Análisis

Un filete al año... y algo más

Las patronales y algunos países europeos rechazan el acuerdo Mercosur-UE, que tiene el apoyo al otro lado del Atlántico

Agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil en una aduana española.

Agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil en una aduana española. / Antonio Sempere / Europa Press

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Un filete al año para cada europeo. Así resumió la semana pasada el ministro español de Economía, Carlos Cuerpo, el impacto que tendría en el Viejo Continente el acuerdo, fraguado durante décadas, entre la Unión Europea y Mercosur -una unión arancelaria en América del Sur-. Tras 25 años de negociaciones, por fin este mes se firmó el pacto que supondrá un acuerdo de libre comercio con un mercado potencial de cientos de millones de consumidores. Pero los agricultores no lo ven así.

Técnicamente, el ministro lleva razón. El acuerdo con Mercosur incluye cuotas y límites que, en el caso de las importaciones de carne desde Mercosur -con países de una larga tradición ganadera-, suponen 99.000 toneladas al año. Unos 100 millones de kilos al año, a repartir entre unos 450 millones de europeos, salen a poco más de 200 gramos por persona. Pues sí, un filete, y no muy grande. Pero el acuerdo conlleva muchas más cosas.

Protesta de agricultores en Madrid, en febrero pasado.

Protesta de agricultores en Madrid, en febrero pasado. / J. J. Guillén (Efe)

Como en todos los acuerdos de libre comercio y garantías recíprocas -si tú me pones un arancel a una cosa, yo te aplico el mismo-, los problemas vienen cuando ambas partes compiten por lo mismo, pero una de ellas es capaz de hacerlo con un mejor precio, aunque su producto sea peor. Los productores de aceite de oliva no tienen nada que temer -más bien al contrario-, del pacto de la UE con Mercosur, porque allí no hay olivos. Los ganaderos y los productores de cítricos, sectores con un gran peso en Córdoba, sí se encontrarán con esa competencia, que en realidad no es nueva. Mercosur ya vende 200.000 toneladas de carne a la UE sin que nadie proteste. Otra cosa es que ahora puedan hacerlo con menos trabas.

Protestas

Las patronales agrarias, que protestan hoy en Madrid contra este acuerdo, demandan que las condiciones de producción sean las mismas aquí que al otro lado del Atlántico. Eso es imposible, hoy por hoy. Los requisitos ambientales de la UE para la producción agraria no tienen nada que ver con lo que hay en Mercosur, donde pueden usarse técnicas y productos que aquí son impensables.

La demanda de los llamadas «cláusulas espejo» adquiere sentido vista desde aquí y si se considera que los productores europeos son la parte perjudicada. Ahora bien, al otro lado del espejo también hay quien esté mirando, quizás con envidia, los 55.000 millones de euros en subvenciones que reciben cada año los agricultores y ganaderos europeos. Ninguno de los países de Mercosur -Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay- puede ni siquiera soñar con esas cifras. Lo que la UE dedica al sector agrario es la misma cantidad que ingresará Argentina por todos los conceptos en este año; o el triple del presupuesto nacional de Paraguay.

El acuerdo contempla incluso un fondo de compensación para los productores europeos que se vean afectados por la competencia. Las patronales, sin embargo, desconfían de medidas de este tipo, que aún no se han concretado y que, además, supondrán sin duda una mayor carga burocrática y papeleo. Como si no hubiera ya bastante.

Ratificado el 6 de diciembre

El acuerdo fue ratificado por ambas partes el pasado 6 de diciembre, pero el tratado de libre comercio está aún lejos de ser una realidad. Los países que integran la UE tienen que ratificarlo, y no está claro que eso ocurra. Por el momento, el Gobierno español ha defendido el contenido del acuerdo, más allá de la anécdota de Cuerpo y sus filetes. El Ejecutivo español estima que las exportaciones a Mercosur crecerán un 40%; el francés, por el contrario, ha mostrado ya su rechazo.

Al otro lado del Charco, Javier Milei dio su apoyo explícito al acuerdo hace una semana. Lo hizo no como presidente de Argentina y ni siquiera del Mercosur -cargo que asumió el mismo día del acuerdo-, sino como economista. Milei, a quien la sola mención de la palabra «arancel» le provoca urticaria, cambió la motosierra por la corbata para defender que «para uno vender libremente debe estar dispuesto a comprar libremente también».

Patronales de Córdoba

Volviendo a Córdoba, las patronales han mostrado ya su rechazo al acuerdo en los términos planteados ahora mismo. Fernando Adell, presidente de Asaja, indicó en este periódico que a los europeos se les exige «mayor rigurosidad y trazabilidad en cuanto a toda la producción de alimentos, en Europa tenemos la mayor seguridad alimentaria del mundo». Se refirió a las cláusulas espejo: «Que todo lo que se importe de fuera tenga las mismas condiciones de producción que tenemos aquí»

Por su parte, COAG mantiene una postura similar, pero apela al concepto de «soberanía alimentaria». Para la asociación agraria, «los acuerdos de libre cambio abundan en la agricultura y ganadería basadas en modelos uberizados, insertas en largas cadenas de comercio global, financiadas con grandes capitales y/o fondos de inversión».

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