Cada vez que se cierran las cortinas del Gran Teatro tras una actuación, empieza el otro Carnaval, ese que se desconoce mientras los aficionados esperan sentados en sus butacas o poniendo el ambiente propio de una noche de concurso.

Pero aquí los protagonistas no son las agrupaciones o sus repertorios, sino los tramoyistas. Personas que dedican el poco tiempo que disponen, entre medias de cada actuación, para desmontar y montar el forillo y otros elementos de decorado para que las agrupaciones luzcan sus mejores galas.

A lo largo del concurso se pueden contemplar escenografías propias para un decorado de cine, aunque hay algunas que requieren mayor tiempo de montaje que otras. En la parte trasera del escenario todo son prisas: responsables de luces, operarios que desmontan y montan elementos del atrezzo, componentes que acercan dichos elementos para facilitar el montaje... Mucho movimiento para que todo quede perfecto y todo sea un complemento, tanto repertorio como decorado.

Es un trabajo que no se ve, pero ahí queda el trabajo de los tramoyistas, personas que se esconden tras ese inmenso mundo que puede verse con todos los elementos de atrezzo de todas las agrupaciones.