Todavía es posible que la temporada 20-21 se quede para el Córdoba CF solo en un fracaso. Desperdiciar en La Línea el último escenario favorable -dicho esto con todos los matices, obviamente- para aferrarse a la vida hubiera sido una herejía por parte de un equipo que sacó a relucir una versión desconocida y tremendamente eficaz de sí mismo. Por vergüenza, por compromiso, por presión o por lo que fuese, el Córdoba CF hizo lo que debía cuando debía de hacerlo. La pregunta es si no será demasiado tarde, aunque el simple hecho de poder respirar cuando se cernía la oscuridad absoluta significa un paraíso. Fue lo nunca visto, literalmente. Jamás en 67 años de historia había logrado en ningún partido oficial marcar cuatro goles antes del descanso como visitante. Habituado a que le remontaran, al miedo a conservar ventajas mínimas y a la maldición de los finales enloquecidos, el Córdoba se bajó del autobús con una consigna y un plan. Lo cumplió de un modo brutal y exagerado, sin dejar espacio a la duda. Ganó bien y encontró placer en la necesidad.

Vaya vendaval. En poco más de media hora, los blanquiverdes habían destrozado al líder y ya ascendido Balompédica Linense, cuyos aficionados fueron llamados al estadio para vivir una fiesta y terminaron huyendo espantados al ver a los suyos en medio del ridículo. En Córdoba, los más fieles de la desvencijada tropa blanquiverde derramaban el café o el cacharro dando saltos delante de la pantalla viendo por Footters una exhibición de poder y pegada sin precedentes en este curso. Qué cosas pasan. Al final, Alfaro tenía razón.

Aún debe pasar otra cosa más: que el Córdoba CF venza en El Arcángel al Cádiz B, colista desahuciado, y que el Sevilla Atlético no lo haga ante la Balona el domingo que viene. La última jugada a la ruleta rusa, el capítulo que cerrará una campaña delirante, en la que muchos abonados del Córdoba no han visto un solo partido en vivo y tendrían problemas para reconocer a los futbolistas. Que no ascender es descender es algo que sí sabe todo el mundo, más allá del modo en que se quiera edulcorar el discurso para que la realidad amargue menos. Así que ya está el Córdoba en un lugar en el que históricamente se ha sentido realizado: una última jornada en la que no hay vuelta atrás buscando una hazaña, un milagro o como quieran llamarlo.