Glasgow prometió ser el principio del fin de la crisis climática. Un punto de inflexión. Un encuentro que, a diferencia de sus predecesores, de verdad conseguiría forjar un pacto global y justo para proteger a la humanidad frente a las catástrofes climáticas. Pero tras dos semanas de intenso debate y unas negociaciones que se han extendido mucho más allá de 'deadline' oficial, la Cumbre del Clima (COP26) acaba con la promesa unánime de los gobiernos de que en el año que viene presentarán políticas climáticas más ambiciosas pero con una decepcionante rebaja sobre el compromiso global para reducir los combustibles fósiles. Sobre el papel, la conclusión del debate se puede leer como un medio éxito o un medio fracaso, en función de como se mire. Pero de cara a una sociedad cada vez más concienciada y a una comunidad científica que alerta de la necesidad de tomar acciones urgentes, será complicado argumentar que Glasgow ha ido bien. El veredicto no ha estado a la altura de las expectativas. 

En el balance más optimista de esta Cumbre destaca, por ejemplo, el inesperado acuerdo de cooperación entre Estados Unidos y China, que a partir de ahora prometen trabajar de la mano para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero antes de que acabe esta década, o la promesa de India de llegar a cero emisiones en 2070. También promete el amplio abanico de pactos globales, cerrados al margen de las negociaciones oficiales, para poner freno a los vehículos contaminantes o la deforestación. Muchos también ven con buenos ojos que, por primera vez en un documento de este tipo, los países acepten incluir una mención explícita a la urgencia del momento, a la necesidad de limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados y al objetivo de recortar las emisiones globales un 45% antes de 2030 y llegar a cero neto hacia mediados de siglo. 

John Kerry. EFE

En el cierre final de las negociaciones, la mención sobre el inicio del fin de los combustibles fósiles ha sido matizada, una vez más, por los principales consumidores de carbón, petróleo y gas del globo. El texto ha sido cambiado a última hora a peticiónde India, que ha pedido pactar una reducción (y no una eliminación) del carbón. Varios delegados han expresado su "más profunda preocupación" por esta modificación. También se ha mostrado mucho pesar por el hecho que no se han trasladado en ningún plan, medida o calendario específico para abordar esta cuestión. Sobre todo vista la diferencia abismal entre lo que necesitamos hacer y lo que estamos haciendo para frenar el avance de esta crisis.

En términos generales, los grandes acuerdos de Glasgow no hablan de qué se hará a partir de ahora mismo, sino que aplazan el aterrizaje de las promesas climáticas unos años más. Tras un reñido debate de más de dos semanas, el texto final de esta Cumbre del Clima finaliza con la promesa, por escrito, de que los grandes pactos globales sobre la crisis climática se cerrarán en los próximos años. Según refleja el acuerdo publicado este sábado, un día después del final oficial de las negociaciones, los países tendrán que presentar en la Cumbre del Clima de Sharm el-Sheikh del año que viene sus nuevos planes para reducir sus niveles de emisiones. También se aplaza hasta entonces el veredicto definitivo sobre qué pasa con los mercados de carbono. Asimismo, el pacto final convoca a los líderes mundiales a reunirse en 2023 para evaluar sus políticas climáticas de cara al 2030. 

Hablar de soluciones frente la crisis climática en términos de futuro es sinónimo de fracaso en un mundo donde los extremos climáticos ya crean estragos y amenazan con un futuro todavía más devastador. Preocupa, por un lado, ver como los pactos globales se posponen una y otra vez. Igual que ocurrió en Madrid y en muchas, demasiadas, cumbres anteriores donde tras semanas de debate solo se acordó seguir debatiendo en los años siguientes.

La gran decepción con el sur global

En estas semanas, en la mesa de debate de Glasgow se ha hablado, y mucho, de cómo la crisis climática es fruto de las emisiones desproporcionadas que durante décadas han producido los países ricos y que ahora están causando estragos en el sur global. Por eso mismo, además de plantear medidas para frenar el avance del problema, uno de los principales objetivos de esta Cumbre era fijar los mecanismos para paliar el impacto de esta crisis en las zonas más vulnerables del planeta. Esta promesa también se ha quedado en nada tras la publicación de un pacto donde no se especifica ningún mecanismo para compensar las "pérdidas y daños" en el sur global. Solo se menciona la gravedad de problema y la necesidad de brindar ayuda, pero se aplaza la creación de una hoja de ruta a la Cumbre del año que viene. 

Cumbre del Clima. Reuters

Gran parte de las promesas de financiación para ayudar a los países en vías de desarrollo quedan aplazadas unos años más. Glasgow recoge el compromiso de los países ricos de recaudar 100.000 millones de dólares anuales para el sur global a partir del 2025, algo que se comprometieron a hacer más de una década. También recoge el compromiso de que, para ese año, los países desarrollados doblarán su aportación al fondo de adaptación para el sur global. Estas promesas a largo plazo han sido recibidas con mucho pesar por unos países que, hoy por hoy, ya están sufriendo las devastadoras consecuencias del desastre ecológico y que todavía no saben si aguantarán el pulso a una crisis que se extrema cada vez más. 

Tras dos agotadoras semanas de tira y afloja en las negociaciones, todo apunta a que Glasgow será recordada por aplazar, una vez más, el despegue de los pactos globales contra la crisis climática. Pero si de algo sí podrá presumir esta cumbre es de un paso adelante que, quizás, podría cambiar las normas del juego. Según recoge el acuerdo de Glasgow, a partir de ahora habrá un nuevo programa liderado por Naciones Unidas encargado de monitorizar el despliegue de las políticas climáticas. Este comité presentará informes anuales sobre cuánto contamina cada país. Así que, a partir del año que viene, al menos sabremos quién cumple y quién hace trampa