El primer inmunizado en Córdoba contra el covid-19 podría decirse que fue... el campo, valga el atrevido símil. Y es que a la hora de hacer una radiografía de un año agrario tan complejo como el 2020-2021 lo primero que sorprende, y hasta extraña, es el relativamente moderado impacto que ha tenido la crisis global del covid-19 en el primer sector productivo cordobés, hasta tal extremo que los grandes problemas que ocupan el debate de la agricultura y la ganadería cordobesa en septiembre del 2021 vuelven a ser algunos de los que parecen enquistados desde décadas (la falta de riegos o los bajos precios), junto a otros coyunturales, como las perspectivas de la nueva PAC o el lamentable año hidrológico vivido. En todo caso, se trata de una situación muy lejos de la que viven aún por la pandemia la industria y, sobre todo, el sector servicios (por no hablar dentro del mismo de la catástrofe en la hostelería, el turismo y la crisis estructural del comercio y el ocio), todo ello con un campo cordobés que desde el principio ya demostró su solidaridad y su músculo, en primer lugar, manteniendo su actividad en los momentos más duros de la pandemia, los del confinamiento, en lo que lo único que primaba era la necesidad de que no fallara el abastecimiento, o con voluntarios que no dudaron hasta en sacar sus tractores para desinfectar espacios públicos en los pueblos. Además, el campo fue un refugio de actividad y empleo cuando los otros sectores se desplomaban, lo que contribuyó a minimizar la crisis en la provincia. Al respecto, cabe citar los 70.000 trabajadores de unas 7.000 explotaciones en Córdoba que estrenaron en junio nuevo convenio del campo.

Por supuesto que el campo cordobés no resultó indemne del covid-19. No faltó una fiebre alta, dolor de cabeza e inflamación en órganos esenciales. Por ejemplo cuando en septiembre del 2020 se constató que el aumento del valor de la producción agraria (pese al sobreesfuerzo y las protestas del campo en febrero del 2020, después de décadas de agravios por los bajos precios) no había tenido ningún reflejo en los rendimientos para el agricultor, por no hablar de cambios de hábitos en el consumo de algunos productos (algunos quizá beneficioso al aumentar el aprecio del consumidor por productos de calidad como el aceite de oliva) y vaivenes en los mercados internacionales de lo que no se salva ninguna cosecha en Córdoba a la hora de su comercialización. A ello habría que añadir algunos cambios en los hábitos exportadores, con un descenso de 60,6 millones de euros en el 2020 respecto al 2019, pero acumulando ya en el primer semestre del 2021 algo más de 547 millones de euros, un 20% más que el año pasado.

En todo caso, y como afirma el dicho norteamericano, «lo que no te mata… te hace más fuerte», y de los efectos de la pandemia, incluso, podría hablarse de algunos ejemplos de resiliencia como el mantenimiento del precio del aceite al consolidarse la demanda, posiblemente, como ya se ha apuntado, al aumentar la consideración del consumidor durante el confinamiento a alimentos de calidad. Otro caso sería cómo en más de una ocasión la industria agroalimentaria ha adelantado sus procesos de digitalización tomando los reveses como oportunidades, especialmente en el capítulo de la comercialización vía internet, exportación e internacionalización.

Explotación de vacuno de leche en la comarca de Los Pedroches. RAFA SÁNCHEZ

Viejos problemas: los riegos

En todo caso, y volviendo al argumento del principio, sorprende que en un año tan complejo y que históricamente será recodado por la pandemia, las alegrías y objetivos en el campo cordobés vienen ya marcados por viejas demandas a las que a veces se le unen problemas coyunturales de la temporada. Ningún caso más claro como el de los riegos. Al respecto, hay que recordar que la primera provincia de la cuenca del Guadalquivir en almacenamiento de la cuenca con 3.400 hm3 sigue estando muy lejos de los cupos y superficie de riego que por ejemplo se fijan para Jaén y Sevilla. El mal año hidrológico tras un lustro con un 8% menos de lluvias, no ha hecho más incrementar esa antigua demanda de 228 hm3 calculados que Córdoba ha perdido respecto a otras provincias por falta de actualizaciones desde los años 90, un volumen que permitiría poner en regadío, por ejemplo, 150.000 hectáreas nuevas de cultivo de olivar.

Así, el proyecto en redacción y próximo a licitar en septiembre para un trasvase desde el embalse de Iznájar al entorno de Antequera no ayuda a calmar los ánimos frente a ese agravio comparativo que denuncian las asociaciones agrarias y los ayuntamientos del sur de la provincia, liderados por el propio Consistorio de Iznájar en su oposición al trasvase. La seca primavera y que los embalses cordobeses terminaran agosto al 23% de su capacidad, 4 puntos menos de la misma fecha del 2020, que ya de por sí fue complicada y obligó a reducir los riegos al 50%, tampoco ha quitado malestar e incertidumbre. Un ejemplo es el cultivo del ajo, que pese a tener una magnífica campaña se estaba pensando muy mucho su planificación, ya que apenas hay asegurados riegos para la siembra.

Sequía y cosechas

Esa seca primavera del 2021 también dejó como legado una corta cosecha de grano (un 25% más reducida) y un menor rendimiento en cereales que, un año más, van perdiendo peso en el total de la superficie agraria, siguiendo una tendencia de casi una década. No es el caso del trigo duro, que repuntó este año con unas 6.000 hectáreas hasta las 69.573 en su lento declive, pero sí en el conjunto de este tipo de cultivos, a lo que hay que unir este año el aumento de costes (gasoil, electricidad, etcétera) o problemas puntuales como las dañinas tormentas a principios de junio. Afortunadamente, los mercados internacionales han venido en ayuda del trigo para alcanzar unos precios razonables.

