En el año 1984 se realizó un censo de cigüeña blanca en la provincia de Córdoba por miembros del departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias como aportación al censo nacional, coordinado por la Sociedad Española de Ornitología. Las conclusiones fueron alarmantes, se había perdido casi un cuarto de la población existente, sólo quedaban 162 nidos ocupados. Se distribuía por dos núcleos principales situados en Los Pedroches y la Vega del Guadalquivir, y en este último se había producido un notorio descenso. Muchos de los pueblos que se acercaban al gran río habían perdido esta especie tan significativa de los núcleos urbanos y en la campiña se certificó un fuerte retroceso hasta casi su desaparición.

Pudo determinarse con respecto a un censo realizado en 1975 que se había producido una disminución cercana al 32% y había disminuido el número de colonias de cría, lo que indicaba claramente una disminución de los recursos alimenticios. Ante la abundancia de alimento se agrupan y cuando falta se dispersan. Otro dato que confirmaba este hecho era el bajo número de pollos que nacían y una tasa de mortalidad en torno al 30%, relativamente alta a la encontrada en la bibliografía. Pero no sólo el problema estaba aquí, en sus áreas de invernada se atravesaban años de sequía, que también estarían afectándola.

Dos años después Sánchez Tortosa pudo volver a confirmar esta regresión y comprobó que se produjo una pérdida de nidos ocupados del 33% con respecto al último censo realizado. En otras palabras, parecía que esta especie comenzaba un proceso de extinción en la provincia que era el límite sureste de su área de distribución. Cuando una especie comienza a extinguirse, lo hace principalmente por los bordes de su área de distribución que suelen ser lugares subóptimos.

Era una época donde los cursos fluviales estaban fuertemente alterados y contaminados, sobre todo en la campiña, como así lo indicaba otra especie a la que se le dedicó atención ese mismo año, la nutria, que por aquellas fechas era un bioindicador de aguas poco polucionadas. Se apuntaba de esta regresión a una intensificación de la agricultura.

Dice el refranero: «Por san Blas la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves». Este refrán hace referencia a que cuando el invierno era frío se tardaba en ver más las cigüeñas. Las primeras aves descritas durante el invierno en la provincia de Córdoba datan de 1980, con un máximo de 8 ejemplares en 1986, y desde entonces comenzaron a ser más frecuentes asociadas a los vertederos de residuos sólidos urbanos.

Una pareja de cigüeñas regenta un nido. RAFAEL ARENAS

La migración viene determinada principalmente por la disponibilidad de recursos alimenticios, que merman con la llegada del otoño y los fríos inviernos. En los vertederos supieron encontrar una fuente inagotable de alimento durante todo el año. Diez años después, en 1994, la población se había disparado hasta los 362 nidos ocupados, según Sánchez Tortosa. Este crecimiento se evidenció en el entorno más cercano a los vertederos, y se agrupaban en grandes colonias. El crecimiento fue confirmado en el siguiente censo de 2004, que ascendió a 391 parejas.

A pesar de ello no se ha recuperado la distribución más homogénea de los años cuarenta, en la que era más abundante en la mitad sur que en la mitad norte, ni tampoco las cifras que hoy parecerían sorprender: 762 parejas. Desgraciadamente no se han vuelto a realizar censos nacionales y, por tanto, en la provincia se desconoce su evolución, aunque, al menos, parece mantenerse o incrementarse. En el año 2024 se ha fijado el siguiente y podrá salirse de dudas, aunque puede afirmarse que mantiene las características de su distribución más cercana en el tiempo. 

El fenómeno de invernada en la provincia y el resto de España, con el transcurso del tiempo, ha ido a más. A principios de la década de los noventa se detectan 3.000 cigüeñas en el mes de noviembre en el entorno de Doñana y Odiel, hecho explicable, además, por la proliferación del cangrejo rojo americano en casi todos los sistemas lacustres. En la provincia de Córdoba, a mediados de los noventa, ya se detectaban bandos de 200 ejemplares alrededor de los vertederos. A todo esto se suma el cambio en el clima, con sequías en sus cuarteles de invernadas e inviernos más benignos en nuestras latitudes, y la disminución de la mortalidad por tendidos eléctricos y de aves tiroteadas, aunque se mantienen las causas de un sistema agrícola en la campiña que lo hace incompatible con su existencia por falta de alimento.