Magno Vía Crucis
De Jerusalén a la tradición: evolución del Vía Crucis
El Vía Crucis es una devoción cristiana que tiene sus raíces en los primeros peregrinajes a Jerusalén, donde los fieles recorrían los pasos de Jesús hacia el Calvario. Con el tiempo, esta práctica fue adaptada en Europa para que los fieles pudieran vivir espiritualmente la Pasión sin viajar a tierra santa

Estación del Vía Crucis. / CÓRDOBA
El vía crucis es una devoción cristiana muy antigua que consiste en rememorar el camino que Jesús recorrió hacia al Calvario donde fue crucificado, desde que fue condenado en el Pretorio de Poncio Pilato hasta su sepultura. Este acto de fe y oración busca acompañar espiritualmente a Cristo en su Pasión y Muerte, meditando sobre catorce momentos de la Pasión conocidos como estaciones.
La expresión «vía crucis» proviene del latín y significa «camino de la cruz». Al rezarlo, los fieles recuerdan el sufrimiento de Jesús para salvar a la humanidad del pecado. Los orígenes del vía crucis se encuentran en los primeros siglos del cristianismo, cuando los cristianos de Jerusalén comenzaron a venerar con devoción los lugares por donde Jesús había pasado durante su Pasión, práctica conocida como la Vía Dolorosa. La peregrina hispana Silvia Eteria dejó constancia en el siglo IV de cómo los cristianos en Tierra Santa recorrían este camino durante la Semana Santa.
Una antigua tradición del siglo V relata que la Virgen María, madre de Jesús, visitaba diariamente los lugares donde su hijo había sufrido, deteniéndose a orar en cada sitio. Sin embargo, no fue hasta siglos después, en particular entre los siglos X y XIII, cuando se comenzó a dividir el recorrido en estaciones claramente definidas. Al principio, se hablaba de escenas concretas, como el Ecce Homo, el encuentro con su Madre, el consuelo a las mujeres de Jerusalén o el auxilio del Cirineo. Algunas versiones incluso sustituían escenas como el encuentro con la Virgen por episodios de las tres caídas de Jesús.
El número de estaciones fue variando con el tiempo. En el siglo XV, autores como Juan Palomer mencionaban cinco estaciones. Fue hacia mediados del siglo XVII cuando se consolidó el número de catorce estaciones, que siguen utilizándose hoy.
Expansión fuera de tierra santa
Dado que no todos los cristianos podían peregrinar a Jerusalén, por la distancia, la inseguridad de los caminos o las invasiones musulmanas, se comenzaron a establecer réplicas del vía crucis en santuarios europeos y, posteriormente, en iglesias y lugares públicos de cada diócesis. Esto permitió que el pueblo cristiano pudiera participar en este ejercicio de piedad sin tener que viajar a Tierra Santa. Ya desde el siglo XII, los peregrinos europeos describen en sus escritos la existencia de una ruta espiritual, conocida como Vía Sacra, donde se recordaba el sufrimiento de Cristo. Aunque no se sabe con exactitud cuándo se establecieron las estaciones tal como las conocemos hoy ni cuándo empezaron a concederse indulgencias, se reconoce que la orden franciscana jugó un papel decisivo.
Si bien, aunque este piadoso rezo tiene su origen en Tierra Santa, la difusión de esta devoción en Occidente se debe al beato Álvaro de Córdoba, fraile dominico, quien jugó un papel fundamental en la implantación y popularización del vía crucis en Europa occidental, especialmente en España.
El beato Álvaro de Córdoba nació hacia el año 1350 y durante su vida mostró una profunda devoción por la Pasión de Cristo, una característica que marcó profundamente su obra.
El beato Álvaro de Córdoba nació hacia el año 1350 y fue un ferviente predicador, misionero y reformador dentro de la orden de predicadores (dominicos). Durante su vida, mostró una profunda devoción por la Pasión de Cristo, una característica que marcó profundamente su obra y su espiritualidad. Tras realizar una peregrinación a Tierra Santa, fray Álvaro quedó profundamente conmovido por los lugares santos y por la experiencia de recorrer físicamente la Vía Dolorosa, el camino que, según la tradición, siguió Jesús desde su condena hasta el Calvario.
