz electoral predica que se creará empleo a partir de 2013, traduzco: ya veremos si en 2014, porque en 2012 y en 2013 os vais a enterar.

3º--Repugna la constante apelación a la corrupción tanto más que su propia existencia. En tiempos pasados era peor: la había en grado sumo, pero silenciada cuando no amparada por el poder, sin el riesgo de la denuncia y la persecución que hoy alcanza hasta al yerno del Rey. Asombra que unos estén erre que erre con la corrupción de los otros --desde luego lamentable--- y olviden que en su propio bando están implicados nada menos que un presidente de diputación, un presidente de comunidad, un exministro y un tesorero del partido. Para éstos si vale la protección de la presunción de inocencia.

4º--Cada vez que se anuncian unas elecciones en Andalucía siento un dolor profundo. Si tuviésemos un partido andalucista fuerte, nuestra región, de tanta riqueza natural y humana, no sería el culo de España, con permiso de Extremadura.

Pero muerto José Aumente, con una cabeza pensante que no cabía en Córdoba, satisfecho con un plato de lentejas Rojas--Marcos, echado al barro de la vulgaridad menos andaluza posible el Pacheco del cachondeo, y emergente la conformidad sureña, que es la cara pobre de la tolerancia y la filosofía, poco pueden hacer los minoritarios de hoy, como poco pudieron hacer Clavero, Pimentel y otros que lo intentaron sin el calor de la grada.