Acababa la noche del Jueves Santo, comenzaba la madrugada. La luna de Nissan se alzaba rotunda sobre la ciudad. Olor a azahar mezclado con el incienso y la sublime belleza del palio de la Reina de los Mártires acercándose a la Catedral... todo era idílico, propio del mejor pregón de Semana Santa, siempre y cuando no miraras al suelo. Una auténtica vergüenza como estaban las céntricas calles de la ciudad tras el paso de las cofradías de la tarde. Cientos y cientos de kilos de basura dejada sin ningún escrúpulo en las calles. Todo ello sin tener en cuenta que por alguna de esas vías, horas después, tenían que pasar otras cofradías cuyos nazarenos no tuvieron más remedio que ir sorteando latas de bebidas y apartando los restos dejados por unos incívicos ciudadanos que piensan que están en la tasca de la esquina viendo un partido de fútbol, en donde tampoco tirarían restos al suelo. Un desolador panorama en el que en un futuro debe intervenir más Sadeco. Al menos en aquellas calles donde después vuelven a pasar cofradías cuyos hermanos no se merecen caminar, algunos descalzos, entre un auténtico basurero. Amén de evitar la pésima imagen que de nuestra ciudad se da a los miles de visitantes que quieren conocer muestra Semana Santa.