Lo de ayer da qué pensar. Las mayorías absolutas han vuelto. ¿Quién lo hubiera dicho hace solo unos meses? Y han vuelto por Andalucía, pero no a favor del PSOE, que ha tenido allí su gran feudo durante casi 40 años, sino a favor del PP de Juanma Moreno Bonilla. O el mundo se ha vuelto loco o se están produciendo movimientos sociológicos que están pasando desapercibidos.

Lo de ayer deja un mensaje principal: el voto del miedo a la ultraderecha no se ha ido a la izquierda, sino a un PP moderado. Significa que votantes tradicionales socialistas han dado su apoyo al PP. Y significa que la opción que la sociedad ha visto más útil para parar a la extrema derecha ha sido la de la seguridad, estabilidad, gestión, moderación y templanza que ofrecía Moreno Bonilla.

¿Qué traslación puede tener lo de ayer en la Comunitat Valenciana? Como es habitual, la lectura va por barrios. El PP tiene fácil asir la bandera del cambio de ciclo, porque es un hecho en los últimos comicios autonómicos. Pero el president Ximo Puig y los suyos pueden ponerse en el papel de Juanma Moreno y atribuirse los rasgos que le han dado el triunfo: gestión, estabilidad, moderación… Este es el marco que sale ganando y en la C. Valenciana lo representa Puig y no un poco conocido Carlos Mazón. Es el mensaje al que puede agarrarse el socialismo valenciano para combatir la desesperanza.

Porque lo que queda hasta las elecciones valencianas (previsiblemente dentro de algo menos de un año) va a ser también una lucha emocional. Es así porque la valenciana es la comunidad que posiblemente mejores indicadores económicos y expectativas pueda presentar en estos momentos con el éxito de la gigafactoría en Sagunt. La cuestión es si esa realidad, que aún no es porque la factoría no ha empezado a producir empleo, va a tener consecuencias electorales. Porque puede quedar en nada si se consolida un panorama en el que se mezcla, por un lado, un clima de cambio de ciclo, con desánimo en la izquierda y euforia en la derecha, que viene advirtiéndose de Madrid y Galicia a Andalucía. Por otro, un horizonte económico mundial enrarecido, con inflación elevada, tipos de interés al alza y lo que eso significa sobre la deuda. Y como tercer elemento, una atmósfera política valenciana en ebullición a partir de la situación judicial de la vicepresidenta, Mónica Oltra.

Por tanto, desde la noche de ayer la presión es mayor sobre Puig para hacer regresar la política valenciana a los parámetros de buena gestión, solvencia y estabilidad. El mensaje también debería calar en la cúpula de Compromís, pero después de la fiesta del sábado alrededor de su líder es difícil calcular el tiempo de bajada a la realidad práctica. En función de cómo reaccione la coalición, Puig tiene hoy más peso sobre sus espaldas de cara a tomar decisiones.

Porque lo de ayer deja también un aviso a la izquierda, vieja y nueva. A la vieja (PSOE) por dar por hecho que el territorio (Andalucía, en este caso) es socialista por naturaleza. Y a la nueva (Unidas Podemos y Compromís, en el lado valenciano) por creerse que está en el cielo y que puede presentarse dividida, peleada y casi sin candidatura y obtener un buen resultado.

Lo de ayer deja además una incógnita: cómo va a reaccionar Pedro Sánchez. La experiencia dice que no es de esperar a verlas venir. Más allá de nombres, son esperables giros políticos. La C. Valenciana es, hoy más que ayer, el gran territorio de la izquierda y la mayor comunidad gobernada por un socialista. Se debería notar más en las políticas del Gobierno central de cara a retener el ‘gran’ feudo actual. Y esa es la presión que el PSPV deberá ejercer ahora.

Porque conquistadas Madrid y Andalucía, el tercer gran caladero de votos para el PP ha de ser la C. Valenciana. Y el asunto de Oltra da argumentos añadidos a Alberto Núñez Feijóo para dirigir su atención a un territorio que ahora verá más cerca ganar, aunque sea con pactos con la extrema derecha.

Ese horizonte es uno de los focos de esperanza para el Botànic, ya que la alternativa al gobierno valenciano de Puig con Compromís y Unides Podem solo es previsible que sea (es lo que se ve en las encuestas) un bloque de derechas con Vox en la ecuación. Pero, tras lo de ayer, el PP se va a centrar en ofrecer la vía andaluza como la forma de excluir a la ultraderecha.

Lo de ayer también pone a Ciudadanos ante el espejo, quizá más afectado que nunca por el voto útil. No es descartable que se aceleren los puentes hacia Mazón.

Y lo de ayer también deja un mensaje interno en el PP y que refuerza a Feijóo: al final la opción moderada y centrada de Bonilla (y de Feijóo) sale mejor parada que la más radical de Isabel Díaz Ayuso.