Decía Juan Espadas, el candidato del PSOE a la Junta de Andalucía, el hombre elegido por Pedro Sánchez para intentar recuperar el poder en una federación fetiche para el partido, que había que tirar las encuestas "a la papelera" este 19-J. No sucedió eso. Las urnas confirmaron el vuelco histórico y social que pronosticaban todos los sondeos, otorgaron la mayoría absoluta clara a Juanma Morenoliberándole de la dependencia de Vox—, y arrebataron al PSOE su condición de primera fuerza y de formación hegemónica. Un golpe directo y severísimo al pulmón de una formación centenaria. Los electores dieron la espalda con nitidez a quien gobernó la Junta durante 37 años, aunque no le humillaron por completo: su suelo cedió algo más (hasta los 30 escaños, tres menos que hace cuatro años), pero no se desplomó, como sí indicaban los últimos estudios, los conocidos en esta noche electoral. Fue precisamente ese pequeño consuelo el que daba autoridad a Espadas para adelantar que se quedará como jefe de la oposición en los próximos cuatro años.

No dimite ni cederá el liderazgo del partido en Andalucía, y Ferraz le respalda. El argumento es el mismo: solo ha tenido "siete meses" para construir su alternativa, y ahora tendrá cuatro años por delante para forjarle y recuperar la confianza de los ciudadanos. Eso no quita para que los datos, los peores de la historia en su inequívoco bastión electoral, sean leídos como un rotundo aviso a Sánchez a menos de año y medio de las generales y a once meses de las decisivas locales y regionales. El mensaje era y es turbador para el PSOE. El motor se gripa y falla el corazón: Andalucía.

Los socialistas apenas podían encontrar resuello en las cifras de estas elecciones autonómicas del 19-J, peores que las que dejó Susana Díaz en unos comicios que ya fueron catastróficos. La derrota era esperada, pero no con semejantes proporciones. En absoluto. Espadas obtuvo, con el 99,68% escrutado, más de 883.000 sufragios, unos 127.000 menos que en los comicios del 2 de diciembre de 2018. Se deslizaba así a un territorio desconocido, por debajo del millón de votos, algo que jamás había ocurrido. Pero es que el de este domingo fue, sin dudas, el peor resultado en toda su historia del PSOE-A: nunca había sentado en el Parlamento andaluz a solo 30 diputados, nunca le había sacado el PP 28 actas. Nunca había sido vencido en todas las provincias. Nunca jamás había perdido Sevilla, su plaza clave e inexpugnable. Los populares, con 58 parlamentarios (tres por encima de la mayoría absoluta) y 1,58 millones de votos (el 43,13%), aventajaban a los socialistas en más de 19 puntos y 698.000 papeletas. Y encima no necesitarán a Vox para gobernar, arruinando así el mensaje del PSOE de que el PP (el PP de Alberto Núñez Feijóo, añaden) se ata a los radicales para lograr el poder.

En porcentaje, el 24,09% era también la peor marca de todos los tiempos. Espadas, por tanto, cae por debajo del resultado de su antecesora, Susana Díaz, y firma un desastre total. A prehistoria sonaban los 66 diputados y el 52,56% de los sufragios de las primeras elecciones autonómicas, las de 1982, dos años después del referéndum que concedió a la comunidad la vía autonomista por la vía rápida y que sembró las victorias consecutivas del partido. El PSOE-A siempre quedó primero en la tabla en diez de los once comicios celebrados hasta ahora: todos menos los de 2012, en los que ganó Javier Arenas (por solo tres actas), pero no pudo gobernar por la suma de la izquierda. También fue golpeado severamente en municipios emblemáticos, como Dos Hermanas o Alcalá de los Gazules, ganados por el PP. El único respiro del PSOE en esta aciaga noche es que no se deslizó por debajo de la pendiente de los 30 escaños. Por los pelos. En definitiva, como reconocían desde el Ejecutivo, el resultado del PP había sido "espectacular". Una gesta incuestionable en 40 años de historia de la autonomía.

El PSOE, que había percutido una y otra vez el mensaje de que Espadas era el auténtico freno a la ultraderecha, se encontró con que era Moreno quien concentraba el voto útil y servía de valladar frente a Vox: tras zamparse a Ciudadanos (la formación naranja sale de la Cámara autonómica y su líder, Juan Marín, anunció su renuncia de todos los cargos orgánicos), el presidente detuvo el crecimiento la extrema derecha y de su candidata, Macarena Olona. La misma comunidad que hace cuatro años propulsó el fenómeno Vox es la que ahora pincha su globo. La izquierda alternativa, por su parte, se desangra: de sus 17 escaños anteriores, pasa a solo siete: los cinco de Por Andalucía y los dos de Adelante Andalucía.

