Durante un tiempo pasado la relación con la fauna ha sido poco respetuosa. Todas las especies eran consideradas objeto de caza o pesca. Aquellas que se consideraban competidoras con el hombre se consideraban enemigos a los que había que reducir hasta niveles ínfimos. Se utilizaron de manera especial el veneno, lazos y cepos. Incluso la administración no solo era partícipe de estos principios, sino que también promovía esa aniquilación incentivando la muerte de cualquier especie depredadora.

Lobos, osos, linces, águilas, incluso buitres y quebrantahuesos fueron perseguidos de tal forma que los pusieron a la puerta de la extinción. Ahí tenemos el caso del lobo y el quebrantahuesos en Andalucía, el primero recientemente desaparecido y el segundo objeto de un plan de recuperación ejemplar. Otras especies estuvieron a punto de desaparecer, como el águila imperial y el buitre negro, que después de 20 años de programas de conservación activa remontan su situación.

A principios de los años ochenta se prohibía la utilización del veneno y a mediados de los noventa una modificación del código penal lo convirtió en delito. En quince años se cambió de paradigma, se había pasado de premiar la utilización del veneno a castigarlo con cárcel. Una cuestión eran los cambios legislativos y otra cosa los cambios de mentalidades. Tras una larga historia de persecución con veneno, las personas que gran parte de su vida se habían dedicado a colocar veneno para «mejorar» la gestión cinegética o ganadera eran considerados delincuentes.

Ecologistas

La soledad del campo, la dificultad de sorprender a una persona colocando veneno y la poca cualificación por entonces de los agentes de la autoridad hizo que el veneno resurgiera de manera ostensible. En el segundo lustro de los noventa organizaciones no gubernamentales, entre ellas Ecologistas en Acción, SEO y la Fundación Europea para la Conservación del buitre negro promovieron la Plataforma SOS-Veneno como una herramienta para recibir avisos de casos de envenenamiento para trasladarlos a la administración y personarse en los casos de envenenamiento. Las primeras sentencias condenatorias encauzaron el futuro y los primeros cursos fueron promovidos por ellos para personal técnico de la administración y agentes de la autoridad.

Búho real envenenado. R. ARENAS

Los primeros años del siglo XXI, con el seguimiento exhaustivo de algunas especies como el buitre negro y el alimoche, arrojaron como resultado que su principal problema de conservación era el veneno. Se diseñó una estrategia de lucha contra el uso de cebos envenenados, se adiestraron perros especializados en su localización y se realizaron multitud de acciones más donde siempre ha destacado la formación de los agentes de la autoridad.

Si analizamos los datos oficiales disponibles en la web de la Junta hasta el año 2019, puede afirmarse que comparando períodos 2004-2010 y 2011-2019 se ha reducido el uso del veneno cerca de un 65% y, teniendo en cuenta el año de peores resultados (2006) y el mejor (2019), la reducción ha sido de algo más del 90%. En la provincia de Córdoba estos porcentajes son de casi el 48% y casi el 74%, respectivamente, explicables por una menor incidencia del veneno.

Otros indicadores como el número de casos positivos en las inspecciones caninas preventivas realizadas a azar se han reducido en casi un 56% en los últimos años, lo que infiere una menor utilización del veneno. Y en el caso de inspecciones urgentes realizadas tras el hallazgo de cadáveres o cebos, también se ha reducido un 51%. Este último dato indica un mayor nivel de concienciación de la ciudadanía que comunica casos que no son de veneno (electrocuciones, disparos, atropellos, etcétera).

Sentencias condenatorias

Cambios legislativos que permitían suspensiones de aprovechamientos por la presencia del veneno por sus efectos en los ecosistemas y el concepto de invigilancia de los titulares se han mostrado también como una herramienta que ha ayudado a reducir el uso del veneno, junto a sentencias condenatorias. Estas suspensiones no deben olvidarse y aplicarse en aquellos casos que técnicamente sea posible. Para ello no es necesario haber sorprendido in fraganti al envenenador, estaríamos hablando de un delito.

Estos esperanzadores datos no nos pueden llevar al engaño y relajar las actuaciones. Está demostrado que varios años de relajación se transforman en incremento del uso del veneno y muertes no deseadas. Está muy cerca el envenenamiento de tres quebrantahuesos en Granada.

*Biólogo