Al regresar a España, llevó consigo no solo el recuerdo piadoso de ese camino, sino también el deseo de reproducirlo y difundirlo entre los fieles europeos, para que también pudieran vivir esa experiencia de fe, aun sin viajar a Jerusalén. Con este propósito, fundó el convento de Scala Coeli en las afueras de Córdoba, donde estableció por primera vez en Occidente una representación sistemática del vía crucis. El convento de Scala Coeli, situado en un paraje natural de la sierra cordobesa, fue el lugar elegido por fray Álvaro para establecer este novedoso ejercicio espiritual. El nombre mismo del convento, que significa Escalera al Cielo, ya evocaba una simbología de ascenso y comunión con lo divino, muy acorde con el camino de la Cruz que se proponía.
Aprovechando la orografía del entorno, que recordaba en muchos aspectos el paisaje de Jerusalén, fray Álvaro diseñó un recorrido en el que se señalaban estaciones que representaban distintos momentos de la Pasión de Cristo. De este modo, el convento es Jerusalén, y la colina que está enfrente el Calvario y allí planta tres cruces, el arroyo que está entre ambos recibe el nombre del Cedrón o de los cedros. Desde el convento al calvario se fueron colocando pequeñas capillas que representaban ocho escenas de la pasión. En los anales de los dominicos del siglo XVII lo describen así: «en uno de los oratorios se ve a Jesucristo orando en el Huerto de los Olivos; en otro, el Prendimiento de Jesús por los judíos […]; en el tercero, la flagelación; en el cuarto, la coronación de espinas; en el quinto, Jesucristo en lo alto de la gradería con la caña en la mano y con un viejo manto escarlata es presentado por Pilato al pueblo; en el sexto, Jesús cargado con la cruz camino del Calvario; en el séptimo, su crucifixión y su agonía en la cruz, y en el octavo y último se ve a Jesús colocado en las rodillas de la sagrada Virgen».
Cada estación era un lugar de oración, reflexión y penitencia, donde el peregrino podía detenerse y meditar. Esta integración de naturaleza y devoción hacía del vía crucis un ejercicio que combinaba el esfuerzo físico, la experiencia sensorial y la profundidad espiritual.
Esta forma de recrear los pasos de Cristo desde el pretorio de Pilato hasta el sepulcro tuvo un profundo impacto en la religiosidad popular. Permitía a los fieles «peregrinar espiritualmente» a Tierra Santa, recorriendo simbólicamente los mismos lugares que Jesús. Gracias a la labor del beato Álvaro, el vía crucis no solo se implantó en Andalucía, sino que comenzó a difundirse por toda España y más tarde por Europa, adaptándose a las necesidades pastorales de cada lugar.
El vía crucis original promovido por el beato Álvaro de Córdoba en el siglo XV, especialmente desde el convento de Scala Coeli, no tenía las catorce estaciones que conocemos hoy. En su forma primitiva, esta devoción consistía en ocho estaciones, las cuales estaban inspiradas en la tradición de los lugares santos de Jerusalén, pero adaptadas a la espiritualidad y enseñanza popular de su tiempo.
Las ocho estaciones del beato Álvaro de Córdoba son: primera estación: Jesús es condenado a muerte, donde representa el momento en que Poncio Pilato entrega a Jesús para ser crucificado; segunda estación: Jesús carga con la cruz, se recuerda cuando Jesús, después de ser azotado y humillado, toma la cruz sobre sus hombros; tercera estación: Jesús cae por primera vez, esta escena muestra la debilidad física de Jesús y su humanidad, al caer por el peso del madero; cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre. Momento de dolor y consuelo, donde María y Jesús cruzan miradas en medio del sufrimiento; quinta estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz, representa el acto del Cirineo, que es obligado a ayudar a Jesús a cargar la cruz hasta el Calvario; sexta estación: Jesús es crucificado, escena central de la Pasión. Jesús es clavado en la cruz en el monte Calvario; séptima estación: Jesús muere en la cruz, se recuerda la muerte de Jesús, entregando su espíritu al Padre y culminando su sacrificio redentor, y octava estación: el cuerpo de Jesús es descendido de la cruz y es depositado en brazos de la Virgen.
