En el conjunto de especies arbóreas presentes en el campo cordobés y andaluz, la encina (Quercus ilex) es sin lugar a dudas una de las especies, junto al olivo, más importantes, por el papel que juega en el ecosistema de la dehesa. Por ello, y ante los efectos del cambio climático, es importante conocer qué encinas son más resistentes a las adversidades climáticas -sobre todo a la sequía-, respuesta que puede encontrarse a nivel molecular.

No en vano, uno de los mayores problemas que afectan a las encinas es la sequía. La encina tiene una alta adaptabilidad y resistencia de forma natural a las inclemencias climatológicas, pero la sequía es una de sus principales causas de mortalidad, siendo el estrés por sequía un importante factor que contribuye al denominado síndrome de la seca.

No obstante, en un mismo encinar con la misma especie de encinas no todos los árboles toleran igual la sequía, motivo por el cual el grupo de investigación AGR-164 Bioquímica, Proteómica y Biología de Sistemas Vegetal y Agroforestal de la Universidad de Córdoba (UCO) está estudiando las propiedades moleculares de distintos árboles para analizar qué genes y qué proteínas dan mayor resistencia a la falta de agua, «para intentar identificar esa élite de individuos (árboles) que son más resistentes a la sequía», como explica María Ángeles Castillejo, una de las coordinadoras de esta investigación.

Para ello, este grupo de investigación está analizando en el laboratorio muestras de encinas procedentes de Extremadura y de todas las provincias andaluzas, sobre todo de Córdoba y Huelva donde la dehesa tiene más importancia. Aunque no puede hablarse de encinares situados en comarcas concretas que sean, a nivel de todos sus árboles, más resistentes que otros; si cabe hablar, por ejemplo, de ciertas diferencias entre árboles localizados en Almería, más resistentes a la sequía, o Cádiz, más aclimatados a la humedad y por tanto más expuestos a la previsible disminución de agua a consecuencia del cambio climático. Con estas muestras, los investigadores han llevado a cabo estudios fisiológicos, como la medida de la fluorescencia de las hojas, para determinar la caída de la fotosíntesis y, así, seleccionar dos tiempos de muestreo para el posterior análisis molecular. Aquellas proteínas que han aumentado en respuesta ante la sequía, se han seleccionado para realizar un segundo análisis.

El síndrome de la seca es una de las principales enfermedades de la encina. CÓRDOBA

Sin embargo, la falta de agua no es la única causa que provoca el decaimiento y muerte de las encinas, ya que a la sequía se le suman las altas temperaturas y el ataque de patógenos del suelo, situación que tenderá a agravarse en un escenario de cambio climático.

Por ello, María Ángeles Castillejo explica que uno de los objetivos de este proyecto, que comenzó en el año 2019 y se prolongará hasta el 2023, es secuenciar por primera vez el genoma completo de la encina, un paso clave para entender su biología y, por lo tanto, su comportamiento ante las variables climatológicas.

Sin embargo, trabajar con especies forestales supone un gran esfuerzo y es todo un reto debido a su alta variabilidad biológica y largos ciclos de vida, explica. A esto hay que añadirle «que actualmente no se dispone aún de un genoma secuenciado en encina, aunque estamos trabajando en ello y esperamos tenerlo en breve. Lo que supondrá, sin lugar a dudas, un gran avance en el estudio molecular de esta especie», explica Castillejo.

Además, con los estudios a nivel molecular, estos investigadores aspiran a poder identificar a esa élite de árboles más resistentes a la sequía, «patrón de marcadores que podrían servir para futuras repoblaciones», dando lugar a encinares más resistentes a la falta de agua.

Una necesidad de reforestaciones a las que el propio cambio climático apunta, como recuerda esta investigadora, pues las previsiones señalan la muerte de muchas especies de encinas a consecuencia de los cambios en el clima y el mayor riesgo de incendios forestales, entre otros.

En definitiva, un importante estudio desarrollado desde la UCO en torno a esta especie arbórea con un gran valor ecológico, medioambiental y económico, pues no hay que olvidar que las bellotas son el principal sustento de las producciones de cerdo ibérico. Además, y como también recuerda Castillejo, en los últimos años hay un renovado interés por el consumo humano de la bellota, debido a sus propiedades beneficiosas tanto nutricionales como farmacológicas.