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Magno Vía Crucis

La magnitud de la imaginería cordobesa de la Pasión

Las imágenes que conforman este Magno Vía Crucis son un resumen de la iconografía católica y del arte de la Diócesis, desde el final de la época medieval hasta las nuevas muestras del arte de la imaginería actual, con nuevas tendencias y motivos en la iconografía pasionista

Imagen de la Virgen de las Angustias de Córdoba.

Imagen de la Virgen de las Angustias de Córdoba. / CÓRDOBA

Juan Dobado

Córdoba

Con este apelativo de «Magno» podemos denominar con justicia la grandiosidad del legado de la imaginería de la Semana Santa de la Diócesis de Córdoba. Una Iglesia que ha sabido conservar con esmero sus tradiciones de la Semana Santa hasta nuestros días, siendo consciente del gran tesoro de fe, arte y devoción que ha heredado y que ahora transmite a las nuevas generaciones. Que el origen del piadoso ejercicio del vía crucis tenga lugar en Córdoba gracias al Beato Álvaro ha hecho posible el arraigo tan profundo de la pasión, muerte y resurrección en las tradiciones religiosas cordobesas. Seis siglos de devoción al ejercicio de los pasos de la Pasión de Cristo que en este magno acontecimiento vamos a ir viendo a través de las diferentes formas de entender y clasificar el vía crucis a lo largo de la historia y, para ello, de la mano de las imágenes, el mejor testimonio y el más elocuente de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Las imágenes que conforman este Magno Vía Crucis son un resumen de la iconografía católica y del arte de la diócesis, desde el final de la época medieval hasta las nuevas muestras del arte de la imaginería actual, con nuevas tendencias y nuevos motivos en la iconografía pasionista.

El ambiente religioso de Trento

Se experimenta la necesidad de las imágenes por el pueblo sencillo cristiano. La experiencia de los místicos va unida a la vivencia devocional de las imágenes que contemplaban en sus sencillos conventos. Los temas de la Pasión de Cristo y la compañía de la Madre Dolorosa adquieren un desarrollo singular en el seno de la espiritualidad cristiana de la mano de la mística de Santa Teresa o San Juan de la Cruz y de otros grandes santos de la Iglesia de ese momento. No es algo exclusivo de esta orden contemplativa, sino que responde al impulso que los temas de la Redención de Jesucristo adquieren desde el Concilio de Trento y que serán el eje central junto con la eucaristía y las mediaciones, como los santos y los ángeles. Nos vamos a centrar principalmente en la plástica escultórica y su relación con los místicos españoles.

La presencia de la Pasión en una serie de temas principales se debe a la propia experiencia de los santos carmelitas. En sus obras queda patente la presencia de la Humanidad de Cristo, dice santa Teresa: «Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos».

Ante una imagen del Ecce Homo tiene lugar su conversión definitiva: «Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe el con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle».

Los temas de la Pasión de Cristo y la compañía de la Madre Dolorosa adquieren un desarrollo singular en la espiritualidad cristiana de la mano de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

No olvidará la santa carmelita los pasos de la Pasión, entre ellos el del Nazareno cargado con la cruz, según ella misma expresa: «No os pido más de que le miréis […] Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del Huerto; ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma!; pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queja de ella. O miradle atado a la Columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama: tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por Él, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vais vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle» .

Además de las referencias de santa Teresa y del ambiente general de devoción al Nazareno en el sur de España, por ejemplo, en Córdoba merced al Padre Cristóbal, uno de los hechos fundamentales que acrecientan esta devoción en el seno del Carmelo es una experiencia de san Juan de la Cruz que tiene lugar en el convento de Segovia en los últimos años de su vida. Tras arreglar un pequeño cuadro del Nazareno y colocarlo en la iglesia, él mismo cuenta el suceso: «Después de tenerle en la iglesia puesto lo más decentemente que yo pude, estando un día en oración delante de él, me dijo: Fray Juan pídeme lo que quisieres, que yo te lo concederé por este servicio que me has hecho. Yo le dije: Señor, lo que quiero que me deis es trabajos que padecer por vos y que sea yo menospreciado y tenido en poco. Esto pedí a Nuestro Señor, y su Majestad lo ha trocado, de suerte que antes tengo pena de la mucha honra que me hacen tan sin merecerla».

Imagen de la Oración al Huerto de Cabra, talla de Juan Manuel Miñarro.

