Recibía el Eibar en Ipurúa a un Córdoba que llevaba una racha, cuanto menos, aceptable. Si no buena. Los eibarreses no ganaban desde el 7 de septiembre y, si tenían dudas, las disimularon muy bien. El Eibar se agarró a lo que sabe. Ser lo que es. Y además con la ayuda de su casa, esa que tiene (según José González) 500 metros cuadrados menos que cualquier otra. Los vascos dirán como el solterón que tiene un hogar más parecido a una caja de cerillas que a eso, a un hogar. "Pues a mí me vale, menos que tengo que limpiar". Traducido al fútbol en esta categoría de plata en la que todo se descuadra por pequeños detalles , "aquí juegan todos y la mayoría hacen lo mismo que yo".

Eso recordó el técnico del equipo eibarrés a la conclusión del encuentro. Que muchos hablan de ese campo, pero que luego hacen precisamente lo que dicen que va a hacer el Eibar. Y no le faltó razón el filósofo Pouso, que como si de Sartre se tratase, explicó que su equipo ganó porque marcó un gol. Algo que los blanquiverdes tienen atravesado en el cuello, perforar la portería rival.

Así pues, se encontraron dos rachas contrapuestas. Si los vascos llevaban cinco jornadas sin ganar, el Córdoba llevaba las mismas cinco semanas sin perder. Y, además de filosofía, el Eibar parece que encontró inspiración espontánea cual vate abandonado por las musas durante mucho tiempo. Se plantó ante los de José González, inoperantes en ataque, y les dijo aquello de ¿cinco? Por las nalgas te la fijo.