Entrevista | Blanca Beatriz Landa del Castillo Investigadora del Instituto de Agricultura Sostenible

«Esta distinción es como si me hubieran dado el Cervantes de Literatura»

La agrónoma cordobesa ha sido distinguida con el reconocimiento de ‘Fellow’ de la Sociedad Americana de Fitopatología, la mayor distinción de esta organización constituida por unos 5.000 investigadores de todo el mundo

Blanca Beatriz Landa, investigadora cordobesa reconocida por la Sociedad Americana de Fitopatología.

Blanca Beatriz Landa, investigadora cordobesa reconocida por la Sociedad Americana de Fitopatología. / MANUEL MURILLO

Rafael Valenzuela

Rafael Valenzuela

Córdoba

-En primer lugar, enhorabuena por ese reconocimiento, como ‘Fellow’, de la Sociedad Americana de Fitopatología. -¿Puede empezar explicándonos qué es la Fitopatología? 

-La Fitopatología es la ciencia que se encarga de entender las enfermedades de las plantas, cuál es su origen y, lo más importante, la forma de combatirlas. 

-Usted se ha especializado en algo que preocupa mucho en los últimos años en Córdoba, por ser una zona de olivar, como es la Xylella fastidiosa. ¿Cómo llega esa enfermedad y en qué consisten sus trabajos?

-La Xylella es una bacteria que causa enfermedades en multitud de especies vegetales. Puede infectar hasta más de 600 especies, entre las que hay cultivos de gran interés para nosotros, como el olivo, la vid o el almendro. Sobre esta bacteria se estableció una cuarentena, que quiere decir que hasta hace pocos años no se había detectado nunca en la Unión Europea pero se sabía que era un organismo muy peligroso, para evitar a toda cosa que entrase en nuestro territorio.

-¿Cómo entra la bacteria para que se produzca el contagio? 

-Pues, para que haya venido de donde ha venido, porque la bacteria es originaria del continente americano, la única forma de llegar es unida a un material vegetal infectado. Entonces, lo que ha ido ocurriendo es que se ha ido introduciendo distinto material, bien plantas ornamentales o variedades de almendros nuevas que quisiéramos plantar en nuestros campos. Bueno, pues la bacteria se introduce, obviamente, sin saber que está infectando esos árboles, porque tiene periodos que no causa síntomas. Luego, lo que ocurre es que se transmite por un insecto vector que se alimenta de plantas enfermas y luego pasa a las sanas. Al alimentarse de nuevo lo que hace es inocular la bacteria.

-Y una vez que un árbol recibe esa bacteria ¿tiene salvación? 

-El problema, a día de hoy, es que no existe, una vez que la planta está infectada, forma de que se pueda sanar. Nuestro trabajo consta de dos vías. La primera, hacer cualquier medida para evitar que la bacteria entre y, si entra, detectarlo lo antes posible para evitar que se establezca; y una vez que está establecida, ver qué forma hay de paliar los daños.

-En España, por esos trabajos de prevención, ¿es por lo que no ha hecho demasiado daño todavía? ¿O sí?

-Bueno... Si se lo preguntan a los agricultores de Alicante... Actualmente, la zona marcada en Alicante es de más de 140.000 hectáreas, sobre todo de almendro. Y, en las Baleares también está establecida la bacteria.

-Uno de los de los debates que se mantiene en España y en Andalucía es el de la falta de apoyo a la investigación. Sin embargo, en agroalimentación parece que sí tiene bastante respaldo institucional.

-Lo que ocurre es que yo he sido consciente de que este problema es muy gordo y desde que se detectó en Italia he estado buscando en todos los sitios, llamando a todas las puertas, acudiendo a todas las convocatorias científicas posibles para buscar financiación. Ha sido esfuerzo y empeño. 

-¿Puede ser un ejemplo, la Xylella, en materia vegetal, de lo que fue el Covid, en el ámbito humano, que no se creía del todo hasta que surgió el problema gordo, siendo entonces cuando se puso un remedio urgente de investigación?

-Pues en 2003, cuando se identificó en Italia, yo empecé a solicitar ayuda y me decían que para qué quería trabajar en un problema que no teníamos. Quise hacer ver que eso era la postura inteligente, trabajar antes de que tuviéramos el problema para estar preparados y tuvimos que esperar a que se desplazara a España para empezar ya a abrir convocatorias para poder concurrir a ellas.