Imagen de la Oración al Huerto de Cabra, talla de Juan Manuel Miñarro. / CÓRDOBA

Otra figura imprescindible en la expansión de la devoción al Nazareno será el Padre Cristóbal de Santa Catalina, causante de la fundación de la primera cofradía de Jesús Nazareno en la Diócesis de Córdoba. Fue fundada el 21 de marzo de 1579, hunde sus raíces en las centurias bajomedievales, sosteniendo un hospital en el barrio de San Lorenzo. Inicialmente bajo la advocación de San Bartolomé, incorporó a Jesús Nazareno en 1579, llegando hasta el día de hoy como cofradía penitencial y asistencial, con el antiguo hospital convertido hoy en residencia de ancianos. Venera la imagen Jesús Nazareno desde su fundación en 1579, con su magnífico ajuar de plata en cruz y peana, y es otra de las tallas que conservan la belleza original en su antigüedad. Se recoge en el inventario de la hermandad de 1728 que anteriormente era una imagen de Cristo atado a la columna. Aunque se vinculó a Andrés de Ocampo, actualmente se relaciona con los trabajos de Vázquez el Viejo y su oficial Gaspar Núñez Delgado, con quien más se vincula por los estudiosos. Obras del seiscientos se consideran los titulares de Pasión y del Buen Suceso o el de Pozoblanco. El abad de San Basilio fray Juan de Alvear encargó esta talla, de mirada dulce y serena, que bendecía las huertas del vecino Alcázar Viejo, por lo que se le denominaba como el Señor de los Hortelanos.

Dos de los atractivos del Magno Vía Crucis de Córdoba es contemplar la obra de Alonso de Mena, junto a la Pedro Roldán, dos titanes del arte.

En el siglo XVIII, en 1724, se talla por Fray Juan de la Concepción el de San Lorenzo, de delicadeza exquisita. La talla denota la influencia granadina que el escultor religioso recibió durante su estancia gran parte de su carrera en la ciudad de la Alhambra. Blas Molner es el autor del Caído de Aguilar, a finales del siglo XVIII, en su convento de carmelitas descalzos, una escultura valiente, de gran expresividad en el rostro, donde con una rodilla en pie ya parece levantarse.

Alonso de Mena y Pedro Roldán

Será uno de los mayores atractivos de este magno evento contemplar estas dos imágenes señeras con su característico modo de procesionar. El primer tema pasionista más desarrollado en los ciclos de la Pasión de Córdoba es la flagelación de Cristo atado a la columna, que ocupa un lugar muy importante en la iconografía cristiana. En la provincia descuellan algunas de las mejores del barroco andaluz, como el atado a la columna de Priego, atribuido a las gubias de Alonso de Mena hacia 1640, obra de gran impacto devocional que logra cautivar la mirada de quien contempla su rostro elevado al Padre. Otra de las obras maestras indiscutibles se halla en Lucena, cuyo Cristo a la columna, obra documentada de Pedro Roldán de 1675, es una de las obras más importantes de Roldán, de gran empaque y monumentalidad. Se trata, sin duda alguna, de la mejor escultura del barroco sevillano sobre este tema de la Pasión.

La imagen central: El Crucificado

Es la imagen central de la fe cristiana. Muchas de ellas nacieron en torno a las hermandades de la Vera Cruz. Una de las imágenes más antiguas que procesionan en la Semana Santa de toda la provincia es la del Santísimo Cristo de las Penas, que recibe culto en la parroquia de Santiago, especialmente gracias a la hermandad que lo venera como titular desde 1955.

Las primeras imágenes cordobesas en los albores del siglo XVI se muestran deudoras de la plástica medieval de la centuria anterior, siendo un ejemplo sobresaliente el famoso Cristo de San Álvaro del convento de Scala Coeli. Recibe culto por una hermandad fundada en 1592, pero es la devoción del Beato Álvaro a los misterios de la Pasión de Jesucristo el verdadero origen de esta hermosa talla. Imagen imprescindible en la celebración pasionista de nuestra Semana Santa, es el protagonista del primer vía crucis que se celebra en Occidente.

Perteneciente a la escuela sevillana, se trata de una obra emblemática en este Magno Vía Crucis, el Santísimo Cristo de la Expiración, venerado en una capilla del antiguo templo de los trinitarios de La Rambla. Cuenta con una hermandad erigida en 1719 y que lo procesiona el Viernes Santo por las calles de la localidad cordobesa. Es una de las imágenes del Crucificado que más interés ha despertado en los historiadores del arte.

La imagen de Jesús Rescatado, icono devocional en Córdoba.

