El anhelo de los aficionados del sector más duro del Córdoba CF, convertir el estadio en una caldera, se hizo realidad sin que tuvieran que montar un tifo ni ensayar nuevos cánticos. Bastó la ola de calor para transformar El Arcángel en una olla hirviente. Asistir a un partido amistoso en plena canícula del agosto cordobés ya es una prueba de resistencia física importante. Hacerlo, además, con aviso rojo por episodios de temperaturas extremas supone un sacrificio que muchos abonados asumieron como parte del ritual. Esto es el Córdoba. Esto es Córdoba. Algunos decían que era «normal» que en verano se pasara calor en esta ciudad. Muchos les miraban con un gesto raro. Lo de la tarde-noche del viernes 13 puede ser un capítulo que deje marcado el recuerdo de quienes lo vivieron. Tanto en la grada como en el césped.

Las puertas se abrieron a las 20.00 y apenas unos minutos después ya había un par de valientes sentados en el Fondo Norte. Lo de la pasión infinita es una gran verdad. Lo de la paciencia, también. A más de una hora para el inicio del partido, ya estaban asándose en su asiento. 

«¿Cómo es posible que no hayan suspendido el partido?», se decían entre sí algunos abonados que, paradójicamente, habían salido de su casa para dirigirse precisamente al horno de El Arcángel sin cuestionarse ante sí mismos lo mismo que criticaban. También se acordaban de los jugadores, que padecieron en el terreno de juego la altísima temperatura, superior a los cuarenta grados, teniendo que ejercer su profesión. 

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Las imágenes de una jornada de calor en El Arcángel Manuel Murillo

Una experiencia dura, pero una más para unos futbolistas que tienen que desempeñar su trabajo en todo tipo de climas: con frío polar o con calor africano, con lluvia o viento. Esta vez les tocó despachar la jornada tragando aire caliente. «Como si te apuntaran con un secador en plena cara», decía una aficionada sudorosa y, sin embargo, feliz de poder ver a los suyos. Las gradas se abrieron en su totalidad, incluyendo Preferencia y fondos, ya que se permitía la entrada de un 40 por ciento del aforo. Los más de siete mil abonados tenían la posibilidad de entrar -más el público que adquiriera una localidad, hasta mil-, pero El Arcángel no contó con ese número. Ni mucho menos. No era el día más adecuado, en medio de un puente festivo y con unas recomendaciones por las altas temperaturas que daban algo más que respeto. Los que fueron no olvidarán este día, cuando El Arcángel fue, de verdad, una caldera.