Empezar la temporada recibiendo un trofeo puede resultar estimulante para quien esté habituado. En el caso del Córdoba CF, la sensación -en el club y en en entorno- entra directamente en el terreno de lo lisérgico. En los prolegómenos del partido ante el Unionistas de Salamanca, el capitán blanquiverde, Javi Flores, recogió de manos de Pablo Lozano, presidente de la Andaluza (RFAF) y directivo de la Española (RFEF), la copa de campeones del Grupo 4 de la Segunda RFEF. Este entorchado se añade a la Copa RFEF, conquistada en noviembre del año pasado, por lo que las vitrinas blanquiverdes han tenido que volver a engrasar las bisagras tras abrirse después de largo tiempo.
En la grada se desgañitaron en vítores y aplausos con el refrendo, en forma de metal tallado, de lo que fue una campaña formidable en números y sensaciones. El curso 21-22, posiblemente la encrucijada más trágica en la historia del club, terminó repartiendo sonrisas y esperanza. Las letras de los cánticos de la hinchada que piden ver a "un Córdoba campeón" se hicieron realidad en un campeonato abisal, sin encanto, en el que las exhibiciones blanquiverdes fueron un sostén emocional en tiempos duros.
El Córdoba CF fue, de largo, el campeón de campeones en la Segunda RFEF porque no hubo ningún otro primero de grupo que pudiera rivalizar con sus registros. Los de Germán Crespo cerraron con 82 puntos -tres más de contabilizar los perdidos en Maspalomas ante el San Fernando por alineación indebida-, diez más que el Osasuna B, campeón del Grupo 2 con 72 puntos. Por otro lado, ni Pontevedra, con 65 puntos; ni Numancia, con 62 puntos; ni Intercity, con 66 puntos, fueron capaces de seguirle el ritmo. Todos ellos recogieron también su copa de campeones de grupo, aunque en la casa blanquiverde tienen el título honorífico de haber sido los más destacados.
El palmarés del Córdoba CF contempla la conquista del título de campeón en Segunda (61-62), Segunda B (94-95 y 96-97) y Tercera División (55-56). Casi un cuarto de siglo después de ser primero en el grupo 4 de Segunda B, el cuadro de El Arcángel logró en la 21-22 un doblete inédito para barnizar una temporada en la que deportivamente tocó el suelo con la categoría más baja en la que jamás intervino. Ahora está en pleno proceso de redención y escalada hacia la zona que marca la entrada en el fútbol profesional. Y no le va nada mal.
