Iremos a votar el domingo día 20, conociendo tristemente que nuestra travesía democrática, tan joven al fin y al cabo, se encamina a ser una democracia formal que se adorna con el rito de las elecciones periódicas, precedidas de debates ficticios cargados de parafernalia mediática. Debates en los que solo caben dos. Dos partidos instalados en la alternancia en el poder. Desde ese poder, no están dispuestos a dejar que otros tomen parte, tomen voz, participen. Ley electoral a perpetuidad, para los dos peces grandes.

Dictan a dúo aquello que los mantiene en el poder. Tratan de crisparnos con la puesta en escena de discrepancias cargadas de ruidos pero con pocas nueces. A través del mal ejemplo, por aburrimiento, indignación, indiferencia... conducen al demos al rechazo y/o ignorancia de lo político, para imposibilitar la cracia .

Si tenemos que asumir como demócratas la responsabilidad de tomar parte en nuestra propia gobernanza, huiremos de concentrar el poder, con nuestro voto, en una línea de pensamiento político --una ideología-- que aspire a la posesión total de las verdades, con el ánimo de salvarnos, sin necesidad de contar con nosotros. Para este tipo de salvamentos ya están las religiones que tienen a sus papas y popes. Iremos a votar después de haber hecho lo posible, por participar activamente en la construcción de la sociedad. Iremos a votar desde el conocimiento de la realidad y la reflexión política personal, del que se siente comprometido, antes y después de las elecciones, en la construcción de la democracia, más allá de contemplarla, comentarla y someterla a espectáculos mediáticos de buenos-malos, guapos-feos, radicales-moderados; todos ellos travestidos en lo antagónico, según convenga a las circunstancias para la toma de poder. Votaremos contra el viento que viene arrasando, y la marea del descreimiento que nos viene arrastrando, porque hay motivos para hacerlo: es mucha la ciudadanía organizada dentro y fuera de las pequeñas formaciones políticas que quiere tomar parte, que tiene mucho que aportar y compartir en el gobierno de los pueblos.