Escoltados del avión por la Policía por no pagar un bote de Pringles: "Les vacié el bolso para demostrar que no tenían dinero"

La Policía escoltaba a una pareja de un avión de Ryanair por no poder pagar unas Pringles en el vuelo: "Les vacié el bolso para demostrar que no tenían dinero"

La policía escolta a una pareja del avión por no pagar unas Pringles en el vuelo Les vacié el bolso para demostrar que no tenían dinero

La policía escolta a una pareja del avión por no pagar unas Pringles en el vuelo Les vacié el bolso para demostrar que no tenían dinero

Como parte de la sociedad, las empresas tienden a proyectar una imagen que está en línea con los valores colectivos predominantes: respeto, responsabilidad, compromiso social. Sin embargo detrás de esa fachada, muchas veces se ocultan prácticas que contradicen esos mismos principios: desde condiciones laborales cuestionables hasta políticas empresariales agresivas que tienen consecuencias ambientales y sociales que no siempre salen a la luz. Muy pocas veces esta incoherencia se muestra de forma tan cruda y evidente como en el caso de Ryanair.

La compañía irlandesa de bajo coste lleva años generando titulares polémicos desveló que empezó hace más de una década como una broma constante en Twitter ha terminado por tomar dimensiones escandalosas por sus cargos extra por prácticamente cualquier cosa. No son pocos los usuarios que denuncian públicamente lo que consideran abusos: desde su estricta política con el equipaje de mano, que ha sido señalada por asociaciones de consumidores, hasta faltas de respeto explícitas, como las dirigidas al ministro de Consumo, Pablo Bustinduy.

A esta lista de controversias se suma ahora el trato recibido por una pareja británica en un vuelo de regreso desde Tenerife a Bristol. Lo que debía ser un trayecto tranquilo de vuelta a casa tras unas cortas vacaciones se convirtió en un episodio de bochorno, tensión y presencia policial por algo tan aparentemente inofensivo como un paquete de Pringles.

Antes las autoridades aeroportuarias por no poder pagar 8 euros

Ann-Marie Murray, de 55 años y trabajadora en una residencia de mayores, volaba con su pareja el pasado 28 de marzo tras pasar cuatro noches en Canarias. Durante el vuelo compraron unas Pringles, una Coca-Cola y una botella de agua, un pequeño refrigerio valorado en apenas 7 libras (unos 8 euros). Pero cuando intentaron pagar, la tarjeta falló y no tenían efectivo. Según explicó ella misma a medios británicos como The Daily Mail y The Mirror, inmediatamente ofreció una solución: pagar al aterrizar, retirando el dinero en un cajero del aeropuerto. Pero el personal de Ryanair no quiso escucharlo.

Lejos de aceptar la propuesta la tripulación les retiró las tarjetas de embarque y avisó a la policía, alegando que se habían negado a pagar y que su actitud había sido “disruptiva”. La escena al aterrizaje fue digna de una película: el avión entero detenido, la pareja escoltada por tres agentes, y decenas de pasajeros mirando perplejos sin comprender por qué se estaba tratando así a dos personas por unas patatas y dos bebidas.

“El bochorno fue indescriptible”, contaba Ann-Marie: “Pararon la salida de todos los pasajeros solo para que nos escoltaran como si hubiéramos cometido un delito. Les vacié el bolso para demostrar que no tenía más dinero, pero no quisieron escucharnos”. Varios testigos en el avión según confirmaron medios británicos, se ofrecieron a pagar la cuenta, e incluso una azafata planteó adelantar el dinero, pero al no tener euros tampoco fue posible.

Finalmente al aterrizar en Bristol, la policía intervino. Pero tras escuchar a ambas partes, los agentes determinaron que no se trataba de un asunto penal, sino de una simple disputa civil. De hecho, acompañaron a Ann-Marie hasta un cajero para que pudiera retirar las 7 libras y saldar la cuenta.

Pero la pesadilla no terminó ahí y ya en el aparcamiento del aeropuerto de Bristol, la pareja descubrió que su coche, estacionado durante su ausencia, había sido dañado gravemente: el parachoques delantero estaba destrozado: “Nos subimos y escuchamos un ruido horrible. Al bajarnos, vimos que el frontal del coche estaba completamente roto”.

Por su parte Ryanair defendió su actuación y en un comunicado un portavoz de la aerolínea explicó que se aplicó la política de “tolerancia cero” ante comportamientos inapropiados. Aseguraron que no hubo fallos técnicos con el sistema de cobro a bordo y que ningún otro pasajero tuvo problemas con el datáfono, algo que contradice el testimonio de la afectada, que asegura que el terminal no aceptaba su tarjeta hasta en dos ocasiones distintas: “la tripulación de este vuelo pidió asistencia policial tras considerar que los pasajeros no pagaron su comida y bebida y se comportaron de forma perturbadora. No siguieron las instrucciones razonables del personal”

La policía, sin embargo, ofreció una versión mucho más suave: “Recibimos un informe sobre un pasajero disruptivo en un vuelo entrante al aeropuerto de Bristol. Los oficiales asistieron brevemente, pero rápidamente establecieron que se trataba de una disputa civil y no se tomó ninguna medida”.

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