La imagen de Jesús Rescatado, icono devocional en Córdoba. / CÓRDOBA

Un caso singular encontramos en la impresionante imagen del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, de la parroquia de San Lorenzo de la capital cordobesa. Se trata de una hermosa talla de Cristo crucificado realizada en el siglo XVII, pero inspirándose posiblemente en modelos anteriores, como si se le dotara de un aspecto más antiguo o arcaico que recordase los modelos medievales. Sin embargo, el tratamiento de la anatomía revela una mano perteneciente a la escuela barroca andaluza.

El Santo Cristo de Zacatecas es uno de los mejores exponentes del Barroco colonial que llevaron los españoles a las Indias y desde allí regresó a nuestra tierra con sello propio. De tamaño superior al académico y con una altura de 210 centímetros, la imagen está construida con una mezcla de fibras vegetales de caña de maíz y encolados. La imagen fue donada a la Cofradía de la Santa Vera Cruz por el montillano Andrés de Mesa en 1576.

Tras los sucesos de la Guerra Civil se encargan nuevas obras, como el Cristo de la Caridad de Pozoblanco, obra de Carlos Bravo Nogales, y posterior es la imagen del Cristo de Las Aguas de Palma del Río, obra tallada por José Izquierdo y bendecida en 1961.

La joya del Santo Sepulcro de El Carpio

La urna de madera tallada y dorada que alberga al Cristo Yacente de El Carpio es una obra maestra del arte funerario del barroco español. Se trata de la urna que sirvió para trasladar los restos del señor de la villa, don Luis Álvarez de Sotomayor, marqués de El Carpio en 1661. Su estilo encaja con los modelos de la escuela castellana de Gregorio Fernández, donde la nobiliaria familia pudo haber encargado esta magnífica obra. Alberga cada Semana Santa la imagen extraordinaria que tallara Castillo Lastrucci en 1952.

Los grandes misterios

Algunas imágenes procesionaban aisladas, tratándose de misterios que podrían integrar otras tallas secundarias, como sucedía en Córdoba con el Huerto y el Prendimiento, con sus señeras imágenes del convento de San Francisco y el Rescatado de los Trinitarios. La primera, una joya atribuida al taller o estilo de Pedro de Mena en los años centrales del siglo XVII, parece que pudo contar con algunas imágenes secundarias que no se conservaron. Cuando parecían que los pasos clásicos de la capital cordobesa estaban concluidos, en el año 2018 se bendijeron los nuevos apóstoles dormidos del pontanés Jesús Gálvez Palos, completándose de este modo la bella imagen del Señor y el ángel que tallara Navarro Arteaga en 2004. La imagen del Rescatado es uno de los iconos devocionales de Córdoba que tallara Fernando Díaz de Pacheco en 1713, siendo la más hermosa imagen fidedigna del Medinaceli madrileño, con personalidad propia e imán devocional de la ciudad.

La nueva escuela de imaginería cordobesa, con Bernal y Miguel Ángel González, aportaron una nueva estética con personalidad. Bernal realizó varios misterios, el primero sería el de la hermandad del Prendimiento. Esta hermandad salió por primera vez con un misterio de Antonio Castillo Ariza en 1954, algunas de las cuales se fueron, incluso, cambiando en décadas posteriores.

La nueva escuela de imaginería cordobesa con Bernal y Miguel Ángel González aportaron una nueva estética con personalidad.

Definitivamente, la hermandad buscaba una renovación. Novedad que comenzó con el cambio del titular, obra de Dubé de Luque en 1990. De nuevo, el genio de Bernal se hizo cargo del proyecto. Precisamente, en 1998 comienza las figuras de los tres apóstoles, Pedro Santiago y Juan, siguiendo en los años sucesivos las figuras de tribuno romano Tiberio en 2000.

En los años siguientes, en 2001 la figura de Malco, entre 2004 y 2005 las figuras de Quinio portando la lanza y la abrumada imagen de Judas Iscariote arrepentido de su traición.

La última figura será el sayón judío David en 2008, concluyendo Bernal otro de sus conjuntos más espectaculares de la Semana Santa. Por último, completaría el del Resucitado de Miñarro entre los años 2001 y 2004. Se trata de una de las aportaciones más singulares en la Semana Santa andaluza, por la escasez de grandes misterios alusivos a la resurrección de Cristo.

Bernal talla primero el ángel anunciador, concluyendo después, a la par que se concluía la talla de la canastilla, los dos soldados en la parte posterior del conjunto, dejando el Resucitado en su imponente figura en la parte central.

