Desde el año 2009 el primer sábado de septiembre se viene celebrando el Día Internacional de los Buitres, una iniciativa que comenzó en Sudáfrica y Reino Unido con la idea de convertirlo en un evento internacional con el objeto de dar a conocer a la población el importante papel que juegan este grupo de aves en los ecosistemas. Los buitres proporcionan unos servicios ecosistémicos impagables al hacer desaparecer del campo los cadáveres de animales silvestres y domésticos, reciclando la materia. Sin su participación se propagarían con mayor difusión enfermedades y, por tanto, elevaría el riesgo en el ser humano. Desgraciadamente, este día ha pasado prácticamente desapercibido en la Comunidad Autónoma de Andalucía por la escasez de actividades que se han organizado, lo que nos indica que aún estamos lejos de alcanzar los objetivos que se marcaron hace doce años.

Un estudio publicado en la revista Ecological Economics relaciona la muerte masiva de millones buitres en la India, el 99% de sus poblaciones, con la muerte de 50.000 personas. La extensión de la utilización veterinaria de un antiinflamatorio llamado Diclofenaco, que se localizaba en los cadáveres de animales, está detrás del asunto. De gran poder analgésico para el ganado, literalmente destroza los riñones de los buitres que se alimentan de cadáveres que contienen este fármaco. Al desaparecer los buitres, los cadáveres de animales muertos fueron consumidos por perros, que incrementaron su población a 5,5 millones de individuos entre 1992 y 2006. En este período se ha calculado que la población canina ha sido responsable de 40 millones de mordiscos, que han provocado la muerte de 50.000 personas por rabia. Nadie podía pensar que este tipo de asociación podía darse, pero al final se dio. La Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios autorizó su uso para bovino, porcino y caballos no destinados a consumo humano en el año 2013. Existía un precedente en la Unión Europea: Italia aprobó su uso en 2004 después de varios ensayos, pero este país prácticamente no tiene poblaciones de buitres. Parece que su uso aún no se ha generalizado, pero ya se ha detectado un ejemplar de buitre negro muerto por este producto. La prohibición aún de depositar los cadáveres de bovino para su consumo por los buitres puede estar retrasando los efectos, pero una buena política debe devolver esos cadáveres para su consumo por los buitres en lugar de entrar en una cadena de eliminación por cremación. En un anterior artículo advertimos de que el sistema artificial de retirada y eliminación de cadáveres cuesta unos 150 millones de euros cada año y ha supuesto un aumento de hasta 77.344 toneladas de CO2 al año en nuestro país, un absurdo cuando tenemos los mejores recicladores que ha diseñado la naturaleza. En Andalucía las poblaciones de buitre leonado, negro y quebrantahuesos vienen recuperando sus poblaciones por las medidas adoptadas por las administraciones, no así el alimoche, que sufrió un fuerte descenso por envenenamiento y colisiones con parques eólicos. A pesar de haber remitido ostensiblemente la amenaza del uso de cebos envenenados, se considera imprescindible realizar un seguimiento exhaustivo de las especies más amenazadas (quebrantahuesos, alimoche y buitre negro) para poder conocer los casos de envenenamiento y adoptar las medidas necesarias.

Antibióticos, antiparasitarios y otros antiinflamatorios son amenazas emergentes en una sociedad cada vez más medicalizada, en ocasiones hasta fuera de la norma. Cada uno de ellos tiene respuestas distintas en los buitres, donde la muerte es la consecuencia más fatal cuando acumulan grandes concentraciones. La acumulación de plomo, como consecuencia del consumo de piezas de caza abatidas con balas que contienen este metal pesado, es otra de las causas señaladas como amenaza. Se han registrado casos de quebrantahuesos muertos por este hecho y análisis de sangre de buitres leonados realizados hace unos años mostraron datos preocupantes en las zonas donde se desarrolla la caza mayor, por lo que debe imponerse un cambio en la munición como se hizo hace algunos años en la Reserva Andaluza de Caza de Cazorla-Segura.

En los últimos años se ha podido comprobar un incremento del turismo ornitológico que tiene como objetivo a estas especies y donde la fotografía comienza a jugar un importante papel en varias zonas de Andalucía con la aparición de empresas que facilitan estas actividades de las que se benefician las microeconomías locales.