La campaña 2022-23 ha sido para olvidar. O paradójicamente y precisamente por ello mismo, quizá sea un año agrícola para ser recordado con más fuerza que nunca y poner los medios que eviten que las tremendas circunstancias vividas tengan efectos tan adversos en un futuro. Por supuesto, nada se pudo ni se podrá hacer contra la falta de lluvia que ha encadenado cinco años de déficit hídrico y que en la última campaña fue particularmente desastrosa para la ganadería y los cultivos (algunos siempre más que otros) tras un otoño e invierno secos y una extraordinariamente calurosa primavera. Pero sí se puede tomar buena nota para paliar futuro nuevos ciclos de falta de lluvia mejorando los regadíos y pensando en fórmulas como la racionalización del uso del agua mediante nuevas técnicas en estudio o con la introducción de cultivos más adecuados.

Los altos costes y cambios normativos se sumaron a los problemas por la sequía.

En un segundo término, algo parecido podría decirse de la situación en la campaña 2022-2023 por el desabastecimiento de determinados productos y los altos costes (particularmente del combustible, electricidad, fitosanitarios y piensos) como consecuencia de la crisis mundial sociosanitaria del covid-19, que aún colea, y de la cada vez más prolongada guerra en Ucrania. El campo, tanto a nivel nacional como en el ámbito cordobés, ha luchado contra viento y marea para hacer frente a estos problemas de siempre, pero agravados considerablemente en los últimos meses, poniendo a prueba, por ejemplo, la nueva y controvertida legislación sobre la cadena alimentaria y haciendo necesarias aún más unas medidas y fondos públicos que, eso sí, llegaron a través de tres decretos para la sequía de la Administración autonómica y de 631,7 millones de euros de ayudas extraordinarias directas del Consejo de Ministros del 11 de mayo.

Crece ligeramente el precio de la tierra y la hectárea media llega ya a los 18.232 euros.

Y al respecto, ha sido precisamente el capítulo de la legislación y del apoyo de las administraciones el tercer gran grupo de problemas motivo de preocupación para el agricultor y el ganadero cordobés, en lo que va incluida la nueva Política Agraria Común (PAC). A priori, es el apartado en el que más se puede mejorar, según coinciden en reivindicar las asociaciones agrarias y los demás actores del campo, que así se lo hicieron patente a los 300 participantes de 27 países en la reciente reunión informal de ministros de la UE celebrada en Córdoba bajo el lema ‘Las nuevas tecnologías para una agricultura más sostenible y resiliente’.

Tres grandes grupos de problemas que han condicionado toda la campaña 2022-23. Pero vayamos por partes y analicemos el impacto de la sequía y el resto de problemas en la situación general del campo cordobés durante la pasada campaña e inicio de la actual.

Cultivos

En primer lugar, y como se ve a lo largo del presente Anuario Agroalimentario 2023, ya la situación arrastrada de déficit hídrico y de altos costes tuvo sus consecuencias en la evolución de la superficie agraria en 2022, por supuesto, insistiendo que en unos cultivos más que en otros. El caso más significativo quizá fuera la drástica reducción de la superficie del ajo o como, previsiblemente, ocurrirá con un cultivo que ha incrementado espectacularmente su superficie en los últimos años: el almendro. Auténtico pánico llegó a generar las restricciones de riego y la sequía para miles de hectáreas de almendros que aún no han llegado siquiera a los cinco años precisos para su entrada en producción, frutales que estuvieron en riesgo de perderse si no llega a ser por unas providenciales lluvias en mayo de 2023. El ‘susto’ aún no se le ha quitado del cuerpo al agricultor y es de sospechar que ello lleve a frenar, al menos, cuando se conozcan las nuevas cifras del próximo año, el ascenso del que ya es el cuarto cultivo de la provincia en superficie.

Tras un año con una bajísima producción de aceituna, se espera otra similar de corta.

Y todo ello mientras que el precio de la tierra vuelve a incrementarse, aunque muy levemente, tras dos años del paréntesis de descenso por la crisis sociosanitaria. Así, la encuesta de la Consejería de Agricultura señala que en 2021 (último año con datos consolidados) el precio medio en la provincia fue de 18.232 euros por hectárea, aumentando proporcionalmente sobre todo en terrenos destinados a cultivos de cítricos (+7,1%), pastizal y dehesa (+5,3%) y labor de regadío (+3,5%), y descendiendo en las fincas de labor de secano (-2,6%) y viñedo (-1,9%). ¿Es posible que la sequía y la mala campaña vivida en 2022-23 haga descender de nuevo el precio de la tierra agrícola cuando se conozcan datos actualizados? En el avance de 2022 se observan subidas del 8% en herbáceos de regadío; del 5% en cítricos de regadío y del 4% en olivar de regadío, mientras que hay bajadas en herbáceos de secano (-1%), aceituna de secano (-2), superficie para pastos (-3) y viñedo en secano (-5). En los últimos años, precisamente, se está produciendo un fenómeno inducido por las compras que están haciendo grandes fondos de inversión que están elevando el precio de la tierra sobre todo en fincas de regadío para explotaciones de frutales y de olivar intensivo.

