La provincia de Córdoba es una gran productora de carne, especialmente de cerdo, tanto blanco como ibérico, y en su territorio existen explotaciones porcinas de intensivo (conocidas como granjas) y de extensivo, donde los cerdos se crían en el campo, la dehesa fundamentalmente. Cada tipo de cerdo tiene su mercado y su precio, pero los empresarios que los producen coinciden en señalar que son muchas las exigencias, sobre todo medioambientales y de salud animal, las que tienen que superar y muchos los controles que desde distintos estamentos se llevan a cabo para poder mantener la actividad. La otra gran coincidencia entre ambos tipos de productores es su mayor preocupación, obtener la carne de la mejor calidad y eso solo es posible si el animal recibe los cuidados necesarios


Cerdos de pata negra en la dehesa de Pozoblanco

A escasos kilómetros de Pozoblanco está la explotación de cerdo ibérico de Rafael Muñoz y su familia, una empresa familiar que cada añada saca adelante unas 1.000 cabezas de ganado de la mayor calidad del mercado, el ibérico de bellota. 

El responsable de la granja explica, en primer lugar, que poner en marcha una explotación de este tipo no es nada fácil. Son muchos los requisitos que hay que cumplir, del Ayuntamiento, de la Junta, de Sanidad, de la OCA y de Medio Ambiente. «Esto es una penitencia hasta que cumples con todo», se lamenta, pero añade que los controles no se quedan ahí, sino que ya con la actividad en marcha hay que llevarlo todo a rajatabla, «tenemos mucha normativa, local, regional, nacional y europea, está todo muy regulado, desde la alimentación hasta el espacio que debe tener cada cerdo», porque, además de garantizar la raza y la alimentación, se lleva a cabo, para entrar en los estándares impuestos por la denominación de origen, un control exhaustivo del desarrollo y las fincas por las que pasa cada animal. «El control de trazabilidad es muy riguroso», apunta, y, además, indica, «si no cumples la normativa te recortan también en la ayuda de la PAC». 

Sobre su actividad, explica Muñoz que, como su empresa se dedica a la cría del cerdo desde su nacimiento hasta su venta para sacrificio, en la primera etapa, «cuando son lechones, hay que cuidar un montón de detalles», que van desde la calidad del agua que consumen hasta la temperatura de la nave o las corrientes de aire de la misma, así como la evolución de la alimentación para que cuando salgan a la dehesa se adapten bien. 

En la explotación de Rafael Muñoz se alimentan 120 madres reproductoras y 6 machos, que son los que cada año sacan la camada que se va a engordar. «Cada hembra pare de media unos 17 lechones», indica. De todos los que nacen, la piara propia será de unos 1.000 y los demás se venden a otros criadores. El periodo de crianza de cada cerdo ibérico es de entre 14 y 20 meses y cuando se carga en el camión su peso ronda los 180 kilos, conseguidos a base de la alimentación de la dehesa (excepto cuando son lechones). Hierba y bellota de la montanera (se calcula que cada cerdo puede ingerir unos mil kilos de bellota durante su crianza), además del campo, son los elementos fundamentales para conseguir el resultado ideal. En la tarde en la que se realizó este reportaje, aproximadamente medio centenar de cerdos de pata negra hozaban en el suelo y mordían las bellotas de las generosas encinas que poblaban el espacio en el que andaban, además de no perdonar la abundante hierba que tiene la finca. «En unos días los cargaremos en el camión, porque ya han alcanzado el peso» y la edad. En concreto, este lote nació el día 21 de noviembre del año 2020, que también eso se controla.

Rafael Muñoz, criador de cerdo ibérico. Rafa Sanchez Ruiz

Manifiesta el ganadero su preocupación por la sostenibilidad de la explotación, porque asegura que cuanto más sostenible sea, mejores cerdos se criarán y mejor precio se cobrará por ellos, porque su gran preocupación y objetivo es «criar cerdos de la máxima calidad posible», aunque reconoce que este tipo de cerdo representa una mínima parte de la producción de porcino de España, porque la inmensa mayoría es cerdo blanco.

En lo que se refiere a los problemas medioambientales y la calidad de la carne, reconoce que siempre, en toda actividad, y en la ganadera también, hay que dar pasos hacia la sostenibilidad y minimizar el impacto en el medio ambiente, pero hablar de otras cuestiones sobre el maltrato animal o que la carne que sale de España no es de calidad, no se ajusta a la realidad, indica. «Porque los estándares españoles y europeos son los más altos del mundo, cualquier animal que se críe en otras partes no tiene los estándares de bienestar que tienen los españoles y los europeos», concluye. 

LAS CLAVES

El concepto de macrogranja según la UE

Según la normativa europea, se entiende como macrogranja aquella que se dedica a la cría intensiva con más de 40.000 plazas para aves de corral; más de 2.000 plazas para cerdos de cría; o de más de 750 plazas para cerdas reproductoras.

Largo proceso administrativo para empezar

Uno de los asuntos más delicados de esta actividad, tanto en intensivo como en extensivo, son las exigencias administrativas y normativas que hay que superar para poner en marcha una explotación ganadera (OCA, Ayuntamiento y Junta de Andalucía, entre otras).

La importancia del bienestar animal

En las granjas también existe una normativa que regula las condiciones en las que se deben criar los animales y el espacio con el que debe contar cada ejemplar para su desarrollo. Es la denominada UGM, que es la Unidad Ganadera Máxima.

La producción y almacenamiento de purines

Los ganaderos explican que los purines también están muy controlados, pues hay que contar con una balsa con garantías de estanqueidad y especificar qué cantidad se deposita, cuánto tiempo y en qué finca se esparce después.

La emanación de metano y amoniaco

El Ministerio para la Transición Ecológica cuenta con el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR), al que las explotaciones deben informar sobre sus emanaciones. Las granjas de Córdoba producen 160 toneladas de metano al año.