Andalucía entra en un nuevo tiempo político con el relevo de Susana Díaz de la Presidencia de la Junta por Juan Manuel Moreno Bonilla, el candidato del PP investido por el Parlamento que llega al cargo con promesas de cambio y medidas de regeneración. Cuando acaben estas horas felices de sonrisas, aplausos y felicitaciones, el flamante presidente andaluz tiene ante sí otros retos que resolver para garantizar el éxito de su gestión. El primero de ellos es poner en armonía al partido, pues algunos de sus dirigentes venían cuestionando su liderazgo, y buscar ahora el mejor acoplamiento con Pablo Casado, que no fue su opción para presidir el Partido Popular. Moreno es el brote tardío de la semilla plantada por Mariano Rajoy y Soraya en Andalucía y aunque el favorable desenlace de las elecciones del 2-D para el PP, que no el resultado, apacigua los ánimos, está obligado a sintonizar con la dirección nacional asegurando los necesarios equilibrios que permitan a los andaluces disponer de un margen de maniobra para garantizar su autonomía y su voz en todos los aspectos.

El segundo reto es el de consolidar la unión y la estabilidad del Gobierno que ha de formar junto a Ciudadanos, partido con el que ha firmado un pacto. Pero el bipartido necesita de la ultraconservadora Vox sus votos para aprobar los presupuestos, reformar las leyes y sacar adelante los compromisos anunciados por el presidente Moreno para mejorar la vida de los andaluces. En las negociaciones con Vox surgirán tensiones seguramente, pues la extrema derecha dejó claro en el debate de investidura que no renuncia a ninguno de sus planteamientos, lo que incluye la derogación de lo que ellos consideran leyes de ideología de género. Como suele decirse, una papeleta para dos novatos en la gestión del Gobierno autonómico. Porque de Ciudadanos conocemos hasta ahora su capacidad para negociar, pactar y sostener gobiernos, pero no aún su eficacia en la diligencia de la administración de los recursos públicos dentro de un Ejecutivo. En esta misma situación está el PP, aunque nadie duda del conocimiento de la realidad de Andalucía después de 40 años persiguiendo un sueño y de la experiencia acumulada en la gestión en otros ámbitos. Tan novedosa se nos hace la presencia del PP en el Gobierno andaluz como la del PSOE ejerciendo la oposición en el Parlamento.

Un cambio verdadero, transformador, no debe estar solo en la declaración de principios, sino en la acción del Gobierno y en el acierto a la hora de elegir a las personas que en los distintos estratos de la gestión puedan asegurar el éxito de las nuevas medidas y el crecimiento de Andalucía. Todos los cargos de segundo nivel, delegados provinciales y responsables de empresas públicas, serán renovados en las próximas semanas y entonces se podrá evaluar la verdadera intención de Partido Popular y Ciudadanos para resolver los problemas de Andalucía. Al PSOE le ha llegado el tiempo de evaluar su posición y de examinar si ha sido acertada su última estrategia electoral. Entonces sabremos si ha sido un mal cálculo o el acomodamiento y el conformismo lo que sitúa ahora a los socialistas en la oposición. Han sufrido un golpe muy duro e inevitablemente tendrán que encontrar nuevas estrategias para recuperar el poder político que han ejercido durante casi 37 años, desde 1982, en Andalucía. Una renovación que si no abordan pronto puede pesarles electoralmente y dar alas, por el contrario, a los partidos de centro derecha. Por mucho que miren al pasado y contemplen su obra de modernización, los tiempos ya son otros. Y posiblemente no baste el argumento del progreso para recuperar el reino perdido porque Andalucía entra en su segunda Transición gobernada por una generación diferente.