Bodegas Pérez Barquero se ha propuesto recuperar los vinos de pasto, la mención tradicional con la que la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles ampara los vinos blancos con envejecimiento y que, en la actualidad, alude a vinos de calidad, con crianzas más cortas, marcados por su identidad y destinados, a un consumo cotidiano.

De este modo, el grupo empresarial que dirige Rafael Córdoba se ha convertido en la primera bodega de Montilla-Moriles en recuperar este nombre antiguo que ha ido evolucionando con el paso de los años y que, hoy día, se utiliza para definir vinos más ligeros, que se consumen durante el almuerzo o en el aperitivo.

Es así como surge Fresquito Vino de Pasto, Producción Limitada, que resulta de rociar el Fresquito de Tinaja en botas ubicadas en la zona más húmeda de la bodega, que previamente habían contenido vino fino y que mantienen sus cabezuelas, que no son más que los finos depósitos de las levaduras que precipitan y que se van acumulando en el fondo de la bota a lo largo de los años.

«Tras doce meses en bota, el vino se ha afinado y se ha redondeado durante un tiempo extra de reposo en botella, dando lugar a un vino de perfil más serio, salino, reflejo de las albarizas de la Sierra de Montilla de donde procede», detalla la responsable de Marketing de Pérez Barquero, Adela Córdoba, quien subraya que «la tendencia actual es valorar, cada vez más, los vinos de terruño y la expresividad de la albariza». A su vez, la propia bodega se considera «parte de un ecosistema que distingue y hace vinos únicos».

En palabras de Adela Córdoba, «las dos especificidades más genuinas de nuestros finos son su graduación alcohólica natural y la crianza biológica bajo velo de flor». Así, el nuevo Fresquito Vino de Pasto de Pérez Barquero destaca por su carácter gastronómico, aunando fruta y sensación sápida e invitando al disfrute diario.

«El vino ha ganado en complejidad tras doce meses en botas viejas que conservaban las cabezuelas del vino fino que contenían previamente», subraya Córdoba.

Por su parte, Juan Márquez, enólogo del Grupo Pérez Barquero, corrobora que tanto el velo de flor como las cabezuelas aportan al vino las características organolépticas propias de un fino. «El contacto con flor y cabezuela, en crianza biológica, dota al vino, además, del potencial para una buena evolución en botella», precisa el experto.