VENTANA A LA NATURALEZA
Los incendios forestales, responsabilidades y retos
Se ha asistido tanto por parte de la clase política como por ciertos sectores del mundo rural a culpabilizar al sector ecologista, escondiendo sus propias responsabilidades. Hay que aclarar que la gestión forestal, la prevención y extinción de incendios son competencias exclusivas de las comunidades autónomas

Plantación de pino piñonero en Villaviciosa de Córdoba que mantiene su continuidad horizontal. / ARENAS
Durante este verano se esta asistiendo a una situación especialmente anómala en relación con los incendios forestales. Las recurrentes olas de calor con altas temperaturas han caracterizado el tiempo durante el estiaje. Sin entrar en discusión con los posibles escépticos del cambio climático, lo que no hay duda es que la situación ha sido especialmente dura e inusual. Han proliferado los grandes incendios casi por toda la superficie de España, se han visto imágenes dantescas y de una violencia de combustión inusuales, que los servicios de extinción han venido a denominar incendios de sexta generación por ser inabordables por su violencia casi explosiva. Las imágenes muestran superficies con gran continuidad de combustible en el sentido horizontal, a veces también en vertical y en gran medida de repoblaciones forestales.
Para que un incendio forestal se produzca tiene que haber una ignición sobre combustible ligero seco (pasto). La primavera, a pesar de la sequía, ha tenido una distribución de lluvias que ha permitido el desarrollo de vegetación pascícola de manera ostensible, incrementando por tanto el riesgo de incendios cuando se ha agostado. Características físicas se suman al riesgo de incendios que los hacen más peligrosos, altas temperaturas, baja humedad y viento. Se habla de la regla del 30, más de 30 grados, humedad relativa del aire inferior al 30% y rachas de viento superiores a 30 km/hora, que ponen en máxima alerta a los dispositivos contraincendios. Las características de la vegetación con especies más o menos inflamables, su contenido en humedad, la continuidad horizontal y vertical, el acumulo de más o menos biomasa por unidad de superficie y la pendiente del terreno se suman a las peculiaridades del incendio forestal. No hay que olvidar tampoco que una detección y actuación temprana minimiza la superficie afectada y los recursos a emplear en la extinción.

Monte heterogéneo con infraestructuras contra incendios en Cardeña. / ARENAS
Debemos partir de la premisa de que el culpable de un incendio forestal es quien inicia éste, bien de forma voluntaria o accidentalmente; solo un 5% se consideran naturales, provocados por rayos y en lugares muy especiales por fermentación espontánea. Sin embargo, se ha asistido tanto por parte de la clase política como por ciertos sectores del mundo rural a culpabilizar al sector ecologista, escondiendo sus propias responsabilidades. En este sentido, hay que aclarar que la gestión forestal, la prevención y extinción de incendios son competencias exclusivas de las comunidades autónomas como puede comprobarse de la lectura de los correspondientes estatutos de autonomía. El Estado se reserva la competencia de dictar legislación básica sobre este y otros aspectos relacionados con el medio ambiente y la conservación de la biodiversidad, entre las que se encuentra la Ley de Montes y la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad.
Otra cuestión a tener en cuenta es que España y, sobre todo, Andalucía se considera un punto caliente de la biodiversidad a nivel mundial, por su posición biogeográfica, su diversidad de ambientes, diferencia altitudinal y que actuó como refugio de muchas especies en tiempo de las glaciaciones. En ambiente mediterráneo la vegetación se distribuye en tres estratos, arbóreo, arbustivo o de matorral y herbáceo. Las comunidades animales se distribuyen por estos y existen especies exclusivas de alguno de ellos. Por tanto, hay una gran responsabilidad en la gestión forestal que se realiza, son muchos los convenios internacionales y directivas europeas que son aplicables. De ahí que la renombrada limpieza de los montes tiene su coste económico y sus consecuencias ecológicas, y la vuelta a la ganadería extensiva, si deseada, es un argumento oportunista.
La prevención
La prevención de incendios debe tener en cuenta todas estas premisas y debería realizarse por equipos interdisciplinares, donde estén presentes todas las visiones que rodean a este patrimonio natural. Se trata de evitar la continuidad del combustible, compartimentando el territorio de tal forma que se conserven unidades ambientales funcionales y que puedan ser defendidas adecuadamente de los incendios con las infraestructuras adecuadas. Hay que diseñar un paisaje diverso y heterogéneo donde se aumente el efecto de borde entre las distintas unidades de vegetación con un tamaño de parches que permitan conservar los valores naturales de cada lugar y sean resilientes a los incendios forestales.
Asistimos en las repoblaciones forestales a una situación de alto riesgo por la escasa inversión realizada en los montes para adecuar las densidades por unidad de superficie y dotarse de las infraestructuras adecuadas de prevención de incendios. Este hecho es especialmente dramático desde que estalló la crisis de 2011, cuando esta inversión cayó de forma abrumadora y que en la actualidad se mantiene. En estos momentos se está redactando la adecuación del Plan Forestal Andaluz y es una oportunidad para revertir esta situación e incrementar las inversiones de manera generosa y necesarias. Hay que tener claro que las necesidades selvícolas son las que deben primar. Además se generaría empleo en el medio rural y ayudaría a fijar la población en los pueblos. Si no hay una apuesta clara en este sentido, se estará asistiendo a la acumulación de más biomasa que se liberará mediante plagas o grandes incendios forestales, es pura física.
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