Miguel Ángel González Jurado fue verdaderamente copartícipe junto a Bernal en este momento de gran creatividad de la imaginería cordobesa en sus misterios procesionales, contando con cuatro misterios.

El primero es el de la Sentencia, a partir de 1993, de estudiada composición que acompañan al bello Cristo juvenil de Cerrillo. El imaginero crea unas imágenes de perfecto tratamiento anatómico, bien modeladas y con una policromía exquisita. Bernal coloca al Señor delante, situando a su derecha a Barrábas, ambos sujetados por soldados romanos. Detrás, la segunda parte de la escena, Pilato con su esposa Claudia Prócula y un miembro del Sanedrín. La visión desde cualquier ángulo aporta una perspectiva diferente que permite esperar el misterio y recrearse en distintos lugares, acentuando la intensidad del momento.

Tal como manda la iconografía cristiana, la escena de la última cena de Jesús con sus apóstoles es una de las más complejas del arte.

Entre 1992 y 1998 llevaría a cabo el de la Redención, con notables aciertos en la expresividad de las figuras, como Caifás. Jesús es maniatado y llevado ante la presencia de Caifás, imagen tallada en 1992 heredera de la gran tradición del barroco andaluz. El misterio se le encarga en 1993 y se compone de seis personajes: el sumo sacerdote Caifás, dos sanedritas, dos soldados romanos y un esclavo. Cada figura está caracterizada individualmente con gran profundización psicológica. Una nueva valiosa aportación al conjunto de los misterios cordobeses. El mayor espacio de tiempo para su ejecución viene marcado por el encargo siguiente. El misterio más numeroso, el de la Santa Cena, es tallado por Miguel Ángel González entre 1994 y 1996. Tal como manda la iconografía cristiana, la escena de la última cena de Jesús con sus apóstoles es una de las más complejas del arte. Un cabildo extraordinario de 1992 decide hacer nuevo todo el conjunto de la Cena del Señor. La imagen de Cristo fue bendecida en 1993, estando el imaginero durante tres años ejecutando las doce figuras apostólicas. Se percibe el dramatismo de la escena, los gestos de los apóstoles y sus gesticulaciones tras escuchar de labios del Maestro que uno de ellos será quien lo traicione. De nuevo el arte de González Jurado se hace presente resolviendo la escena como un todo unitario.

Nuestro Padre Jesús de los Afligidos en su Sagrada Presentación al Pueblo representa el momento en que Cristo es presentado por el gobernador Poncio Pilato al pueblo judío para que elija al Hijo de Dios o a Barrabás. La talla cristífera fue realizada en 1988 por Francisco Berlanga, discípulo de Buiza. Las demás figuras se deben a Sergio Torres y Pedro García Velasco. En estos mismos años, entre 1987 y 1988, Juan Manuel Miñarro talla el misterio de la Oración del Huerto para Cabra, destacando el virtuosismo de las diferentes expresividades de los personajes.

Desde el siglo XVI se va imponiendo la imagen de la Dolorosa, enlutada, con gestos comedidos, como le compete a su realeza, por ser Madre de Cristo Rey.

Otros misterios se deben a diferentes imagineros. El de la Coronación de Espinas, con la maravillosa imagen cristífera de Buiza, se completó con figuras de Pinto Berraquero en 1981. El mismo misterio que participa, procedente de Fernán Núñez, se debe a Salvador Madroñal que talla el Cristo en 2003, mientras que las tres figuras se deben a Alfonso Ángel Tejederas y a Martín Nieto entre los años 2006 y 2017. El magnífico Cristo del Perdón, de Romero Zafra, se completó con las figuras de Manuel Luque Bonillo, de gran intensidad. Aquí se frustró el proyecto de un misterio completo de Romero Zafra para la capital, escenas que sí podemos ver en otras provincias andaluzas, pero no en su capital. El más reciente conjunto es el de la Conversión con los Ladrones y se debe al imaginero Pedro García Velasco, que talló el Crucificado en 2016, mientras que las figuras de Dimas y Gestas llegaron en los años 2019 y 2020.

La madre dolorosa

En el siglo XII arranca el origen de este tema del arte cristiano tan universal. Es un tema que nace como un aislamiento del Calvario, así lo afirma Trens: «La Virgen como figura aislada no aparece en el arte hasta después de la Crucifixión, cuando desaparecen los personajes históricos y la Virgen se queda sola sumergida en su dolor, entregada a la piadosa contemplación de sus devotos».

