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Medio Ambiente

El cuento del lobo

La semana pasada se aprobará en el Congreso una enmienda por la que se excluye al lobo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Pero se olvida que la legislación protege de manera efectiva a todas las especies y para poder cazarla con normalidad hay que incluirla en el Listado de Especies Cazables

El posible control del lobo se dirimirá al final en los tribunales. | R. ARENAS

El posible control del lobo se dirimirá al final en los tribunales. | R. ARENAS

Rafael Arenas González

Rafael Arenas González

Biólogo

Se dice que vivimos en una sociedad civilizada, moderna y avanzada donde la ciencia aborda los problemas de manera objetiva con el método científico. Sin embargo, si analizamos con más profundidad las actitudes en determinadas materias predominan los pareceres, la subjetividad y los intereses privados frente al interés general. En las últimas semanas se asiste, en cierta medida con estupor, a una especie de declaración de guerra al lobo, que ha provocado que la semana pasada se aprobara en el Congreso una enmienda por la que se excluye al lobo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) que le proporcionaba el rango de especie protegida. Se dice en diferentes círculos cinegéticos que se ha producido la desprotección de esta especie y podrá cazarse con más o menos facilidad.

Se olvida que la legislación que regula la materia protege de manera efectiva a todas las especies y para poder cazarla con normalidad hay que incluirla en el Listado de Especies Cazables. Esta legislación prohíbe dar muerte, dañar, molestar o inquietar intencionadamente a los animales silvestres, sea cual fuere el método empleado o la fase de su ciclo biológico. Esta prohibición incluye su retención y captura en vivo, así como la posesión, transporte, tráfico y comercio de ejemplares vivos o muertos o de sus restos, incluyendo el comercio exterior.

Las prohibiciones establecidas podrán quedar sin efecto, previa autorización administrativa de la comunidad autónoma o de la Administración General del Estado, en el ámbito de sus competencias, si no hubiere otra solución satisfactoria, y sin que ello suponga perjudicar el mantenimiento del estado de conservación favorable de las poblaciones, cuando concurran ciertas circunstancias muy concretas.

Para poder cazar al lobo o controlarlo, como se llama eufemísticamente, no debe existir otra solución satisfactoria y el estado de conservación debe ser favorable. Parece necesario que deba sortearse el Dictamen del Comité Científico que lo incluyó en el Lespre. La información disponible puso de manifiesto su importancia como patrimonio cultural, científico, así como los servicios ambientales que produce la presencia de este carnívoro en los ecosistemas naturales.

En ciertos lugares de España donde se ha mantenido el lobo, existe una cultura ganadera muy arraigada de convivencia con la especie. Se adoptan medidas preventivas que demuestran que es posible convivir con la especie, como enuncia el Dictamen del Comité Europeo de las Regiones sobre la Protección de la biodiversidad, que pretende una coexistencia sostenible y segura del ganado, los seres humanos y los grandes carnívoros. Propone que las medidas de gestión de una especie se basen en datos técnicos y se ajusten a lo previsto en la legislación.

Se plantean retos significativos con medidas específicas y viables para proteger al ganado allí donde sea posible. El reto no es fácil porque debe asegurarse el mantenimiento de la fauna y de la actividad económica humana en las zonas rurales y despobladas de Europa. Indica que es necesario tomar medidas para evitar que los lobos sean abatidos de forma intencionada o errónea y promover medidas de control de los perros abandonados y errantes. Todo ello pasa por favorecer medidas que reduzcan e indemnicen adecuadamente los daños en la ganadería extensiva y prestar apoyo económico a los ganaderos, al tiempo que se favorece el uso de la técnica, más eficaz del pastoreo dirigido, en lugar del pastoreo libre.

Para ello pide que los responsables políticos, los expertos en biodiversidad, los investigadores, los conservacionistas, los agricultores, los ganaderos, los apicultores, los expertos en gestión cinegética, las organizaciones de protección de animales y los expertos y profesionales de las asociaciones de caza y silvicultura entablen un exhaustivo diálogo técnico de carácter transfronterizo.

Desde siempre las comunidades autónomas con presencia del lobo no han visto otra forma de gestionarlo que mediante su caza y no han adoptado medidas eficaces y ágiles de indemnizaciones por daños, ni medidas preventivas, ni de apoyo para las personas auxiliares. En cierta medida, se ha dejado de ser una sociedad civilizada, moderna y avanzada y se han fomentado los instintos primarios y demonizar a sus defensores. Todo ello envuelto en una falsa defensa del mundo rural donde la problemática de la ganadería tiene más que ver con la escasez de alimentos y su encarecimiento al depender de cultivos forrajeros y los piensos compuestos (muchos de ellos importados), el tamaño inadecuado de muchas explotaciones, la gran competencia de productos de terceros países y los excedentes comunitarios que hacen que los precios bajen y se impongan cuotas a la producción, sin olvidar los brotes epidémicos.

Si solo se piensa en la solución de matar, ¿qué autoridad moral se va a tener para exigir a los países en vías de desarrollo para que conserven su megafauna, entre ellos los grandes carnívoros? Se abre un tiempo donde esta cuestión tendrá que dirimirse en los tribunales porque la ciencia no recomienda el control y sin su participación no es posible lo que se pretende.

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