El cuarto de las botas
El Córdoba CF y la reconstrucción de la historia: bienvenidos a lo moderno
Se dice que la historia la escriben los ganadores, pero para todo hay una excepción. La del Córdoba CF la sostienen los supervivientes, guardianes de una esencia que se pervierte con el relato de los advenedizos.

Aficionados del Córdoba CF en El Arcángel entonan el himno antes de un partido. / Manuel Murillo

Que el Córdoba CF ha cambiado es un hecho. Dicen que todo este proceso de «entrada a la modernidad» -¿cuántas veces escucharon este término en las últimas décadas?- es un camino irreversible y necesario. Que es lo que garantiza la supervivencia del club. Que es así o de ninguna otra manera. Que el papel de un «buen cordobesista» es dejar hacer a los que mandan, que para eso cobran, y animar al equipo de modo incondicional, tragándose el espíritu crítico y asumiendo los postulados oficiales de unos rectores que infantilizan –muchos se lo ponen fácil, es más cómodo y lucrativo- al cordobesismo y lo usan como decorado de su negocio o como herramienta de presión ante los poderes públicos. Esto es lo moderno. Que parezca que va todo fantástico. Eslóganes manidos, Instagram, X y Tik Tok, argumentarios acríticos, un partido a la semana, paga, canta y vamos que nos vamos.
Ya tiene setenta
No es solo aquí, ojo. Pasa en todos sitios. Lo que ocurre es que en Córdoba vamos tarde y hay que pegar un acelerón. Eso dicen quienes ejercen hoy –mañana quién sabe-como guias del destino de un Córdoba CF que cumplió setenta años sin que nadie soplara velas. Eso es cosa de antiguos. Da la impresión de que nadie sabe o quiere saber de dónde venimos, cuál ha sido el camino y por qué el club de fútbol no se ha hundido jamás –pese a coleccionar calamidades- y sigue siendo un emblema de la ciudad. No es porque vinieron de lejos a salvarlo.

Pepe Escalante, en el centro del corro, da instrucciones a los Veteranos del Córdoba CF. / CÓRDOBA
La explicación la tienen quienes sienten al Córdoba como a uno más de su familia, los que traspasan esa devoción al escudo a través de generaciones, los que no echan cuenta de las redes sociales para armar su arsenal de latiguillos y siguen haciendo colas en verano para sacarse el carné de abonados, los que estuvieron contra el Daimiel y contra el Real Madrid, en la Copa del Rey frente al Barça de Messi y en la Copa Federación ganada al Guijuelo. Son muchos miles. No están metidos en ningún colectivo organizado, no acuden a las sesiones de networking. Son la gran legión del cordobesismo. Los que se presentan en El Arcángel a ver al Córdoba ante quien sea, lo mismo da. Los que alguien llamó un día «clientes» y se montó una revolución social de consideración y que a día de hoy son tratados como tales sin que (casi) nadie levante la voz.
Cuando los simbolos cambian su nombre
Estamos viviendo en directo una singular transición, un periodo de turbulencias en el que los símbolos pierden su nombre y su sentido, el contacto con el equipo se reduce al tiempo por el que se ha pagado –un carné, una entrada-y la superficialidad y el postureo se imponen como munición de fogueo en debates insustanciales.
Las últimas semanas traen una nueva esperanza para el cordobesismo en dos frentes: los veteranos y los noveles. Las actividadades sociales de los exjugadores blanquiverdes, con el liderazgo de varios iconos que centellean en la memoria colectiva del cordobesismo, garantizan que la historia puede seguir siendo guardada por quienes la han vivido. Esté quien esté, sin cultos a la personalidad más allá del respeto que se merecen todos aquellos que, en algún momento de su vida, han defendido la blanquiverde. Ya sea en tiempos oscuros -la mayoría- o luminosos, mascando la tragedia o apuntándose en el historial alguno de esos logros extraordinarios que adornan las vitrinas de los humildes: ascensos y salvaciones.
A la Asociación de Veteranos se une la remodelada Federación de Peñas, que ha dado un nuevo aire a su junta directiva con el ingreso de aficionados con muchas horas de vuelo –su presidente es ahora José Luis Llergo- y un sector joven que ya ha visto lo suficiente como para endurecer el pellejo y entender que su misión va más allá de cantar en una grada. Tanto un colectivo como otro están «apadrinados» por el propio club, que les da amparo y medios. Faltaría más.
Lo ideal sería que veteranos y peñistas fuesen conscientes de la trascendencia de su papel. Que seguramente no debe ser estar dentro del club, sino siempre al lado. Lo sano es compartir sentimientos desde la independencia. Sobre todo porque hay quienes están de paso y quienes se quedarán para siempre. Yo quiero que sean esos los que cuenten la historia del Córdoba.
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