La receta es clara. Cada filial, al principio y al término de una temporada, arranca y culmina con un doble objetivo: alcanzar la mejor clasificación posible en su propio campeonato, a la par que nutrir de los mejores talentos de la cantera a la primera plantilla. En lo relativo al Córdoba CF y el Córdoba CF B esa tarea ha logrado cumplirse de forma notable durante las últimas temporadas, aunque sin alcanzar la excelencia, que queda todavía a un paso. Ninguno de los abanderados de la factoría cordobesa, de esta forma, ha conseguido hacerse con un hueco sólido en los esquemas del primer equipo durante el histórico reciente de la entidad, salvando casos aislados y desmarcándose de tiempos en los que el conjunto califal se mantenía como una factoría de jugones alimentada por la efervescencia de su cuadro dependiente.
Una vez cerrado este curso 2022-2023 para sendas escuadras, así, el escenario se mantiene en los mismos cauces, escaso de referentes y sin una promoción clara ni continuada de los futbolistas llamados a escribir los próximos capítulos del futuro blanquiverde, o al menos a hacerlo de forma prolongada en momentos que exigen un paso adelante -y cierta frescura- desde la misma base.
La hornada de la 2020-2021
Si toda regla ampara una excepción, la del curso 2020-2021 sería la que confirma la hipótesis de los últimos años. Un ejercicio que sirvió como aceptación y adaptación a la nueva realidad cordobesista, cimentada tras el descenso en Segunda División dos campañas atrás y el no ascenso en la consecutiva, que se quedó a medias. Durante dicha temporada, en Segunda División B, se produjo el posterior cambio de formato en las categorías y el aciago descenso a la Segunda Federación, de la mano de una agrupación que tampoco dio con la tecla ni con Juan Sabas ni Pablo Alfaro y a la que, en última instancia, le faltó tiempo de reacción con la llegada de Germán Crespo a la sala de mandos.
Fue un ejercicio, no obstante, marcado por la destacada influencia del filial en la primera plantilla, en la que lograron instalarse varios de sus talentos. La escalada de Crespo en el banquillo tras la destitución de Pablo Alfaro dio alas a ciertos de los nombres de confianza en el segundo plantel, con la irrupción de algunos como Luismi Redondo (356’), Ricardo Visus (35’), Julio Iglesias (49’) y Álex Meléndez (21’), mano a mano con el preparador granadino y un Carlos Puga (156’) que hasta la fecha se mantuvo como el único de aquella hornada que consiguió hacerse con un puesto en el vestuario hasta la actualidad, pese a las circunstancias.
En otra línea, eso sí, figuras como las de Alberto Salido (5’), Diego Domínguez (19’) o Fran Núñez (24’) también contaron con esporádica participación en los planes del equipo antes del descalabro y descenso a la cuarta categoría nacional, mientras que Marcelo Dávila y Javi Romero completaron el elenco mediante las convocatorias -estos dos últimos sin debutar-, elevando la cifra hasta el total de diez futbolistas -ocho con minutos- en condición de segundo equipo que lograron foguearse de la mano del primero a lo largo de la temporada, que concluyó arrojando un contexto preocupante: un paso más lejos del fútbol profesional, sin referentes y tan solo con un puñado de jóvenes inexpertos como único soplo de aire fresco en una etapa convulsa.
El curso 2021-2022, récords y nuevos nombres
Lo siguiente, de esta forma, fue un año marcado buenamente por los éxitos deportivos en el sótano del fútbol español, la Segunda RFEF, durante un curso 2021-2022 en el que equipo adiestrado por Germán Crespo hiló una temporada sobresaliente -casi obligada- para volver a los aledaños del profesionalismo a ritmo de récord. En lo relativo a la influencia del segundo equipo, la tasa de agentes dobles se redujo ligeramente -iniciando una línea descendente-, con la incorporación definitiva a la primera plantilla de algunos como Luismi Redondo, Visus, Julio Iglesias y Carlos Puga, junto a Meléndez -que poco después decidió retirarse del fútbol por lesión-, aunque sin la misma aportación en la entonces renovada segunda escuadra blanquiverde, que se quedó sin varios de sus puntales.
Dentro del nuevo elenco en el filial, así, algo reformado tras la marcha de numerosos estandartes, destacaron nuevos nombres como Christian Delgado (273’) y Ale Marín (166’), protagonistas dentro de una nueva hornada en la que solo Manuel Ortiz “Manolillo” (18’), Rafael Castillo (20’), Tala (95’) y Abreu (20’) consiguieron gozar de minutos bajo la mano de Crespo. En lo referente a Delgado y Marín, sin embargo, su aportación pasó de puntual a considerable durante diversas fases de la campaña, bien por las lesiones o por las exigencias de la competición, entre las que el mediocentro algecireño consiguió hacerse con un hueco titular en ciertas ocasiones y el sevillano firmar una recta final goleadora que incluso puso en entredicho su posterior marcha de la entidad con rumbo al Antequera, una vez abandonada la condición de sub-23 durante el pasado año.
En lo demás, la cuota se vio completada por la aparición de Lluís Tarrés, Valtteri y Alejandro Barea en las listas -sin debutar-, dejando la cifra total en nueve participantes -seis con minutos- del segundo equipo con el primero a lo largo de la campaña, aunque sin el mismo peso en intervenciones ni la promoción confirmada de ninguna de las piezas -como en la anterior lograron Redondo, Visus, Iglesias o Puga- hacia el primer plantel para lo venidero.
Un año «en blanco»
De vuelta a la extraña actualidad, en la que el Córdoba CF no pudo pasar de la permanencia en Primera RFEF, mientras que el Córdoba CF B se quedó a las puertas del ascenso a Segunda RFEF, la tesitura en cuanto a generación de oportunidades mantuvo la línea descendente, aunque con una reducción palpable. Tan solo Christian Delgado (70’) -que el próximo curso pasará a ser parte del plantel en la división de bronce-, de la mano de Germán Crespo, contó en los planes del primer equipo sobre el verde durante la temporada al completo, como único futbolista del filial con minutos a lo largo de la campaña regular.
Ese fue un evidente giro de guion respecto a la filosofía del club y la del propio preparador granadino, conocido por apostar por los jóvenes talentos de la cantera, que también se mantuvo con el desembarco de Manuel Mosquera en la dirección blanquiverde durante el último tramo, en el que ningún otro jugador del filial consiguió estrenarse pese al contexto propicio -sin nada en juego- de los últimos enfrentamientos. Como balance, también síntoma, la importancia e incidencia del Córdoba CF B en el engranaje del conjunto nodriza se diluyó de forma diametral, recogiendo nombres como Geovanni Barba, Tarrés, Castillo, Manolillo, Jan Reixach y Adrián Turmo en algunas de las convocatorias, aunque sin minutos.
Un escenario que se alió con la falta de continuidad, la exigencia de la competición, los objetivos truncados y la mala dinámica enquistada, ingredientes finales de una tormenta perfecta para dar lugar a un año «en blanco» también en lo relativo a las relaciones entre el primer equipo y su filial, con solo un futbolista empleado, seis totales convocados y pocas buenas nuevas tras un ejercicio torcido.