Pasan nueve minutos de la siete de la tarde. En el pub Oriellys suena un tímido aplauso que rompe el silencio sepulcral con el que los gibraltareños han seguido en las pantallas de televisión la conexión con la BBC con el primer discurso del nuevo rey. El día ha sido largo y triste en el Peñón. El sol de riguroso verano y una temperatura por encima de los 30 grados distinguen a la colonia británica del Londres gris y lluvioso que despide a la reina pero «la pena», deja claro una señora, «la pena es la misma o más grande».

«Thank you for your lifetime of self dess service. We were your Roch, and you were ours!». Es el segundo mensaje que figura en el libro de condolencias abierto en el Convent, la residencia del gobernador, y lleva la rúbrica del ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo. Es un guiño a la respuesta airada de Isabel II cuando el rey Juan Carlos le pidió que el entonces príncipe Carlos no atracara de luna de miel con Lady Di su barco en Gibraltar. «Es mi hijo, mi yate y mi Roca», espetó la soberana.

Desde luego que la Roca, The Rock, como se conoce al Peñón, es isabelino hasta la médula. La cola de personas para dejar su pésame por escrito se acumula desde primera hora. Las flores a las puertas de la residencia oficial del gobernador, también. Este sábado 10 de septiembre, los ‘llanitos’, como se conoce a los habitantes de esta colonia, estaban dispuestos a celebrar el Día Nacional.

Las calles se acostaron engalanadas, con banderines rojos y blancos y se despertaron desposeídas de la fiesta. Los operarios se afanaron desde primerísima hora para que nada rompiera el luto tras la muerte de la monarca a 3.233 kilómetros, en el Castillo de Balmoral. Los escaparates de la calle comercial, Main Street, también se desvistieron de símbolos de la fiesta. Los camareros aseguran que les han dicho que nadie vista de los colores de la colonia este sábado. En Grand Casemates Square, una de las plazas más concurridas y céntricas, aún por la tarde terminan de desmontar el gran escenario que iba a festejar con conciertos el día grande del Peñón. En el quiosco ayer por la mañana muy temprano, Lourdes, 83 años, agotaba la prensa. Gibraltar Chronicle y el diario Panorama volaron del mostrador. Ella es una institución. Está en ese puesto con su hijo Stuart, que ha dejado su trabajo como comercial para jubilarse junto a su madre, pero desde muy pequeña ha estado allí vendiendo lotería y helados junto a su padre, que fundó el quiosco en el año 50.

Cuatro años después, Lourdes fue una de las ‘girl guides’, «como los scouts», que acompañaron a Isabel II en su «fascinante» visita a Gibraltar. Todas las personas mayores recuerdan con devoción aquel momento. La reina dejó de viajar pasado los 80 años tras sumar los kilómetros equivalentes a unas 42 vueltas al mundo, pero sin duda si hubo un viaje que marcó a este pequeño trozo de tierra, 7 kilómetros cuadrados (33.143 habitantes), fue la visita que les hizo dos años después de ser coronada, junto a su marido el Príncipe Felipe y sus hijos Carlos y Ana. Una visita que originó una grave crisis diplomática que acabaría en el cierre de la Verja por orden de Franco años más tarde.

Lourdes, cuya familia vivió la dolorosa evacuación de Gibraltar en la Segunda Guerra Mundial, por lo que tardó cinco años en conocer a su padre, acompañó a la reina cuando plantó el árbol de Alameda Gardens, que aún hoy vive para rendir culto a una reina adorada por los gibraltareños. «Era muy buena, muy buena, estamos muy triste», asegura una señora elegantemente acicalada para dar su adiós a Isabel II. «Yo la vi cuando vino, aquello fue glorioso», dice con su collar de perlas y asegurando que tiene 92 años «y toda una vida a la par de ella».