Este último cultivo citado, el olivar, que es clave para Córdoba al ocupar más de la mitad del terreno agrícola y ser el principal motor exportador y de generación de jornales, se ha visto conmocionado por el aumento astronómico del precio del aceite virgen extra hasta los 8,4 euros el kilo en la lonja de la Junta de principios de septiembre. Con el consumidor poco menos que escandalizado por el precio y el olivarero preocupado (ya que el alto precio no conlleva necesariamente beneficios en determinadas fincas, donde el fruto se puede quedar incluso en el árbol por su escasa cosecha y rendimiento y los altos costes), las causas del alto precio del aceite hay que buscarlas en la pésima campaña 2021-22 y en las malas previsiones de la próxima.

Trabajos de recogida de la aceituna en una explotación olivarera cordobesa durante la pasada campaña agrícola 2022-2023. Miguel Párraga

El ejercicio se cerró con una producción final de unas 142.000 toneladas de aceite en Córdoba, que se quedó incluso más corta que el ya de por sí desalentador aforo de octubre de 2022, que esperaba 158.000 toneladas, mientras que las previsiones para el presente año son similares e incluso peores con la sequía y, sobre todo, después de que las lluvias de mayo afectaran severamente a la floración del olivar.

Junto al olivar, así como del ajo y del almendro a los que ya se ha hecho referencia, hay que citar a los cultivos que más se han visto afectados por la sequía, especialmente en secano: los cereales. Con la segunda superficie agrícola en extensión en la provincia, más de 110.000 hectáreas entre trigo duro y blando (78.571 Ha), cebada, avena, sorgo y triticale, la sequía se ha cebado sobre ellos en la campaña 2022-23, reduciendo de media la producción en toda la provincia en torno a un 60% y sin que las precipitaciones de finales de mayo sirvieran para paliar la situación. También bajó el rendimiento de las semillas y ello llevó a que en muchas explotaciones al final se recogiera para destinarlo simplemente a forraje. Para colmo, las cotizaciones han ido cayendo en el tiempo a pesar de que la situación de los mercados internacionales, por la guerra en Ucrania, viva una dramática falta de grano. Todo un desastre.

Otro capítulo relevante es el de los cítricos, que han sufrido un efecto similar al que ha marcado al olivar, salvando las distancias, con una caída de la producción, que en este caso rondó el 30% sobre la media de los últimos años, pero registrando un aumento de los precios en torno a un 50% que pese a todo y en ocasiones no compensaba la pérdida de frutos y el aumento de costes.

El sector del olivar se ha visto marcado por la astronómica cotización del aceite.

Por su parte, la merma originada por la sequía en otro cultivo clásico cordobés, el de la vid, se estima que rondará el 40%, con una vendimia que ya no solo es la primera de Europa sino que por las altísimas temperaturas y la sequía se adelantó este año a mediados de julio. Si se permite la agria broma y el humor negro, entre la sequía, las olas de calor y el cambio climático, a este paso va a coincidir la vendimia cordobesa con la de las vides chilenas, en el hemisferio Sur. Si es que da tiempo a esa evolución porque continúa la lenta sangría de hectáreas dedicadas en Córdoba a este cultivo, habiéndose perdido este año otras 256 Ha de superficie destinada a viñedo. En la última década, en Córdoba se ha arrancado una de cada cinco vides.

Afortunadamente, se trata de un cultivo amparado por una de las denominaciones de origen de las que puede presumir Córdoba y que esta última campaña se han tenido que emplear a fondo para preservar sus productos, con un dificilísimo marco internacional por el aumento de precio para los consejos del aceite de oliva y una no menos complicada situación para la DO de Los Pedroches.

Sector ganadero

Y es que en la ganadería tampoco la falta de agua ha dado un respiro. Ni mucho menos. Más aún con el aumento de costes, que afectó particularmente al pienso. En este Anuario también se detalla en sus páginas una situación que han venido a paliar ‘in extremis’ las ayudas específicas y para la sequía, pero que lógicamente no han podido evitar un daño que en muchas explotaciones tardará años en superarse, si es que lo consiguen.

