Como cada año el Viernes de Dolores se alza como la antesala de la Semana Santa y a primeras horas de la mañana la plaza de Capuchinos era ayer un hervidero de fieles dispuestos a reencontrarse con la Señora de Córdoba, la Virgen de los Dolores, en un especial año donde se cumple el 50 aniversario de su coronación canónica y horas después de haber comenzado su Año Jubilar. A las 11 de la mañana el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, daba comienzo en San Jacinto la fiesta de regla de la cofradía. En su homilía, el obispo comenzó recordando el año de gracia y bendiciones que se va a vivir en Córdoba por el jubileo de la Virgen de los Dolores, invitando a todos los fieles a acudir a los pies de la Señora de Córdoba para encontrar alivio, consuelo y esperanza en su vida porque "la Virgen nos escucha y nos atiende. Que este año sea un año de gracia y de redención", señaló.

Muy cerca estaba expuesta en besamanos la Virgen de la Paz y Esperanza, que lució en un altar exornado con jacintos color lila. No fue la única imagen que estuvo expuesta, ya que en San Agustín se pudo ver al Cristo de las Angustias y en Trinitarios el Cristo de Gracia.

La tarde noche, sin embargo, fue para los viacrucis. Así desde distintos templos partieron las imágenes titulares para recorrer las principales calles de sus respectivas feligresías. Por el Alcázar Viejo cruzó Jesús de la Pasión, por San Pedro el Cristo de la Misericordia, en la Huerta de la Reina Jesús de la Redención, en San Lorenzo el Cristo de Animas y el Señor del Prendimiento, mientras que por Trinitarios y Capuchinos lo hizo Jesús Rescatado y Jesús de la Sangre, respectivamente.

Un piadoso rezo que también se vivió en Jesús Nazareno alrededor del titular de la cofradía. Pero, sin duda, el más emotivo de la jornada por su carácter extraordinario fue el de Jesús Caído, que por primera vez bajó a la parroquia de Santa Marina, donde hizo estación.