Una finca situada junto al Guadalquivir, durante cinco siglos dedicada al recreo de los obispos de Córdoba y que la II República convirtió en Estación Pecuaria Regional, atesora el custodio mundial de la diversidad del olivo.

"Siempre digo que el Banco de Germoplasma del Olivo es un puente entre el pasado, el presente y el futuro del olivar", afirma en una conversación Angjelina Belaj Memaj, investigadora del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (Ifapa).

Belaj es la responsable del Banco Mundial de Germoplasma de Variedades de Olivo, que desde 1970 reúne en lo que hoy abarca trece hectáreas en la Alameda del Obispo, una finca gestionada en la actualidad por la Junta de Andalucía, alrededor de 1.200 variedades de olivo procedentes de 29 países.

A su juicio, la conservación de "los recursos genéticos del olivo no sólo es importante porque representa la salvaguarda de ese patrimonio tan importante que han mantenido los agricultores alrededor de la cuenca mediterránea durante siglos de cultivo, sino también como una reserva estratégica para el futuro del olivo".

La misión de este reservorio "es recoger y conservar los que no tenemos, ponerlo en valor, estudiarlo, y, en la medida de lo posible, sugerir su utilización en estudios comparativos de campo y en los programas de mejora".

Angjelina Belaj tiene claro que el de Córdoba es "el primer banco de referencia internacional" no sólo porque fue el primero en crearse, mediante un acuerdo entre el Gobierno español y el organismo de Naciones Unidas para la alimentación, FAO, sino también por la dimensión.

Actualmente, además de una copia de seguridad que la Junta realiza en Mengíbar (Jaén), hay otro en Marraquech (Marruecos), con seiscientas entradas de quince países, y un tercero en Izmir (Turquía), creado hace cinco años.

Con las aceitunas en las manos. Rafa Alcaide (Efe)

Para la responsable de la "colección de campo en el que se conservan todos los recursos genéticos del olivo", se constituyen "como los custodios de esa diversidad", porque son fuente para la mejora, los ensayos y la ampliación de la oferta varietal ante las amenazas, como la ocurrida en el Sur de Italia, "y, además, nadie puede prever lo qué va a pasar en el futuro y tener diversidad es una garantía".

Por ello, también tiene claro que el banco, que posee referencias desde Irán hasta México, es "un puente entre el pasado, el presente y el futuro del olivar" debido a que "las variedades locales, esa gran diversidad, no solo es importante ahora, es una reserva estratégica para el futuro del cultivo ante todo esos cambios, el cambio climático, ante cualquier cambio imprevisto que haya".

Porque la finca ribereña acoge tanto especies cultivadas, en la actualidad desarrolla una campaña de recogida de variedades locales de Andalucía, como silvestres, ya que "a pesar de la diversidad que tienen las variedades locales en cuanto a posibles nuevas fuentes de resistencia a plagas y enfermedades, al cambio climático y las necesidades del olivar ecológico, entre otros, somos conscientes que todavía hay caracteres importantes que no se encuentran solo en el material cultivado, y por ello hay que estudiar y recoger también el material silvestre", dice la investigadora del Ifapa.

De ahí que se mantenga una colección de acebuches y especies afines de entre doscientos y trescientos genotipos procedentes de España y otros países.

Angjelina Belaj juntoa un olivo. Rafa Alcaide (Efe)

Para Angjelina Belaj, "la importancia de este banco consiste no sólo en el material que mantiene, sino también en el papel que ha jugado durante su existencia que se remonta a más de cincuenta años", cuando se hizo cargo de la finca el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA), tras haber sido dedicada a Estación de Grandes Regadíos después de la Guerra Civil.

De hecho, opina, "es un lugar único" debido a que "bajo las mismas condiciones climáticas y, el mismo manejo tenemos un gran número de variedades y eso nos permite estudiarlas para caracteres como la resistencia a las enfermedades, contenido de aceite en el fruto, la composición acídica, la productividad, el rendimiento graso o la precocidad de entrada en producción".

Sin embargo, "somos muy conscientes de que tenemos una limitación que consiste que mantenemos dos o tres ejemplares de cada variedad", puntualiza, por lo que para conocer la variabilidad de las especies deben desarrollarse ensayos en una red andaluza donde se evalúan en diferentes condiciones climáticas y con mayor número de árboles.

De ahí se obtienen conclusiones sobre su posible utilidad, rendimiento, adaptabilidad a diferentes condiciones climáticas y "ya con esos estudios sí podemos recomendar variedades concretas en cada zona", concluye.

Angjelina Belaj cree a la Alameda del Obispo, que también se conoció durante el franquismo como La Granja del Estado, impregnada por el espíritu de Martín de Barcia, obispo de Córdoba entre 1756 y 1771, que instaló una especie de jardín botánico y la dedicó a la producción de frutales para abastecer a los hospitales de la ciudad, conocedor de que su consumo era bueno para la salud.