El Ministerio de Hacienda amagó el jueves con tumbar el plan de reequilibrio de Andalucía, como hizo con el de Asturias, porque desconfiaba de la Junta y del modo en el que se habían cuadrado sus cuentas. Andalucía estuvo en la picota unas horas, bajo la amenaza de ser intervenida por el Estado. Menos de 24 horas después, el Gobierno descubrió una desviación del déficit reconocido por Madrid, Castilla y León y la Comunidad Valenciana, tres regiones gobernadas por el PP, cuyas cuentas nunca fueron cuestionadas con la misma virulencia que las andaluzas.

La Junta se quejó ayer del "trato desigual" que Hacienda infringió a Andalucía. Pero todas las reacciones que aparecen aquí descritas se pronunciaron antes de hacerse público que el agujero presupuestario de Madrid, Castilla y León y Valencia agravará el déficit del Estado.

"Vamos a hacer un ajuste yo creo que superior al que tiene que hacer Andalucía, pero manteniendo la educación, sin privatizar y sin despidos", dijo ayer el presidente de la Junta durante una entrevista en la Cadena Ser. José Antonio Griñán acusó al Gobierno de haber cargado a Andalucía con más peso del que le corresponde soportar. De los 18.349 millones de euros que las comunidades se han comprometido a recortar de sus presupuestos para cumplir con el objetivo del 1,5% del déficit, Andalucía asume el 20% del "histórico" recorte: los 3.500 millones que la Junta se ofreció a extirpar de las cuentas del 2012 (el 12% del presupuesto) más otros casi 300 millones que exigió Hacienda.

Después de Cataluña, Andalucía es la región que más aporta al plan global de ahorro. Es la más poblada y la más extensa, pero no es la que arrastraba el mayor déficit (Castilla-La Mancha) ni la deuda más abultada (Comunidad Valenciana). "Hemos hecho un ejercicio de responsabilidad aun sabiendo que Andalucía tenía que hacer el 20% del esfuerzo del déficit de todas las comunidades, a pesar de que nuestra aportación a la riqueza nacional es del 14% y de que somos una comunidad mucho menos endeudada que la mayoría", advirtió Griñán.

El presidente andaluz sostuvo que Montoro, en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del jueves, decidió medir a las comunidades con un doble rasero. Según Griñán, el ministro antepuso criterios políticos a económicos y cuestionó el esfuerzo presupuestario de las regiones que no están gobernadas por el PP, como Asturias, y como Andalucía, cuyo plan de ajuste fue severamente cuestionado antes de obtener luz verde. Sin embargo no hubo objeción al balance presentado por Madrid. Poco después el Gobierno de Esperanza Aguirre admitía que su déficit real era el doble del que reconocieron. También Valencia y Castilla y León reconocieron un desfase de 869 y 137 millones respectivamente en sus cuentas.

Este agujero presupuestario de las regiones del PP carga de razones a la Junta para acusar un trato discriminatorio por criterios políticos. "El Gobierno tiene que ser responsable y mirar con lupa los planes de otras comunidades, pues la tensión respecto a Andalucía evidencia un trato desigual", apuntó la consejera de Presidencia, Susana Díaz.

MAS DINERO Andalucía ha logrado superar el primer examen a costa de recortar entre 200 y 300 millones más. Ese dinero adicional tiene una explicación: la Junta cuadró su plan de ajuste contando con unos ingresos de fondos europeos aún no garantizados (504 millones). Montoro se negó a contabilizar esa cifra y tras un tenso encontronazo con la consejera Carmen Martínez Aguayo, aceptó que, siendo optimistas, podrían contar con 200 millones de la UE.

Griñán insistió ayer en que vio "grandes injusticias" en el Consejo de Política Fiscal, porque "no se reconocía la deuda estatutaria (1.504 millones)". Pero se mostró orgulloso de haber "preservado las líneas rojas" que se había marcado Andalucía: mantener el empleo público y las prestaciones sociales.

El vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, tuvo un gesto de hartazgo hacia la nueva cifra de recortes acordada con el Gobierno: "Hasta aquí hemos llegado". La posición de Valderas, coordinador regional de IU, es más complicada que la de Griñán. Su organización se está revolviendo en el asiento al ver que tiene que digerir en primera persona un plan de ajuste impuesto.