El vía crucis de Álvaro de Córdoba tuvo una gran acogida y fue imitado en otras partes de España y Europa, sentando las bases para lo que luego sería la expansión de esta devoción. Con el tiempo, otras órdenes, especialmente los franciscanos, completarían esta estructura añadiendo nuevas estaciones y promoviendo una versión más extensa, que sería la que se oficializaría después con catorce estaciones.

Vía crucis del Cristo de San Álvaro por los alrededores del santuario de Scala Coeli. / CÓRDOBA
El Vía Crucis Tradicional
El impulso que dio el beato Álvaro de Córdoba a esta devoción fue tan fuerte que su influencia perduró siglos después de su muerte en 1430. Posteriormente, otras órdenes religiosas, como los franciscanos, también promovieron la práctica del vía crucis y contribuyeron a su popularidad, fijando finalmente las catorce estaciones que conocemos hoy.
A partir del siglo XIV, tras recibir la custodia de los Santos Lugares en Tierra Santa, los franciscanos comenzaron a organizar peregrinaciones al Camino del Calvario en Jerusalén y para aquellos cristianos que no podían peregrinar, los franciscanos promovieron una forma espiritual y simbólica de recorrer el vía crucis en sus iglesias y conventos en Europa.
En el siglo XVII, gracias al franciscano San Leonardo de Porto Maurizio, esta devoción se consolidó con 14 estaciones fijas y se difundió ampliamente, quedando fijado así: primera estación: Jesús es condenado a muerte; segunda estación: Jesús carga la Cruz; tercera estación: Jesús cae por primera vez; cuarta estación: Jesús encuentra a su madre María; quinta estación: Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz; sexta estación: Verónica limpia el rostro a Jesús; séptima estación: Jesús cae por segunda vez; octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén; novena estación: Jesús cae por tercera vez; décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras; undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz; duodécima estación: Jesús muere en la Cruz; decimotercera estación: Jesús es descendido de la Cruz y puesto en brazos de María, su Madre, y decimocuarta estación: Jesús es sepultado.
El Vía Crucis de San Juan Pablo II
En el siglo XX, el Papa San Juan Pablo II propuso una renovación de esta práctica: el llamado vía crucis bíblico. Su intención fue profundizar en la fidelidad al relato evangélico y ofrecer una forma más catequética y centrada en la Palabra de Dios.
En 1991, durante el rezo del vía crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma, Juan Pablo II presentó una nueva versión de las estaciones, basadas exclusivamente en los textos del Nuevo Testamento. A esta nueva propuesta se la llamó vía crucis bíblico o evangélico y su objetivo era doble. Por un lado, promover una meditación más profunda y directa sobre la Pasión de Cristo tal como aparece en las Escrituras y por otro, ofrecer una alternativa válida al vía crucis tradicional, más cercana al lenguaje litúrgico y catequético contemporáneo.
Es importante destacar que este cambio no anuló ni sustituyó al vía crucis tradicional. El vía crucis bíblico es una opción complementaria, especialmente utilizada en contextos litúrgicos, en jornadas juveniles, ejercicios espirituales y en la enseñanza catequética. En este sentido, Juan Pablo II no rompió con la tradición, sino que la enriqueció, haciendo más accesible la meditación de la Pasión a partir de la palabra de Dios. Este gesto se inserta en el marco más amplio del pontificado de Juan Pablo II, quien constantemente promovió el conocimiento y la lectura de la Sagrada Escritura.

En este lugar el Papa Juan Pablo II presentó una versión de las estaciones en 1991. / CÓRDOBA
Según los teólogos, el vía crucis bíblico propuesto por San Juan Pablo II representa «una renovación profundamente fiel al Evangelio», que responde al deseo de acercar a los fieles a la meditación directa de la Pasión de Cristo a través de la Palabra de Dios. No pretende reemplazar la tradición, sino «ofrecer una vía complementaria que, lejos de disminuir la riqueza espiritual del vía crucis, la profundiza y actualiza». Esta iniciativa del Papa polaco sigue viva en muchas comunidades cristianas y es un ejemplo de cómo la devoción popular y la Sagrada Escritura pueden dialogar en armonía.
