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Análisis

Plantar olivos en un bosque o en un jardín: distintas posibilidades en Córdoba

Los costes de producción del olivar varían según la explotación, pero no es posible una transformación a gran escala.

Olivar de montaña en Los Pedroches.

Olivar de montaña en Los Pedroches. / Rafael Sánchez

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Córdoba

Producir aceite de oliva es caro, y por eso los consumidores abonan por esta grasa saludable precios más elevados que los que ofrecen alternativas como el girasol o la soja. Su pago en origen (el que recibe el agricultor antes de aplicar los costes de la almazara, la comercialización y otros márgenes) es objeto de controversia, dado que los costes varían mucho en función del tipo de plantación y otros condicionantes.

Su precio en los lineales, por contra, se calcula en función de otros factores. Pongamos como ejemplo una botella de AOVE a 5 euros el litro en el supermercado, un precio razonable ahora mismo. El agricultor puede haberlo producido tan barato como a dos euros y poco o tan caro como a casi cinco. Añádanse los costes de elaboración en molino, la comercialización y los intermediarios, y tendremos una conclusión obvia: hay quien se hace de oro y quien fácilmente ni siquiera cubre los costes. Esa es la crítica de las asociaciones agrarias, y tiene difícil solución.

El estudio más reciente y con carácter científico sobre los costes de producción del aceite de oliva lo publicó la Asociación Española de Municipios del Olivar (AEMO) en 2023, y sigue siendo una referencia en el sector. El informe se elaboró en medio de una crisis de inflación galopante que afectó sobremanera a los fertilizantes, abonos y pesticidas, así como a los combustibles. Además, ese año fue pésimo en cuanto a producción debido a la sequía, el peor que se recuerda. El informe, sin embargo, no se ha quedado desactualizado, según indican a este medio Asaja y UPA, y los costes por kilo de aceite establecidos entonces —aunque han bajado fertilizantes y combustibles— siguen siendo válidos para una campaña de producción media como la del año pasado o la que se espera para este.

Por explotaciones

La clave está en el tipo de explotación. Según los datos de AEMO, el coste del aceite de oliva en origen variaba entre los 2,09 euros por kilo del olivar en seto hasta los 4,61 euros de las fincas sin posibilidad de mecanización, que suelen corresponder con las zonas de montaña que abundan por ejemplo en la Subbética. Entre medias estaban el olivar intensivo de regadío (2,15 euros) y su primo el de secano (2,59 euros), así como los olivares tradicionales con opción de mecanización parcial, bien en riego (2,92 euros) o en secano (3,49).

Como 2023 fue una campaña tan corta, AEMO introdujo un factor corrector para relacionar costes y producción, lo que elevó los costes por kilo en el caso del olivar de montaña hasta unos inasumibles 10 euros por kilo. Por entonces el AOVE se cotizaba alto, a unos 9 euros en almazara, pero nunca se llegó a esos valores. Hay aceites premium que pueden asumir esos costes ya que el consumidor los paga a entre 30 y 40 euros el kilo, pero no todo el mundo puede poner en el mercado un producto de esa categoría.

Maquinaria pesada en un olivar en seto andaluz.

Maquinaria pesada en un olivar en seto andaluz. / CÓRDOBA

En resumidas cuentas, los olivares tradicionales son mucho más costosos de mantener en producción, aunque paradójicamente las técnicas ancestrales también resultan mucho más baratas. El coste total de explotar una hectárea de olivar tradicional no mecanizable es de 1.686 euros, mientras que el olivar en seto (el más rentable) sale por 3.253 euros, casi el doble. Incluso la mano de obra, más abundante en los sistemas tradicionales, es más cara en las plantaciones en seto o regadío. En los primeros hay más gente trabajando que emplean como mucho vibradores y mantos mecanizados, pero las segundas requieren costosa maquinaria como cosechadoras o paraguas. En el olivar de montaña, que vive de la lluvia y de lo que le da la tierra, cosechar la aceituna cuesta 572 euros por hectárea; en los regadíos se superan los 1.000 euros.

Desventaja en producción

Entonces, ¿dónde está la desventaja de los olivares tradicionales? Lógicamente, en la enorme diferencia en la producción, que altera el coste por kilo de aceituna. Una finca ancestral puede tener entre 80 y 120 árboles por hectárea, de hasta tres pies separados por entre 10 y 12 metros, que conviven en armonía con una abundante flora y fauna. Son bosques, aunque hayan sido plantados por el hombre. En el olivar en seto se aprietan hasta 2.000 arbolitos por hectárea (incluso llegan a 3.000) y no queda mucho espacio para más vida. Son delicados jardines que requieren agua y cuidados constantes.

Con semejantes densidades, los olivares tecnificados dan unos 10.000 kilos de aceituna por hectárea con un rendimiento medio del 18%, de acuerdo con AEMO. Los de secano de toda la vida rondan los 1.750 kilos de fruto en el peor de los casos, con rendimientos un poco superiores. Esas enormes diferencias en la producción son las que hacen más rentables los modernos olivares, aunque tengan el doble de costes de producción.

La transformación de los olivares tradicionales en setos no es factible a gran escala. Primero, porque los pequeños propietarios no tienen capacidad para asumir las elevadas inversiones; eso es cosa por lo general de fondos de inversión o grandes compañías. En segundo lugar, no hay agua para todos, y aunque existen olivares en seto de secano, son los menos. El aumento de la superficie de olivar en regadío no obedece a plantaciones vinculadas a nuevos pantanos, sino a la transformación de concesiones previas de otros cultivos, principalmente herbáceos de rotación anual como los cereales o el girasol. Y, finalmente, no todas las tierras sirven para la pretendida revolución agrícola: a la montaña no llegan los jardineros.

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