En Sevilla y en Madrid, en sendas declaraciones sin preguntas de los periodistas, Espadas y Adriana Lastra, la vicesecretaria general del PSOE, achacaron los malos resultados a la "desmovilización" que había perseguido Moreno. "Cuando la participación es baja, la izquierda suele sufrir", lamentó el candidato. Pero en realidad la abstención este 19-J (41,64%) fue menor que la registrada en los anteriores comicios (43,44%). Espadas anticipó que no se irá: "Soy jefe de la oposición y ahí me van a encontrar en los próximos cuatro años, defendiendo los intereses de los andaluces. Vamos a hacer una oposición de Estado, contundente y eficaz para asegurar que también es democracia una oposición útil". La número dos de Sánchez agradeció al jefe del PSOE-A su "esfuerzo" en estas elecciones "diseñadas y convocadas por el PP contra él", pero el partido "no ha tenido tiempo suficiente para consolidar una alternativa", y ahora "podrá poner en marcha un proyecto fuerte para recuperar la hegemonía política". "Merece nuestro reconocimiento", remachó, dejando claro el respaldo de la cúpula federal.

"Tres territorios favorables"

En Ferraz desechan las lecturas nacionales y no creen que la estabilidad del Gobierno central quede tocada, ni tampoco mermado el liderazgo de Sánchez. Tampoco prevén cambios en el Ejecutivo. Lastra explicitó que la victoria de Moreno se debe al "camino diseñado" por el PP para "cambiar su imagen", convocando tres elecciones (Madrid, Castilla y León y ahora Andalucía) en "tres territorios favorables", pero su "balance es escaso", porque no ha ganado ninguna comunidad más y el PSOE "sigue liderando las encuestas nacionales". "En nuestra larga historia hemos tenido noches mejores que esta noche pero también momentos peores", animó la número dos.

El mensaje es claro: hay que blindar al presidente y pensar en la siguiente etapa, la que todo el partido considera clave: las autonómicas y municipales de 2023, que prevén ganar, porque su tesis es que los ciudadanos están premiando, tras la pandemia, a todos los presidentes (la excepción fue Catalunya, en la que venció el exministro de Sanidad Salvador Illa), y que cada vez más diferencian según la convocatoria. "Todos los gobiernos autonómicos se han consolidado y la gente discrimina mucho el voto", remarcan, recordando el mal dato de Díaz en 2018 que no se correspondió con el medio millón de votos más que consiguió Sánchez en las generales de 2019. Así pues, mayo de 2023 será el examen final antes de las generales de finales de año. Legislativas que, rubrican, no se van a adelantar.

De Andalucía el PSOE quiere pasar página cuanto antes. A diferencia de lo que ocurrió en Madrid, donde le sorprendió la debacle, aquí la dirección daba por hecho la derrota (no de estas dimensiones), y no quiere recrearse en ella. Considera, eso sí, que ha logrado "salvar los muebles", señalaban en la dirección federal, aunque esa incluso quizá sea una lectura demasiado feliz para unas urnas que han otorgado un triunfo histórico al PP. Aquel en el que pocos dirigentes querían creer.

En Ferraz se explicaba que la campaña no había ido nada bien, que Espadas no había logrado remontar el vuelo porque tenía todo en contra, y a fin de cuentas batió en primarias a Díaz hace un año y se hizo con las riendas del poderoso PSOE-A en noviembre de 2021, hace justo siete meses. El análisis es que la federación perdió mucho tiempo enredada en sus cuitas internas y dejó a Moreno asentarse y pulir su perfil de dirigente moderado.

Fuentes del Ejecutivo reconocían que ahora toca "explicar más" la acción del Gobierno y encender toda la maquinaria de cara a mayo. "No estamos en 1995", indicaban. Es decir, que el PSOE no se halla en el mismo punto que en aquel año, cuando perdió prácticamente todo el poder territorial en favor del PP y sirvió como anticipo de derrota en las generales de marzo de 1996. La gran duda es si esa necesidad de "impulso", de "cambio de dinámica" que incluso en la Moncloa ya avanzan, se traducirá en una remodelación del Gabinete, como demanda el partido (y como ya se ha instalado en él). En el círculo del líder insisten en que no habrá salidas y entradas de ministros. Pero el presidente siempre se cuida a la hora de mover sus fichas y le gusta buscar la sorpresa.

Sánchez, como acostumbra en elecciones autonómicas, siguió el escrutinio desde la Moncloa. Hasta la sede federal se desplazaron los números dos y tres de la cúpula, Adriana Lastra y Santos Cerdán, más el secretario de Acción Electoral, Javier Izquierdo y otros miembros de la ejecutiva, los ministros de la Presidencia, Hacienda, Sanidad y Ciencia, Félix Bolaños, María Jesús Montero, Carolina Darias y Diana Morant, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafa Simancas. Ferraz vivía otra jornada negra. Con la duda, que será persistente, de que si este aviso al partido será premonitorio de cara a las generales para las que faltan apenas año y medio. Las luces rojas en el PSOE, pese a la sarta de argumentos de la cúpula, se encienden.