Paisajes literarios
Sierra Morena en el ‘Romance de los Comendadores’
En la obra del jurado cordobés Juan Rufo se describe el itinerario que siguió en la ruta de las ventas a su paso por Sierra Morena

El municipio de Adamuz visto desde la Sierrezuela. / José Muñoz / Córdoba

No deja de sorprenderme la singular atención que la literatura del Siglo de Oro presta a la conocida como ruta de Las Ventas, el camino que unía Córdoba con Madrid y Toledo antes de la apertura del paso de Despeñaperros. Son muchas las referencias que aparecen en distintas obras literarias, destacando sin duda las del más grande escritor de la lengua española, Miguel de Cervantes Saavedra, que debió recorrerlo en repetidas ocasiones y hospedarse en sus ventas para descansar tras duras jornadas de viaje. Encontramos también algunas alusiones al añejo itinerario en el famoso auto sacramental La Venta de La Zarzuela, de Lope de Vega; en La Lozana Andaluza, de Francisco Delicado; o en El Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, autores de los que hemos hablado anteriormente.
En esta ocasión vamos a centrar nuestra atención en un escritor cordobés del siglo XVI, Juan Rufo Gutiérrez (1547-1620), que fue jurado de su ciudad natal y cronista de Don Juan de Austria, al que acompañó en la campaña de Granada contra los moriscos sublevados y en la batalla de Lepanto, experiencia que le sirvió para componer su poema épico la Austríada, que fue alabado por autores contemporáneos como Luis de Góngora o Miguel de Cervantes.
Lo traemos a colación en esta ocasión por su obra Romance de los Comendadores, basada en un hecho histórico ocurrido en 1448 en la ciudad de Córdoba que atrajo muy pronto la atención del pueblo e inspiró a varios poetas, como es el caso de Antón de Montoro, que escribió el poema A la muerte de los dos hermanos Comendadores. Dicha tradición llegó a oídos de Juan Rufo, que compuso su legendario relato, publicado en Las seiscientas apotegmas y otras obras en verso (1596), y que constituyó el principal motivo de inspiración del que se valió a su vez Lope de Vega para la creación de su comedia Los comendadores de Córdoba u honor desagraviado.
El protagonista de tan infausto suceso es Fernando Alfonso de Córdoba, primer señor de Belmonte y caballero veinticuatro de la ciudad, que asesinó por celos a su esposa, Beatriz de Hinestrosa, y a sus primos don Jorge y don Fernando Alfonso de Córdoba y Solier, comendadores de la orden de Calatrava.
Salida hacia Córdoba
Todo comenzó cuando, estando en la Corte por un asunto municipal, el rey castellano Juan II, con el que don Fernando mantenía una estrecha relación de amistad, le expresó su malestar por haber visto el anillo que le había regalado en uno de los dedos de su primo Jorge. Ese anillo había sido entregado por don Alfonso a su esposa Beatriz y ahora inexplicablemente estaba en poder de su pariente. Don Alfonso partió rápidamente hacia Córdoba para aclarar el entuerto, y Juan Rufo nos describe en su obra el itinerario que siguió, coincidente con la ruta de Las Ventas: Orgaz - Los Yébenes – Malagón – Peralvillo – río Guadiana – Ciudad Real – Caracuel, y la gran Sierra Morena, que «muestra los cerros erguidos, abrigo del frío invierno, sombra del ardiente estío, y, al fin, regado ordinario de cualquiera peregrino, por la caza y por las ventas de que abunda su gran sitio».
En el Mapa Geográfico del Reyno y Obispado de Córdoba de Tomás López (1797) se señala claramente el trazado del itinerario por la sierra Morena Cordobesa, sobre el que se sitúan 12 ventas entre Conquista y Córdoba: la Ventilla, Ventas Nuevas, del Zerezo, Orán, La Jama, La Cruz, de la Fresnedilla, Los Locos, del Puerto, de Navajunda, de Aguadulce y Venta de Alcolea; pero Juan Rufo no nombra ninguna de ellas y sólo cita una población en este trayecto: «Pasando por Adamuz, de muchos fue conocido, aunque, de pura tristeza, pasar encubierto quiso». También dedica bellas palabras al despertar de la primavera en Sierra Morena: «Al árbol vuelve las hojas que le quitó el yerto frío, dando a las mieses y prados de esperanza los vestidos; las aves, con dulce canto, fabrican sus dulces nidos, y los brutos animales de amores andan heridos; los peces pueblan las aguas de hijos no conocidos, incomparable extrañeza contra el natural cariño; las solícitas abejas, con el blando susurrido, sacan preciosos licores de romerales floridos».
Como es sabido, el romero (Rosmarinus officinalis) es una excelente planta melífera, muy apreciada por las abejas por su néctar y polen. Su floración, abundante y prolongada, especialmente en primavera, provee de un recurso importante para la producción de miel de romero, que es clara, suave, con un aroma ligero y floral, y un gusto delicado.

Fieras que habitaban en el bosque de Trassierra
Siguiendo con el relato, al llegar a Córdoba, y advertido por un criado de que Beatriz le estaba engañando con su pariente, el caballero veinticuatro organizó una falsa cacería con el fin de que su esposa y sus primos creyeran que estaban solos y poder pillarlos así in fraganti. Por la noche, se escondió en el jardín del palacio y vio a doña Beatriz con don Jorge y a una prima de ella con don Fernando, todos ellos cenando y bailando. Cuando las dos parejas se retiraron a sus habitaciones, el veinticuatro entró en cada uno de los aposentos y los mató. Pero lo que me intriga de este episodio es cómo Juan Rufo describe la organización de la simulada cacería: «Alzada que fue la mesa, a sus cazadores dijo que en comiendo se aprestasen para el usado ejercicio, porque se quiere ir a monte por cuatro días o cinco, a un bosque, fragoso entonces, de fieras albergue y nido, y agora dicho Trassierra, que es de granjas paraíso: ¡tanto es padre de mudanzas el tiempo, y antojadizo!».
El fatídico suceso ocurre a mediados del siglo XV. ¿Qué fieras habitaban el frondoso bosque de Trassierra por aquel entonces? Si, tal como dice la Real Academia de la Lengua, se entiende como fiera «animal salvaje y agresivo», la única especie de la fauna española que pudiera calificarse como tal es el oso pardo (Ursus arctos). De hecho, Favila, segundo rey de Asturias, falleció en el año 739 tras ser atacado por un oso durante una cacería.
¿Pudiera haber osos en Trassierra a mediados del siglo XV? Unos cien años antes, hacia mediados del siglo XIV, el rey Alfonso XI escribe el ‘Libro de la Montería’, considerado como el texto cinegético más valioso de toda la Edad Media y probablemente de toda la historia española. En él nos describe los cazaderos existentes en el reino de Castilla en aquel momento.
En el capítulo XXV se dice que había numerosos lugares de «la Tierra de Córdoba» donde era posible la caza de osos, y nombra entre otros, Vallejos de Casar Bastida - existe una vereda de la Bastida por la que se sube a la sierra de Córdoba- y río Guadiato, topónimos por tanto fácilmente identificables y cercanos a Trassierra. Es más, según el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Córdoba Emilio Cabrera, han llegado hasta nosotros contratos de arrendamiento de colmenares en la Sierra de Córdoba más cercana a la ciudad que datan de mediados del XV, donde los contratantes se reparten por mitad los posibles daños causados por esos plantígrados
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