Los niños salen del colegio con uniformes y perfecto llanito en sus expresiones, una mezcla de inglés y andaluz única en el mundo. Hay turistas y mucha gente con bolsas que aprovechan para hacer compras porque hasta el martes la mayoría del comercio permanecerá cerrado. La lotería que se iba a jugar este próximo martes no se sorteará hasta el día 28 de septiembre. El luto de diez días se queda corto. La operación London Bridge se cumple a rajatabla bajo un sol que no perdona.

«Lo he sentido muchísimo. Tengo 76 años y no he conocido a otra reina. Ha sido mi referente», dice otra mujer que ha venido con su marido a honrar su memoria. Lo tienen muy claro: «Esto no se va a mover. Que se lo quiten de la cabeza. Que a mi España me encanta, pero en Gibraltar vivimos muy bien, muy bien», asegura sobre la posibilidad de que el estatus de la colonia cambie con el nuevo rey Carlos III. «Ella fue muy buena reina. Ha mirado siempre por Gibraltar. Hemos vivido muy bien con la reina y él tiene la escuela de su madre. Lo habrá dejado preparado», asegura esta vecina.

Mohamed, James para sus vecinos, viste chilaba blanca y viene de la mezquita. Hace 52 años que llegó al Peñón y solo tiene palabras de agradecimiento. «La reina entendía el Corán», dice otro musulmán que la acompaña. «Ha sido muy buena señora». El primer rezo ayer viernes, el día sagrado y de ir al templo, fue una plegaria por Isabel II. La mezcla de religiones y razas se nota en la calle. Una importante colonia judía convive con católicos, musulmanes, hindúes, bahaíes…

Gibraltar es un crisol de culturas y religiones que trata de ser muy británica en sus costumbres. A las cinco dos señoras toman el té en un bar de nombre latino. Los nietos de Sue la acompañan. Los niños viven en Gibraltar, donde se trasladó a vivir su hija por su trabajo en una entidad financiera. Ella está aquí de vacaciones. Admite que está «muy triste» aunque lo esperaba. «En los últimos tiempos había disminuido, aunque nunca dejó de ser una gran señora», dice mientras gesticula con las manos, expresando que la reina estaba consumida desde meses atrás.

«Parecía diferente», dice, para agregar que diferente de verdad será su hijo. «No volverá a ser nunca lo mismo», dice mientras deja escapar un suspiro. No quiere entrar en detalles del por qué. En Gibraltar no lo ocultan. Querían a la reina por encima de todo pero también a Diana de Gales, que conquistó el corazón de estos ciudadanos cuando los visitó en su luna de miel. Sus vestidos de aquella ocasión, uno amarillo y otro rosa, aún son recordados por las dependientas de una de las muchas perfumerías, que junto a joyerías, son las reinas de la calle comercial.

Las salvas en el Puerto, con 96 cañonazos por cada año de la reina, pusieron el sonido al día después en el Peñón. El ministro principal, Fabián Picardo, tomó la palabra para dar una sorpresa a su pueblo. Leyó el mensaje de afecto que la soberana había enviado para celebrar el Día Nacional de este sábado. «A lo largo de los años he visto prosperar Gibraltar como una comunidad multicultural y multiconfesional, orgullosa de su rica historia», arranca la nota que firma como Elizabeth.

«Todo Gibraltar está hoy bajo un manto de dolor», dijo el primer ministro en su mensaje televisado en la GBS, la televisión del Peñón, que lleva buena parte del día emitiendo la señal de la BBC. Hoy a la una de la tarde 21 cañonazos celebrarán «la coronación del nuevo rey de Gibraltar». Al ministro principal, la muerte de la reina le obligó a volver precipitadamente de Londres, donde había acudido a reunirse con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores para abordar el Tratado que definirá el estatus de la colonia británica tras el Brexit.

Si hay incertidumbre y vaivenes políticos en Reino Unido aquí tampoco será fácil la transición. «Gibraltar era SU Roca. Ella fue nuestra roca en tiempos difíciles», concluyó Picardo. Hoy la Roca está aquí pero ella no.