Las primeras lluvias han llegado y muchas personas se acuerdan que con la entrada del otoño comienza la berrea, uno de los espectáculos que ha llamado más la atención al hombre. Con este nombre se conoce el proceso de apareamiento del ciervo o venado, una especie muy abundante en Sierra Morena. De acuerdo con los yacimientos prehistóricos, el ciervo se caza desde el Paleolítico y eran aprovechadas, prácticamente, todas sus partes, desde la carne, a la piel, huesos, cuernas y tendones.

Dos machos luchan por las hembras, en el parque natural de Hornachuelos.

Con la berrea los grandes machos anuncian su presencia a otros contrincantes para trasladar su presencia, vigor y evitar así luchas y gasto energético innecesario. La intensidad de la berrea puede conocerse por el número de berridos en la sierra, que van aumentando de forma paulatina hasta llegar a su cénit, generalmente en la segunda quincena de septiembre, para ir decayendo posteriormente poco a poco. Es un mecanismo biológico para concentrar los nacimientos en torno al mes de mayo. Así, las ciervas han podido alimentarse suficientemente para superar la etapa de crianza.

Hasta hace unas décadas la berrea era consumo casi exclusivo del mundo cinegético, tanto para su observación como para su aprovechamiento mediante una modalidad conocida como «caza en berrea», en la que se persigue a machos portadores de grandes cuernas. Además, también era aprovechado este momento para vender la montería al ser más visibles los grandes machos. Con el advenimiento de las cercas y la costumbre de suplementar artificialmente es posible observarlos mucho antes.

Este sonido tan característico, más intenso al atardecer y las primeras horas de la noche, ofrece oportunidades y experiencias al público en general. Fue puesta en valor por los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente con las escenas rodadas en los llanos descubiertos del embalse de El Tranco, al lado del Castillo de Bujaraiza, en la serranía de Cazorla. Muchos jóvenes tuvieron sus primeras experiencias de observación allí ante la dificultad de hacerlo en Sierra Morena en fincas perfectamente custodiadas por una guardería eficaz.

Han tenido que pasar más de treinta años para que se advierta cierta apertura para la observación directa de la berrea, como a través del objetivo de una cámara fotográfica, en algunas fincas públicas o privadas en nuestra sierra. Los visitantes quieren llevarse en sus retinas un recuerdo de esta experiencia y si es posible ver una lucha entre dos poderosos machos, mucho mejor. El que ha vivido este momento siempre lo recordará y si, además, ha tenido la oportunidad de hacer alguna buena foto se sentirá orgulloso de esta. Hasta hace relativamente poco tiempo la única posibilidad era caminar por caminos públicos colindantes con cotos de caza mayor o parar en carreteras de Hornachuelos, Villaviciosa o Cardeña y Montoro, donde casi la única experiencia era escuchar el sonido de la berrea y observarlos a larga distancia. Algunas empresas en Córdoba ofrecen ya estos servicios al haber obtenido la concesión de explotación en montes públicos como Las Erillas, en Villanueva del Rey, o haber llegado a acuerdos con fincas privadas. Prestan los servicios a un número reducido de personas para asegurar la observación o la fotografía desde observatorios diseñados expresamente para ello. Algunas empresas son más o menos locales y otras tienen el ámbito de actuación más extenso. A veces, la actividad de observación de la berrea suele ser acompañada de otras experiencias con talleres, gastronomía e, incluso, pernocta en alojamientos rurales de la zona que se visita, ampliando de esta forma la oferta turística.

El período durante el que puede realizarse es de un mes o mes y medio, a lo sumo, entre septiembre y octubre, dependiendo del año, y antes del comienzo de la temporada de caza mayor, aunque los titulares cinegéticos tienen en sus manos facilitarlo durante todo el tiempo que dura la misma. Se trata de una actividad emergente y sostenible, completamente compatible con la cinegética y en la que hay que vencer los miedos que se van a colar furtivos para conocer los emplazamientos y llegar más tarde para abatir a los machos. El perfil de este tipo de persona es totalmente diferente y las empresas pueden filtrar a los asistentes. Son miles las personas a las que les gustaría vivir esta experiencia. Es una actividad más que ayuda a las economías locales y que se complementa con otras relacionadas con el medio natural.