En el medievo también contribuye la aparición de la Orden de los Siervos de María en 1233, los servitas, que extendieron la devoción por tierras europeas donde ya estaba la imagen de la Dolorosa aislada con los siete puñales o la espada de dolor predicha por el anciano Simeón. El famoso poema ‘Stabat Mater’, atribuido a Inocencio III o al franciscano Jacopone da Todi, en el siglo XIII, contribuyó al auge de este tema devocional entre el pueblo de Dios.

Virgen de los Dolores de Córdoba, principal icono de devoción entre los cordobeses.

Virgen de los Dolores de Córdoba, principal icono de devoción entre los cordobeses. / CÓRDOBA

Desde el siglo XVI se va imponiendo esa imagen de la Dolorosa, enlutada en tan amargo dolor, con la mirada recogida, las manos juntas o abiertas, pero con gestos comedidos, como compete a su realeza, por ser Madre de Cristo Rey. En ella no cabe lo vulgar o gestos desmedidos. La Dolorosa abarca toda la compasión de María junto a su Hijo desde el prendimiento de Cristo hasta la resurrección. Se van generalizando advocaciones, como Amargura para el momento del encuentro en la calle que lleva su nombre; Dolores resume al pie de la cruz o Quinta Angustia cuando presencia su descendimiento, para pasar a ser Angustias o Piedad con su Hijo en el regazo.

Muy importante será la moda de la corte en torno a la famosa Soledad de los mínimos de Madrid, de 1565, con su atuendo de luto de la mano Condesa de Ureña y la reina Isabel de Valois. Esta manera de luto, que nos lleva a la corte de Borgoña en el quinientos, consistía en un largo manto y vestido negro, cubiertos por varias tocas blancas que descienden desde la cabeza, pasando a plasmarse en la túnica blanca y manto negro tan usual en las Dolorosas del barroco.

Iconografía

El principal icono de devoción a la Madre Dolorosa en Córdoba es, sin duda alguna, la personal y popular Virgen de los Dolores, tallada por Juan Prieto entre 1718 y 1719, donde concluye el maravilloso rostro que la caracteriza, verdadero imán mariano de la ciudad. Al dolor intenso del rostro le acompaña el movimiento del cuerpo y la tensión en las manos tan características como modo de expresión del dolor que le atraviesa el corazón. A ello se une su espectacular ajuar de bordados y joyería, que hacen de ella una imagen única a nivel español y claramente diferenciado del resto. Su particular iconografía en su paso procesional le confiere ese aspecto único que tiene en Andalucía.

Con sello propio de la brillante escuela de imaginería cordobesa de los siglos XX y XXI destacan en este vía crucis las tallas de tres grandes imagineros, Antonio Bernal, Martínez Cerrillo y Miguel Ángel González. Uno de los creadores más propios de la escuela cordobesa es Martínez Cerrillo. Comenzando por la Paz y Esperanza en 1939, conseguiría una imagen de gran impacto, hasta llegar a la Esperanza, la imagen mariana más lograda de cuantas salieron de sus manos y canon para las nuevas dolorosas cordobesas.

Cristo de la Expiración de La Rambla.

Cristo de la Expiración de La Rambla. / CÓRDOBA

Bernal entrega su imagen de la Virgen de la O en 1994, de belleza sobrenatural, en pleno auge de su producción imaginera en los pasos de misterio para la capital y la geografía andaluza.

Por último, la imagen mariana de la Esperanza del Valle, que firma Miguel Ángel González para la Cena de Córdoba en 2001, con su expresividad habitual, donde acentúa un rictus de dolor lleno de unción religiosa.

Las angustias: obra maestra de la Pasión

Como broche final entre todas las obras de la imaginería pasionista cordobesa, ocupa un lugar destacado la obra póstuma de Juan de Mesa, la joya de la Semana Santa de Córdoba: la Virgen de las Angustias.

Tallada por el genial imaginero cordobés en 1626 y, aunque la composición final sigue siendo un enigma, no deja de ser un verdadero monumento al dolor y a la compasión, un resumen de la entrega y el sacrificio de Cristo bajo la mirada compasiva de su Madre. De gran belleza es el conjunto que Pío Mollar talla en 1941 para la villa de Montoro, donde el dramatismo de la mirada de la Virgen condensa el sufrimiento de las horas amargas de la Pasión del Señor.

Como una auténtica cascada de obras maestras de la historia del barroco con las firmas de Juan de Mesa, Pedro Roldán, Alonso de Mena, junto a numerosos autores y escuelas del mejor Barroco y los grandes imagineros contemporáneos este Magno Vía Crucis se convierte en una historia de nuestra mejor imaginería pasionista.

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