Para el espíritu franciscano, la austeridad no está reñida con la belleza. El arte está en saber conjugarlo, como un año más hizo la hermandad de María Santísima de la Soledad. Impecable desde Santiago. Querida siempre en silencio por su barrio.

Así, y como sin darle importancia (muy de acuerdo con el espíritu franciscano), La Soledad mostró el Viernes Santo su paso restaurado (al igual que los ángeles del mismo), además de un tocado de encaje de aplicación de Bruselas y un pañuelo de encaje estilo Battenberg. Su paso se presentó con un exorno a la vez discreto pero minuciosamente diseñado de flores variadas en colores malva y violeta.

La Soledad también estaba en cierta forma de celebración al cumplirse este año los 25 años de su retorno a la iglesia de Santiago, el templo que sufrió incendios y derrumbes en los años 70 y 80, que con tanto trabajo fue recuperado, y que hasta 1991 no pudo volver a darle cobijo a la dolorosa del templo jacobeo.