La digitalización del sector agroalimentario tiene en los drones uno de sus mejores aliados y su uso para controlar las explotaciones desde el cielo está cada vez más extendido.

Lo que hasta hace pocos años era una práctica poco habitual ha ido ganando terreno, mientras que la tecnología y las cámaras que utilizan estos vehículos aéreos sin tripulación se han ido perfeccionando.

Moisés Jiménez es el responsable de Tvant, una firma cordobesa especializada en grabaciones aéreas que es la primera empresa española en ser proveedores de servicios con dron de la ONU y que forma parte de la red internacional Drone Connector, integrada por operadores de drones reconocidos por su alta profesionalidad y su flota especializada.

Parte de su trabajo se centra en las explotaciones agrarias, en las que lleva a cabo vuelos de precisión que ofrecen una información exhaustiva de las plantaciones a través de dos tipos de cámara, la térmica y la multiespectral, capaces de detectar cuestiones como la salud hídrica de árboles y cosechas.

Por lo que se refiere a la cámara térmica, esta tecnología mide rangos de temperatura, tanto del suelo como de las plantas. «La cámara -dice- va haciendo fotos térmicas del suelo, de las plantas, y una vez que se compilan todas las fotos se hace un mapa» de la finca en el que cada pixel de la imagen da un

rango de temperatura», lo que permite trabajar con una información precisa y, por ejemplo, organizar el riego en función de las necesidades.

Y es que, indica Jiménez, con las cámaras de temperatura, en combinación con las multiespectrales, que miden distintos aspectos, también se detectan fugas de riego», porque son capaces de descubrir la humedad del suelo o de captar el crecimiento de plantas en una zona donde no debería haber y que han nacido como consecuencia de un exceso de humedad.

Precisamente, las empresas de riego agrario también contratan servicios de dron para organizar la canalización de las fincas y escoger los tramos más adecuados o para reparar los posibles daños que haya tenido una instalación.

En cuanto al uso de las cámaras multiespectrales, una tecnología en la que Tvant ha sido pionera en Andalucía, «porque fuimos los primeros en adquirirla, Jiménez resalta que ofrecen información muy precisa para agricultura y que son específicas para este sector. Indica que, en realidad, «son cinco cámaras infrarrojas en una y cada cámara trabaja en un espectro diferente de nanómetros». Cada cámara trabaja en un espectro o banda diferente de nanómetros, que en algunos casos llegan a los 1.050.

Explica que el vuelo con dron también permite hacer lo que se conoce como «conteo», es decir, contar el número de plantas de la explotación agraria. Como ejemplo, explica que uno de sus trabajos ha sido el conteo de lechugas en una finca, lo que le ha permitido al propietario no solo conocer el número de plantas que tiene, sino también predecir el calibre que tendrá en el momento en el que se vaya a recoger, «porque se va viendo el ciclo de crecimiento de la lechuga y, si estima que crece un 10% semanal», se puede hacer un cálculo aproximado de su diámetro en la semana de cosecha, lo que permite a los productores ofrecer su producción a compradores que buscan un calibre determinado.

Los drones dan acceso a aspectos muy concretos de la evolución de los cultivos. CÓRDOBA

Junto a ello, Moisés Jiménez destaca que el dron también resulta muy útil para hacer controles de plagas porque de manera inmediata la imagen que captan sus cámaras son capaces de mostrar si un árbol está enfermo, lo que agiliza las labores de tratamiento y de extensión de la enfermad. También esta tecnología es capaz de hacer «mapas de salud» para determinar qué zonas son necesarias abonar en cada momento de la temporada.

Para Jiménez, el uso de esta tecnología de precisión reporta varias ventajas para las explotaciones agrícolas. Entre ellas subraya el ahorro en el uso y compra de productos fitosanitarios, puesto que las imágenes detectan cuándo y dónde es necesario usarlos y ayuda a aplicarlos de forma selectiva en función de las necesidades de cada parcela de tierra. A ello se suma el hecho de que el propietario de la finca tiene una visión global del estado de su plantación y puede hacerlo de manera inmediata «porque al día siguiente de hacer el vuelo le estamos dando los mapas» de su terreno.

Los precios medios para contratar un servicio de dron, indica, oscila entre los 10 y los 80 euros por hectárea, aunque esta cantidad varía si se solicita un trabajo más específico o exhaustivo. En la provincia, las explotaciones que más usan estos servicios son las de olivar y almendro, ya que esta tecnología se adapta bien a sus necesidades, aunque también se utiliza en otros cultivos para hacer levantamientos fotogramétricos (un mapa topográfico realizado a base de fotografías) cuando se tiene pensado hacer un replante de la finca o comenzar con la plantación.

José Joaquín Montes es uno de los responsables de Óleo2 y forma parte de la sexta generación de olivicultores de su familia dedicada al cultivo del olivo desde hace 145 años. Montes explica que en sus fincas, repartidas entre Cabra, Lucena y Rute, no usa plaguicidas ni herbicidas, porque apuestan por la sostenibilidad y porque en sus tierras cuentan con algunas cabezas de ganado ovino.

A pesar de disponer de un olivar tradicional que ronda las 30 hectáreas, la empresa ha apostado por el uso de la tecnología de precisión con drones, porque considera que el pasado y el futuro no tienen por qué estar reñidos. Para Montes, la principal ventaja de esta particular simbiosis es «la mejora del cultivo, porque se hace como una radiografía específica, un diagnóstico, que cuenta lo que le pasa». Incluye, además, datos como la carencia de nutrientes «en una parte del terreno», lo que permite actuar solo en el terreno que presenta algún problema o que «está debilitado». «Es una maravilla usar esa tecnología», declara. «Además, supone un ahorro de costes y de tiempo», explica.

Junto a a ello, considera significativa la reducción en el uso de combustibles fósiles de los vehículos que transitan las fincas, ya que con las imágenes que proporciona el dron no es necesario trasladarse tan a menudo y esto, a su vez, disminuye la contaminación atmosférica al reducir las emisiones de CO2. A pesar de que solo llevan tres años utilizando esta tecnología, señala que «cada vez hay más avances y aplicaciones que determinan más parámetros» del olivar, como «el contenido graso de la aceituna en relación pulpa-hueso, el peso medio o el inicio de madurez para saber el grado óptimo de recolección». No obstante reconoce que muchos de los olivareros que conocen en la provincia «todavía son de la vieja escuela» y no usan este tipo de tecnologías, aunque confía que con las nuevas generaciones de agricultores esta práctica se extienda puesto que contribuye a mejorar la biodiversidad y la sostenibilidad del olivar cordobés.

El siguiente paso en la digitalización de su explotación agraria ha sido la apuesta por el uso de las redes sociales para dar visibilidad a sus productos. «Es un escaparate» en el que quieren estar presentes.