Como cada último domingo de septiembre, la Virgen del Socorro se echó a la calle para reencontrarse con sus fieles, los mismos que no la ven por las calles de su barrio desde el 2019. La pandemia impidió que el pasado año la Reina de la Plaza recorriera la urbe ante sus fieles. Ha sido una espera larga, pero ha merecido la pena, la Virgen del Socorro y todo lo que ella conlleva volvió ayer a recordar aquellos septiembres de esplendor, cuando Córdoba se echaba a la calle para acompañarla.

Y así fue. En la tarde de ayer, de nuevo cientos de fieles se dieron cita con la Virgen del Socorro, las aceras se volvieron a llenar y la bulla volvió a ser protagonista en la tarde septembrina.

Poco después de las siete de la tarde, y precedido por un nutrido cortejo, el característico templete dorado de la Virgen del Socorro cruzaba el dintel de su ermita, el campanillo giraba de gozo y anunciaba que la Virgen guapa de la Corredera estaba a punto de salir para reencontrarse con su gente. Poco a poco, el paso se fue poniendo en pie, todo estaba en su sitio, la cera, los nardos, la merenga en la mano del angelito del templete y las campanitas que anuncian el paso de la Virgen.

Ya en la calle subió al cielo la primera marcha interpretada por la banda de música de la Estrella, «viva la Virgen del Socorro», gritaba un enfervorecido grupo de jóvenes mientras la Virgen abandonaba su plaza camino de San Pedro, donde entró triunfal a los sones de alegres marchas. Tan solo era el inicio de una procesión gloriosa que recorrió distintos enclaves del barrio como la calle Lineros, la plaza del Potro o la estrechez de la calle Armas para dirigirse por Maese Luis y Fernando Colón a la Espartería, donde se pudieron escuchar cohetes en honor de la Virgen, buscando la Plaza de la Corredera donde entró a los sones de la marcha Encarnación coronada, tras cruzar el arco una intensa petalada cayó sobre la Virgen mientras volvían los vivas a la Reina de la plaza.

Quedaba poco para que la Virgen del Socorro volviera a su templo no sin antes cruzar la plaza con la añoranza de la tracas de fuegos artificiales que antaño tronaban al paso de la Virgen, un paso que lentamente se fue acercando a la ermita donde le esperaba otra petalada y un coro que interpretó unas sevillanas mientras la Virgen estaba a punto de poner el broche final a una intensa tarde vivida a los pies de la Virgen del Socorro.