-- ¿Es verdad que el traje para el estreno se lo compró en Córdoba?

-- Sí. Cuando acabé el ensayo en el Gran Teatro, en una tienda de trajes de novios. Luego me fui a escuchar el reloj de las Tendillas, comí y me volví a ensayar.

-- ¿Qué sintió con la Orquesta de Córdoba?

-- La primera vez, mucho respeto y responsabilidad porque no es lo que suelo hacer normalmente. Quiero darles las gracias por hacer música juntos.

-- ¿Se ha entendido bien con su director, Max Bragado?

-- Yo soy un flamenco que está haciendo música clásica y él es un clásico que está haciendo flamenco. Hemos intentado aportar cada uno lo que sabemos.

-- Su primer contrato importante fue aquí.

-- Como profesional y con un repertorio de envergadura, sí. Me llamó Rafael Salinas y fue en el Círculo de la Amistad.

-- Además usted tiene una soleá al Cristo de los Faroles.

-- Eso fue en un momento de inspiración de las muchas veces que paseo por Córdoba, en esa plaza de Capuchinos y lo que me transmitió.

-- Arturo Pavón, su mujer Luisa Ortega, su padre Manolo Caracol- esos gigantes, ¿están volviendo?

-- Ellos siempre están ahí. Es uno el que debe volver. Yo no pude vivir esa etapa grandiosa. Luisa trajo al concierto ese sentimiento de entonces, aquellas vivencias.

-- Y con Paco Cepero saltó la chispa del arte para incendiar el teatro.

-- Grabó la suite con Arturo Pavón en el 69, muy joven. Confiaron en él. Hoy han vuelto a confiar en otro joven, que soy yo. Tuvimos un diálogo con los ojos y el corazón, como se hace en el flamenco.

-- Su casa es un santuario musical, pianos, guitarras. ¿Cómo toma distancia?

-- Aunque quisiera, no puedo desconectar ni durmiendo porque me gusta y lo siento.

-- ¿Hace caso a los consejos de sus padres?

-- Siempre. Ellos han vivido más, pero yo tomo mis propias decisiones analizando siempre lo que me dicen.

-- ¿Se imaginaba otro camino que no fuera el flamenco?

-- No. Lo tenía clarísimo. Empecé jugando con el piano y cuando me di cuenta ya estaba en el conservatorio y en el estudio.

-- ¿Y qué le decía el piano que no le dijera la guitarra?

-- Es que yo nunca conocí la técnica de la guitarra. Pero el flamenco es la persona, no el instrumento. El instrumento es el medio.

-- ¿Es usted un inconformista de los que se obsesionan?

-- Muchísimo. A veces eso es malo. Te vuelves loco porque nunca te gusta del todo. Pienso que en ese momento lo hice así y ya está. Hay que buscar, estar vivo, no quedarse estancado.

-- ¿A dónde quiere llegar?

-- A que me escuche todo el mundo y poder seguir tocando.

-- ¿Qué música lleva en el coche?

-- Tengo un disco de un pianista de Córdoba, Angel Andrés Muñoz; dos de Camarón; el último de Ketama y de Bosé y de Ravi Shankar.

-- ¿Otro Ricardito en sus planes?

-- No me ha llegado el momento. Si llegara me encantaría que estudiara, pero le daría a conocer la música. Si hubiera más música habría menos guerras.