Una explotación ganadera de vacuno en la comarca de Los Pedroches. MANUEL MURILLO

Donde más claramente se observó este efecto fue en el vacuno de leche, que tras vender a pérdidas el producto encauzó la situación hasta que la sequía y la guerra de Ucrania (y con ella la falta de grano) volvió a encarecer los piensos y los costes. Al respecto, hay que llamar la atención sobre los esfuerzos realizados por la cooperativa Covap para rebajar el precio de esta materia prima en plena sequía y con las dehesas agotadas. En todo caso, ninguna cabaña puede decir que el año agrícola le ha ido bien, empezando por la porcina, con un 30% de animales en el campo entre las 5.300 explotaciones que hay en Córdoba, 2.300 de ellas de cerdo ibérico.

En el ovino, donde Córdoba sigue liderando la cabaña andaluza con el 28% de las reses, el sector llegó a trabajar a pérdidas, lo que obligó a reducir el número de cabezas para hacer frente a los costes. Se habla de cifras en torno a un 6% de descenso. Un caso muy similar fue en el caprino, con casi 60.000 cabezas en la provincia de Córdoba, pero en continuo descenso desde 2020, con una reducción sensible en 2022 por los altos costes, tanto en los animales de producción láctea como en los de cárnica. Incluso en la miel la sequía abocó a los apicultores a una situación extrema, con una reducción del 80% de la producción respecto a la media de los años anteriores.

Las cabañas de bovino, ovino, porcino y caprino se han reducido para hacer frente a los altos costes.

En otros aspectos, actividades y sectores del campo también la falta de agua condicionó toda la temporada como ha comenzado a hacer con el otoño de 2023. Hablamos por ejemplo de la agricultura ecológica (por mucho que la PAC tenga una nueva filosofía ambientalista y de sostenibilidad) y, sobre todo, del mercado laboral en el sector agrario, que ha sufrido un serio revés al perderse jornadas de cultivos tan particularmente generadores de empleo como el olivar o el ajo. Otro tanto podría decirse de la caza o de la explotación de los parques naturales y de áreas forestales con ese potencial que tiene la silvicultura en Córdoba, todo ello en un año donde, por ejemplo, ni siquiera pudo disfrutarse de la recogida de setas de otoño-invierno (boletus, el clásico níscalo, etcétera) que levanta pasiones entre los aficionados. Y si a todo este mal panorama del campo se le suman otros problemas seculares, como la falta de relevo generacional, o puntuales, como las consecuencias de la enfermedad hemorrágica en el vacuno... Para colmo, la inquietud (cuando no indignación) que levantó la nueva PAC entre las asociaciones agrarias ha sido la gran preocupación y motivo de debate del año. Este Anuario aborda ampliamente el tema y la repercusión en Córdoba de la nueva política agraria común, una doctrina que desde el 1 de enero de 2023 da prioridad a preceptos medioambientales, con muchos responsables del campo que, sin embargo, creen que se relegan los intereses del principal actor de este ecosistema: el ‘homo ruralis’, una «especie en extinción», ironizan los más críticos con la nueva PAC.

Agroturismo

Quizá la única actividad relacionada con el campo en la pasada campaña en la que las cifras dan motivo para el optimismo sea el agroturismo. Pese a que aún colean los efectos de la pandemia y que aún no se haya logrado alcanzar las cifras de pernoctaciones de 2019 (en el turismo en general y contando con la capital sí que se ha alcanzado ese nivel), el incremento de la oferta de alojamiento ha sido asombroso, por ejemplo con un aumento del 52% hasta llegar a las 3.295 plazas de viviendas turísticas de alojamiento rural (VTAR) entre 2020 y 2023. En tan corto periodo, también han aumentado enormemente las casas rurales y las viviendas con fines turísticos, incluso en los campings se ha constatado un aumento espectacular de las pernoctaciones, posiblemente como reflejo del cambio de paradigma en el turismo ocasionado por la crisis sociosanitaria del covid-19, con unos viajeros que huyen de la masificación y buscan lo auténtico y la naturaleza. Otro indicador es la existencia ya de 49 empresas en Córdoba dedicadas a promover actividades de turismo activo, según datos de la Asociación Empresarial de Turismo de Córdoba, Emcotur-Tierras de Córdoba.

Es la única actividad del campo en clara expansión, como señala el número de firmas y alojamientos.

El agroturismo da pie para terminar esta radiografía del campo cordobés con un tono muy distinto al que ha marcado la sequía y los otros problemas coyunturales durante la pasada campaña, trayendo a la memoria que el sector primario sigue siendo el motor socioeconómico y laboral de la provincia, con un peso relevante en el PIB y las exportaciones y magníficos productos y profesionales en todos los sectores y actividades, incluida la investigación, como vienen demostrando los distintos grupos científicos de la UCO o del Ifapa. Solo se precisa que el cielo responda a todo este potencial humano en la campaña 2023-2024 y las borrascas atlánticas comiencen pronto a cruzar Andalucía Occidental descargando la ansiada lluvia.