LA CONTRACRÓNICA

El Córdoba CF sigue encallado en Primera Federación: un cero más

Los blanquiverdes enlazan la cuarta jornada sin marcar gol y se sostienen en la zona alta de una clasificación cada vez más comprimida

Jugadores del Córdoba CF aplauden a los aficionados blanquiverdes en el Reina Sofía.

Jugadores del Córdoba CF aplauden a los aficionados blanquiverdes en el Reina Sofía. / Francisco Fernández

Francisco Merino

Francisco Merino

Se le ha puesto un panorama curioso al Córdoba CF, que anda buscándose a sí mismo jornada a jornada, en su casa y en la ajena. En Salamanca lo hizo mejor que la semana anterior ante el Celta B. No ganó. Tampoco marcó. Se llevó, eso sí, un punto en la maleta. Quien quiera celebrarlo está en su derecho. Pero parece claro que la tendencia ha cambiado: antes se perseguía la alegría y ahora se anhela el alivio. O el consuelo rácano de señalar que a uno le va mal, pero que a otros les va peor. O pensar que el bache -socavón más bien- actual de resultados y rendimiento es un asunto transitorio, que se desvanecerá en cualquier momento al calor de una victoria. 

Este Córdoba ha perdido fútbol y seguridad. Los rivales no han tardado en darse cuenta y, como es natural, se le echan encima y le pierden el respeto. El equipo de Crespo se ha metido en un bucle. Entre pensar que aquí no pasa nada o que todo el plan se va al traste hay un punto intermedio. Ahí pretende apuntar un equipo repleto de dudas, que tendrá que asumir que debe transformarse para salir airoso del desafío que le espera. 

Una clasificación que defender

Aún no ha perdido lo que tenía, que vale mucho: un prestigio bien ganado y una posición en la clasificación que defender. Pero ahora con otras piezas y de otra forma. Es inevitable. Las fórmulas deben adaptarse a las necesidades. La Liga le exige mucho más al Córdoba, al que ya se le ha agotado el granero de su formidable arranque -aquel quince de quince- y que tiene un plantel reformado: salieron seis piezas y entraron otras tantas. Se entiende que los nuevos llegan para dar al Córdoba una dimensión más potente. Lo de antes ya no le alcanza. La única forma de repetir el guion es con los mismos actores y eso ya no es posible. Ni siquiera deseable porque, a la vista está, no resulta útil.

El presidente, Javier González Calvo, con Juan Villar antes del partido.

El presidente, Javier González Calvo, con Juan Villar antes del partido. / Francisco Fernández

Ese empate en Salamanca de poco lustre, arañado con esfuerzo ante un Unionistas que se empleó con la fiereza esperada, le sirve para sostenerse dentro del grupo de cabeza y hacer que su evidente caída -cinco puntos de los últimos 21- no se haya convertido en un desastre. Tiene al líder, el Alcorcón, tres puntos por encima. Este fin de semana le superó -por primera vez desde que arrancó la Liga en agosto del año pasado- el Dépor y también lo hizo el Real Madrid Castilla, que será el próximo visitante de un Arcángel en el que se augura un récord de asistencia esta temporada. El escenario será de órdago. 

La Liga le exige mucho más al Córdoba, al que ya se le ha agotado el granero de su formidable arranque

Al Córdoba CF le metieron fuertemente el bisturí en enero, pero las reformas apenas se dejaron sentir en el once inicial que Germán Crespo opuso al Unionistas en el Reina Sofía. El granadino casi calcó el que jugó en agosto del año pasado en la primera jornada de la Primera Federación, apalizando con un 4-1 a la escuadra salmantina. José Ruiz -en lugar de Carlos Puga, titular entonces y este domingo en el banquillo- y Antonio Caballero, el primer fichaje de invierno, supliendo al capitán Javi Flores, eran los únicos cambios. Ese «revival» blanquiverde vino a confirmar una certeza: ni el Córdoba de ahora es el mismo ni su rival, el Unionistas, se parece al que sucumbió con rotundidad bajo los calores del verano en El Arcángel. Ahora están más cercanos en la tabla y en el juego. La liga tiende a igualar a los vecinos; todos se conocen, ya casi nada sorprende. «El partido pudo ganarlo cualquiera de los dos», admitió el entrenador cordobesista al final del partido. Hubo situaciones de riesgo en ambas áreas. En la del Unionistas se produjo una que pudo alterar el rumbo del choque: un latigazo de Miguel De las Cuevas sacó astillas del poste y, atento al rechace, Antonio Casas remató entre los tres palos... justo en donde estaba Salva de la Cruz. El meta le sacó un rato después un mano a mano al rambleño, que llegó a felicitarle por su acción.

Lo de reencontrarse con el gol se está convirtiendo en obsesión. Con el mejor artillero lesionado -a Willy Ledesma le quedan aún un par de semanas-, Casas se pelea hasta con su sombra y en su afán se le suman los que acaban de aterrizar en la ciudad. Marco Camus y Juan Villar acabaron saliendo ayer para intentar desastascar el asunto, pero no hubo manera. De las Cuevas hizo lo que buenamente pudo. Kike Márquez se quedó en el banquillo, como Javi Flores. El ataque del Córdoba ha ido derivando en eternos uno contra uno, exprimiendo unas bandas cuyos integrantes están sobreexplotados y vigilados con saña por los adversarios. A Carracedo lo frenan sin miramientos y a Calderón lo tienen frito. Nunca tuvo más trabajo en su vida. Simo, directamente, anda desaparecido.

El Córdoba lleva cuatro partidos sin firmar un gol... ¡y sigue siendo el equipo máximo goleador de la categoría! Así están las cosas. Los blanquiverdes están viviendo de las rentas, que se agotan. Los cambios en el mercado invernal deben darle la llave para recuperar la identidad y volver a ser productivo. Las sensaciones no dan de comer.

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