-Usted tiene otro mérito añadido, el de ser mujer. Lo digo porque esa es otra de las batallas que tienen permanentemente las mujeres investigadoras, el del reconocimiento social y la de animar a mujeres jóvenes a dedicarse a la investigación. ¿Qué mensaje transmitiría al respecto? 

-Jamás he tenido ninguna sensación de que era menos valorada o menos apoyada que cualquier otro compañero. Y, curiosamente, en mi grupo que son ahora cerca de 30 personas, te puedo decir que la mayoría son mujeres, pero no porque yo haya buscado mujeres sino porque cada vez son más las mujeres que entran en la ciencia y que asumen puestos de mayor responsabilidad.

-Supongo que el hecho de que su formación y vinculación sea la Universidad de Córdoba, que sea agrónoma por Córdoba, una universidad que tiene una especial dedicación al mundo agroalimentario, le ha ayudado en la materia a la que se dedica.

-No sé qué decirte, porque yo estudié agrónomos lo mismo que hubiera estudiado Veterinaria o Medicina. Me gustaban las tres y lo que ocurre es que mi hermano había hecho agrónomos y por la cercanía, porque lo que él estaba haciendo me atraía y, bueno, no podía salir fuera de Córdoba, porque en aquel momento la ayuda para estar fuera no estaba disponible con tanta facilidad como ahora, hice Agrónomos, pero hay que reconocer a Córdoba como un campus de excelencia en agroalimentación.

-A eso me refería.

-En Córdoba somos pioneros. Además tenemos posibilidad de colaborar y coordinarnos desde el IAS con departamentos de Agronomía y otros con fines muy potentes desde el C3A y con la actividad sobre agricultura sostenible; el IESA, que también hace cierta rama relacionada con la sociología y la estudio económico en ciencia agraria. Sería fundamental coordinarnos aún más y que podamos interaccionar y poner en valor todo lo que somos capaces de dar.

-Volviendo al tema de su trabajo, el de la Xylella, ¿en qué situación está ahora mismo en Córdoba?

-Bueno, en España en la Península, salvo Alicante, estamos libres de Xylella, aunque asusta bastante en Portugal. Se están metiendo distintos focos, muchos cercanos a Galicia y a Extremadura. Nosotros tenemos un proyecto europeo de cuatro años y lo que estamos intentando es ir avanzando en distintas formas de combatir la bacteria, bien usando técnicas de detección remota con satélites y cámaras hiperespectrales en aviones, desarrollar métodos moleculares muy sensibles y con última tecnología. También se están entrenando perros para que sean capaces de identificar los arboles infectados y ya tenemos resultados bastante prometedores. También se están buscando y generando plantas más resistentes.  

-En nuestra provincia tenemos otro ecosistema que también tiene un su propio su propia infección, que es la encina, con la seca. ¿Trabajan ustedes también con ello?

-Existen grupos en el CSIC y en la UCO con muy buenas investigaciones sobre ese tema, pero yo me centro, sobre todo, en plantas cultivadas, la encina es de la rama forestal. Pero hay que decir que la Xylella también afecta a la encina.

-Volviendo al reconocimiento . ¿Cómo lo valora? 

-Pues mira, yo, desde que empecé a trabajar en patología, cuando empecé a tener el primer sueldo como investigadora, me hice socia de la Sociedad Americana de Fitopatología porque es el referente a nivel mundial, la sociedad que hace una investigación más avanzada, donde hay más recursos. Son más de 5.000 miembros. Yo soy presidenta de la sociedad española y, bueno, estamos por debajo de los mil. Así que, para mí es como si te dan el Cervantes de Literatura. Porque es la mayor distinción de la sociedad americana a sus miembros y no lo he mirado pero en torno al 95% son todos americanos, entonces es muy complicado que se lo den a un extranjero y sólo hay dos personas que estamos en la distinción, Rafael Jiménez y yo. 

-También de la UCO.

-Y además es mi mentor. Así que de Córdoba somos dos, un hombre y una mujer. Estamos en paridad.

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