Ese telefime de las 3.30 horas en el que ella le ha puesto 15 veces los cuernos a él, y él se desquita con su mejor amiga, aunque al final, por los hijos, se dan una segunda oportunidad. Ese telefilme en el que lo mismo el espectador se ha dormido una siesta de 40 minutos o de 400.000 votos, pero coge el hilo sin problema alguno al abrir el ojo, porque cuando todo parecía irse a pique, la pareja se besa y decide renovar sus votos en una ceremonia improvisada a la que asiste recelosa el resto de la familia. Ese telefilme, sobre el que pesa un continuará tan grande como la catedral de Toledo con C Tangana y la Peluso bailando su Ateo dentro, es al que hemos asistido en Torremolinos (¡qué mejor plató de rodaje!) este fin de semana.

Si uno mira los papeles, la segunda oportunidad que se han dado los socialistas está clara y por escrito. El acuerdo se selló en el hotel Pez Espada (el mítico establecimiento donde Frank Sinatra escupió tras su arresto aquella frase lapidaria: «No volveré a este maldito país») cuando el gallo, criaturita, ya estaba afónico. O sea a las 9 de la mañana del domingo, pese a que se esperaba haberlo cerrado 12 horas antes, después de que las ocho agrupaciones andaluzas bautizaran a lo grande al secretario general, Juan Espadas, que no pegaría ojo, digo yo, en toda la noche. Fíjense lo atribulado que saldría el hombre de la juerga nocturna que en su intervención en la clausura animó al PSOE a resetearse orgánicamente: «Me han dicho: repesóate. ¿Y eso qué significa? ¡Pues no lo sé, pero repesóate, leche!», espetó al plenario.

Por la noche, mientras que todo eso pasaba entre los que mandan, los delegados de a pie se quitaban el susto de celebrar el primer congreso en la historia de la federación andaluza desde la oposición de la Junta de Andalucía en el Atrévete, un pub de Torremolinos con mucho ambiente postpandémico y que a pesar de su nombre no era un club de intercambio de parejas.  

Ahora, solo resta que los socialistas cordobeses se lleven este amor recién fraguado en Málaga y bañado por la calidez del Mediterráneo al hogar y se practique en la playa de interior que es la sede del Aeropuerto, donde la desconfianza sigue estando a flor de piel entre los hermanos y los cuñados de los contrayentes, y sobre todo entre aquellos primos hermanos a los que no le ha tocado ni lo metido en los cupones. No incluyan aquí a Carmen Campos, porque cuando se le pase el berrinche se dará cuenta de que con apenas dos años como afiliada ya la conoce todo el partido y eso, siempre, es un aval. 

Rafi Crespín, la secretaria general de los socialistas cordobeses en ciernes y gran vencedora del afán orgánico de los últimos meses (ella y un amplio equipo que va desde José Antonio Ruiz Almenara a Alberto Mayoral, pasando por Esteban Morales o José Antonio Romero), ha tejido una lista de representantes en los órganos de dirección del PSOE andaluz al 50%: por un lado la representación de la corriente susanista con Antonio Ruiz a la cabeza y, por otro, la amalgama de sanchistas, espadistas y demás istas que ella misma ha liderado desde el congreso del 2017 en Lucena. Solo le queda ya a la exalcaldesa de La Carlota ir buscando un buen número 2 para dirigir el partido y poder mantener su cargo en las Cortes, e ir atando un congreso provincial que, ya sí que sí, podrá regarse en Baena con un buen anís de Rute. 

Por el gesto de retirarse de las primarias a tiempo, el hasta ahora secretario provincial y presidente de la Diputación ha sido compensado por Juan Espadas con una secretaría, la de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Entorno Natural, que incluye retos como la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible. Junto a él, el PSOE recupera a la exdelegada del Gobierno andaluz Esther Ruiz, que ya estuvo en la dirección andaluza con Susana Díaz y que regresa tras cambiar Fuente Obejuna por Aguilar (es secretaria ahora de esa agrupación). Ruiz tiene por delante la titánica tarea de luchar contra la pobreza en Andalucía y en favor de los barrios marginados (cinco de los 15 más pobres están en Córdoba). 

Al alcalde de Montilla, Rafael Llamas, le ha tocado la secretaría de Transformación Digital, un área muy transversal que debe afrontar, por ejemplo, las nuevas relaciones del ciudadano con la administración; mientras que la exalcaldesa de Córdoba y portavoz socialista en el Ayuntamiento de la capital, Isabel Ambrosio, se hará cargo de los municipios de gran población, aquellos de más de 50.000 habitantes. En lo cuantitativo lamentar que solo se haya podido aupar a cuatro cordobeses en una ejecutiva de 60 (un tercio de los cargos son de la tierra del jefe, Sevilla) y que solo 18 de 200 sean de la provincia en el comité director.  

Acabo añadiendo que el congreso del PSOE lo ganaron Juan Espadas y los vendedores de sonotones, que a buen seguro harán su agosto estos días con la cantidad de sordos que habrán salido de un Palacio de Congresos con decibelios de concierto de U2. Qué alto hablan los socialistas, leche, ahora solo falta que hablen además claro para reconquistar, como desean, la Junta.