Precisamente, el vía crucis de San Juan Pablo II fue el que la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba utilizó para el Vía Crucis Magno de la Fe, celebrado en la ciudad en el año 2013. En esta histórica ocasión la comisión organizadora optó por elegir el vía crucis del por entonces beato Juan Pablo II, un texto que da más posibilidades a la hora de elegir pasos de nuestra Semana Santa. Hay que puntualizar que la comisión se permitió ciertas licencias a la hora de elegir los pasos, con el fin de dar mayor sentido al mensaje catequético a representar. Así, la primera estación fue la de Jesús en el Huerto de los Olivos, que en Córdoba estuvo representada por el Señor de la Oración en el Huerto. La segunda es Jesús es traicionado por Judas y arrestado, representado por la imagen del Cautivo Rescatado. Para la tercera, Jesús es condenado por el Sanedrín y para la cuarta estación, Jesús es negado por Pedro, se eligió a Nuestro Padre Jesús de la Redención (Estrella). La quinta, Jesús es Juzgado por Pilatos, fue representada por el Señor de la Sentencia. La sexta estación Jesús es flagelado y coronado de espinas por el titular de la hermandad de la Merced Nuestro Padre Jesús Humilde en su Coronación de Espinas. La séptima estación, Jesús carga con la Cruz, representada por los pasos de misterio de Nuestro Padre Jesús de las Penas (Esperanza) y Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia (Paz) junto a Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Para la octava, Jesús es ayudado por el Cirineo, se contó con Nuestro Padre Jesús Caído. La novena estación refleja el encuentro con las mujeres, escena que representó Nuestro Padre Jesús de la Santa Faz. La décima: Jesús es crucificado, representada por el Cristo de la Expiración. La undécima, Jesús promete su reino al buen ladrón, y la duodécima, Jesús Crucificado, la Madre y el Discípulo las representó el Cristo del Amor. Para esta ocasión, la imagen procesionó con los antiguos ladrones que durante años acompañaron al Cristo. La decimotercera, Jesús muere en la Cruz, representada por el Cristo del Remedio de Ánimas. La decimocuarta y última, Jesús es depositado en el Sepulcro, se unieron tres pasajes en el que incluiría el Cristo del Descendimiento, la Virgen de las Angustias y el propio Yacente del Santo Entierro, cerrando el vía crucis el Señor Resucitado.
En 1991, durante el rezo del vía crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma, Juan Pablo II presentó una nueva versión de las estaciones, basada en el Nuevo Testamento.
A modo de conclusión, no podemos olvidar que el beato Álvaro de Córdoba fue un pionero en la implantación del vía crucis en Occidente, convirtiendo una experiencia reservada a los peregrinos, en una práctica universal al alcance de todos los creyentes. Su iniciativa no solo respondió a una necesidad espiritual, sino que generó una nueva forma de vivir y meditar la Pasión de Cristo, profundamente arraigada en la religiosidad popular y en la liturgia cuaresmal.
Conventos, catedrales, clausuras, iglesias, en todos se reza el vía crucis fundamentalmente los viernes de Cuaresma. Luego llegarían las cofradías, así en el siglo XVIII se constituye en la ciudad de Córdoba una hermandad con el único fin de realizar el vía crucis por los campos del Marrubial. Nacía entonces la hermandad del Calvario, que cada año reza el vía crucis en su estación de penitencia en la tarde noche del Miércoles Santo. Con esta misma idea de hacer el vía crucis por las calles surge en la Trinidad la Hermandad del Vía Crucis del Cristo de la Salud y un vía crucis celebrado en el santuario de Scala Coeli por el párroco de Santa Victoria, el recordado Agustín Molina. Nace la idea de fundar la actual hermandad de la Agonía. En la actualidad, todas las hermandades celebran este piadoso acto, bien en solitario, alrededor de su titular o conjuntamente el primer sábado de Cuaresma.
Es así como en la ciudad la memoria de esta primera manifestación del vía crucis sigue viva. Precisamente, por ello, este año se celebraron los seis siglos de esta tradición con actos conmemorativos, poniendo de manifiesto que Scala Coeli continúa siendo un lugar de peregrinación y encuentro con la historia y la fe, lugar que marca el inicio de una de las tradiciones más profunda de nuestra historia: la Semana Santa.
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