Sin embargo, este aumento de costes y la falta de lluvia no solo han afectado al grano, también han hecho que, entre otros, se resienta la vid, vendimiándose por debajo de costes (0,40 euros el kilo de uva y bajando su producción de 30 a 25 millones de kilos); el algodón, que no superará las 10.200 toneladas de producción en sus 3.442 hectáreas de regadío, o el total de la ganadería en líneas muy generales. Especialmente el vacuno de leche, produciendo por debajo de costes al incrementarse el pienso en un 25% y llevando al sector a movilizarse desde junio del 2021.

Recogida de la aceituna en la comarca del Guadajoz, durante la última campaña olivarera. MIGUEL PÁRRAGA

Luchar contra los bajos precios

Otra cuestión, y ello también demuestra el dinamismo del campo cordobés ante otra asignatura pendiente, los bajos precios, ha sido el asombroso crecimiento de la superficie dedicada al almendro hasta llegar a 13.334 hectáreas, que ha superado ya en el 2021 a los cítricos en la provincia, aunque aún queden años para que estas explotaciones lleguen a pleno rendimiento produciendo almendras. Por cierto, los citados naranjos se suman a esos cultivos afectados por la escasez de lluvia que espera con ansiedad las primeras lluvias de otoño para el final de su campaña.

Sin embargo, y más allá de problemas coyunturales, el principal mal que subyace en el campo cordobés son los bajos precios que viene soportando desde hace tres décadas. Al respecto, hay que recordar del 2020 aquella movilización que fue bruscamente interrumpida por el confinamiento frente a la pandemia y cómo el campo respondió manteniendo la producción y reivindicándose como sector esencial del país. Todo ello no se vio compensado cuando hace un año se conoció que el aumento de la producción seguía sin tener correlación con los precios, que volvieron a bajar para el agricultor y ganadero. Ciertamente, el decreto sobre precios del pasado otoño para evitar que la cadena de transformación y comercializadora impusiera precios al productor incluso por debajo de costes fue un hito. Pero, en la práctica, y según denuncian las asociaciones agrarias, no ha tenido un impacto real en múltiples actividades. Y si a eso le sumamos el incremento de los costes, incluido el de la electricidad... Esa imagen descrita por Miguel Cobos, secretario provincial de UPA, de muchos agricultores regando de noche para ahorrar en el consumo eléctrico de las bombas de riego… ya lo dice todo.

El campo se quita la mascarilla

El campo se quita la mascarilla

El olivar, caso aparte

Capítulo aparte se merece un pilar del campo cordobés: el olivar. Con sus 373.070 hectáreas (este año ha descendido ligerísimamente su superficie, pero en el cómputo de SAU aumenta su presencia proporcional en la provincia), el olivar continúa incrementando su peso a la vez que crece la superficie de cultivo intensivo y superintensivo a costa del tradicional. Este 2020-2021 ha superado la asfixia con la que comenzaba el año agrícola con unos precios “indignos”, valga el adjetivo si se tiene en cuenta que parte del olivar convencional tenía que vender por debajo de costes. Pero conforme fueron pasando los meses, la corta campaña del año pasado (en la que además se quedó fruto sin recoger) contribuyó a que las cifras en las lonjas fueran dando mejores números, hasta llegar a los 3,23 euros por kilo de finales de agosto. Si a ello se le suma que hay menores reservas de enlace para la próxima campaña y la suspensión temporal de aranceles por parte de EEUU en junio, las perspectivas son muchísimo mejores. Eso sí… si llueve.

Y es que la fuerte ola de calor de mediados de agosto, cuando la humedad media del campo ya estaba bajo mínimos, además de adelantar la vendimia y otras campañas, incluso llegó a arrugar la aceituna en algunas explotaciones, haciendo que el campo cordobés (y no solamente el olivar) mirase en septiembre del 2021 al cielo con más ansiedad que nunca.

Algunos motivos de esperanza

Mientras el cielo y la lluvia solo proporcionan incertidumbre de cara al próximo año agrícola, también es cierto que hay cifras aportando mucha más esperanza. Ahí está ese dato del paro de agosto del 2021, donde el campo cordobés ha seguido arrimando el hombro para una recuperación en la que por fin el sector servicio parece levantar cabeza, el aumento del 3% del número de empresas de transformación agroalimentarias en la provincia, hasta llegar a las 952, o las iniciativas (aunque sean puntuales) para incrementar la digitalización y la comercialización a través de internet. También hay que citar el incremento de valor de las denominaciones de origen o la mayor sensibilidad del consumidor ante la calidad de los productos agrarios de excelencia, el ya citado capítulo de las exportaciones con un magnífico primer semestre…

E incluso habría más signos que llaman al optimismo, como la estabilidad alcanzada por el sistema financiero y el sistema de seguros (con menos pólizas firmadas en Andalucía pero con un 7% más de producto asegurado y 822 siniestros agrarios declarados en Córdoba), programas como los dotados con 8 millones por la Junta que benefician a 3.200 familias o los que apoyan a riegos y que han permitido una nueva instalación fotovoltaica para el Genil-Cabra, así como ese aumento de la agricultura y ganadería ecológica en la que el olivar es el buque insignia en Córdoba del nuevo paradigma verde.

Por supuesto que entre este cielo, con pocas nubes, y la tierra, con algún motivo para la esperanza, está esa delgada línea misteriosa donde se unen las necesidades más cercanas con esos intereses lejanos de Bruselas, ese horizonte que es la nueva Política Agraria Común (PAC) que está siendo el gran caballo de batalla para los intereses de Andalucía en este año agrícola 2021-2022.