No hubo juncia ni romero en las calles, ni las cofradías levantaron sus altares, pero en la Catedral todo estaba preparado para celebrar con solemnidad el Corpus Christi, este año con un formato prácticamente como el del año pasado, es decir, en el interior de la Catedral y por el perímetro del Patio de los Naranjos.

Una solemnidad que a las 12 de la mañana anunciaban las campanas de la Catedral, estaba a punto de dar comienzo la eucaristía de nuevo marcada por las medidas de seguridad derivadas de la pandemia, con un aforo limitado a 400 personas, todas ellas cumpliendo las distancias establecidas por las autoridades sanitarias.

Una eucaristía presidida por el obispo y concelebrada por el Cabildo, que ha contado con el acompañamiento musical del coro del seminario mayor San Pelagio bajo la dirección del canónigo Antonio Murillo. El obispo, a lo largo de su homilía, ha señalado que la fiesta del Corpus "arranca del Jueves Santo", si bien llega la fiesta del Corpus Christi "para detenernos y agradecerle a Dios este precioso invento de la eucaristía". A lo largo de su intervención tuvo palabras para Cáritas diocesana dándole las gracias por su trabajo a favor de los más desfavorecidos sobre todo en este tiempo de pandemia, recordando a los fieles "la importancia de dar limosna". Para concluir, pidió a María Santísima que "inspire la relación con Jesucristo y de esta manera podamos ser no solo adoradores permanentes sino servidores de nuestros señores los pobres".

Alrededor de las 13.30 horas, el Santísimo en la Custodia de Arfe comenzaba su camino desde el trascoro de la Catedral hacia la Puerta de las Palmas. Las campanas repicaban al unísono mezclándose por momentos con los acordes de la banda del Cristo del Amor que a las puertas del templo entonaban la Marcha Real con la que el Santísimo Sacramento se encontró con los fieles en el Patio de los Naranjos. A continuación sonaba la marcha Triunfal para acompañar el paso en el inicio de su breve, pero intenso recorrido por el Patio de los Naranjos, un patio que estuvo decorado para la ocasión con reposteros con símbolos eucarísticos y una serie de tapices de la Catedral que con gran acierto el Cabildo ha recuperado para esta procesión.

El Patio de los Naranjos se engalana para recibir el Corpus Christi

El Patio de los Naranjos se engalana para recibir el Corpus Christi FRANCISCO GONZÁLEZ

Por su parte, las hermandades tras participar en la eucaristía se fueron colocando en el perímetro del patio para escoltar el paso del cortejo formado por los seminaristas, Cabildo y clero diocesano, así como las autoridades civiles y militares que acompañaron tanto en la misa como en la procesión claustral, de este modo se pudo ver entre otros al alcalde de Córdoba, José María Bellido. 

Con mucho calor el paso con el Santísimo fue bordeando el Patio de los Naranjos mientras la banda entonaba una versión del clásico "Pescador de hombres", marchas procesionales que se fueron intercalando con los cantos de los seminaristas. Unos cantos que no están del todo mal, pero teniendo el Cabildo un coro y una orquesta de altura, que mejor que al menos en algunas partes del recorrido interpretaran un repertorio mucho más clásico y acorde con el barroquismo de la procesión del Corpus.

Poco antes de las dos de la tarde sonaba de nuevo la "Marcha Real", el Santísimo en la custodia estaba ya enmarcado en la Puerta de las Palmas donde poco antes de hacer la entrada en el templo recibió un caluroso aplauso del público congregado en el Patio de la Catedral. Poco a poco, el paso se iba adentrando en el primer templo con los cantos de los seminaristas, una vez en el punto de origen y tras retirar al Santísimo de la custodia el obispo procedió a la bendición, así el prelado señaló que "Cristo sigue con nosotros", asimismo, pidió especialmente por todos los que se preparan para el sacerdocio "que Cristo bendiga nuestra diócesis con abundantes vocaciones sacerdotales".  

Mientras sonaba de nuevo la Marcha Real el obispo elevó al Santísimo, poco después concluía la ceremonia con la que la diócesis ha celebrado la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo.