¿Alguien en su sano juicio puede despreciar valores como el respeto, la solidaridad, la reflexión o el arte? Tales valores, tan dispares en principio, son los que se viven en el día a día de una cofradía.

Respeto, ante las ideas afines o las contrarias; por el trabajo que realiza nuestro hermano de manera desinteresada quitándose tiempo a su vida personal y, a veces, laboral. Respeto por las decisiones tomadas buscando siempre lo mejor para su hermandad.

Solidaridad, ante cualquier necesidad del prójimo, bien sea de índole material o espiritual, ayudándo a quien lo necesite en todo lo posible dentro de las limitadas posibilidades de la hermandad.

Reflexión, ante la vida, en general, y ante los problemas personales y sociales, en particular, que intentamos afrontar de la mejor manera posible desde nuestra fe y nuestra ideología cristiana.

Y, además, arte. Una estética singular en la que intervienen los cinco sentidos y que pretende ser una manifestación pública de fe que, durante la Semana Santa, cada hermandad quiere mostrar al pueblo para hacerlos partícipes de un mensaje de amor y esperanza.

¡Y pensar que hay quien quiere privarnos de esto si tan siquiera conocerlo! Pero como diría aquel... "Ladran, luego cabalgamos".