En el marco de las iniciativas de los poderes públicos contra el cambio climático, el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, aprobó a principios de esta semana la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, una herramienta de planificación fundamental para identificar, conservar y recuperar los ecosistemas dañados de todo el territorio español y conectarlos entre sí. No en vano, el plan aprobado constituye una hoja de ruta fundamental «para la recuperación verde en cuestiones de biodiversidad, así como un instrumento para atraer inversiones en esta materia en las próximas décadas», según se afirma desde este Ministerio.

Esta Estrategia aborda uno de los problemas fundamentales para la conservación de la naturaleza en España: el deterioro de los ecosistemas y los servicios que prestan, así como su fragmentación, algo a lo que no es ajena la provincia de Córdoba.

Para entender esta estrategia conviene explicar dos conceptos. De un lado, el concepto de conectividad ecológica, que se refiere a la configuración de los paisajes y cómo esta configuración afecta al desplazamiento y dispersión de las especies, tanto animales como vegetales. Y por otro, el de fragmentación de los ecosistemas, que hace referencia a la pérdida de conectividad ecológica causada por cambios en los usos del suelo y por la construcción de barreras como urbanización, intensificación agrícola, cambios en la cubierta vegetal, presas, canales, vallados cinegéticos, tendidos eléctricos e infraestructuras de diverso tipo como autopistas, carreteras, trenes de alta velocidad y ferrocarril, tuberías, etc.

En este marco, y según el diagnóstico de la situación actual de esta estrategia aprobada, Córdoba se sitúa como segunda provincia andaluza con mayor grado de fragmentación de hábitats, solo superada por Málaga, en cuanto al índice de densidad de la red de infraestructuras de transporte respeto a su superficie total. Sin embargo, en el conjunto de las 50 provincias españolas ocupa el puesto 30, en un ranking que lidera Pontevedra y cierra Lleida.

Para abordar esta fragmentación la Estrategia aprobada pondrá en marcha una serie de actuaciones en el corto, medio y largo plazo, a ejecutar por las diferentes Administraciones, con el objetivo de consolidar una red coherente de zonas naturales y seminaturales totalmente conectadas en España para el año 2050.

No en vano, el problema de la fragmentación de ecosistemas no es exclusivo de España. En la actualidad, el 30% del territorio de la Unión Europea presenta un grado de fragmentación entre moderado y alto. Cada año se ocupan más de 1.000 kilómetros cuadrados de territorio para la construcción de viviendas, usos industriales, carreteras o fines recreativos, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, y España comparte esta tendencia.

A pesar de que España es uno de los estados miembro de la UE en los que es posible encontrar mayores y más numerosas extensiones de territorio en un estado natural o seminatural, la densidad de infraestructuras asciende a 0,61 kilómetros por cada kilómetro cuadrado de superficie, superando el umbral considerado crítico de 0,60, a partir del cual se empieza a perder la funcionalidad natural del paisaje y los ecosistemas dejan de prestar sus servicios. Ante esta situación, la meta prioritaria de las ocho que conforman esta estrategia nacional aprobada es identificar y delimitar espacialmente la red básica de la infraestructura verde en España. Una red que debe contar con elementos que destaquen por el valor de su biodiversidad, por su destacada provisión de servicios ecosistémicos, o bien por su carácter como conector ecológico de relevancia, y en la que los parques naturales de la provincia de Córdoba tienen un papel fundamental.

Todo ello conjugado con la restauración de ecosistemas degradados, la aplicación de soluciones basadas en la naturaleza, y la integración de las infraestructuras y sus objetivos verdes en las políticas sectoriales estratégicas. En definitiva, infraestructuras sí, pero más sostenibles, ya que la conectividad ecológica es un aspecto clave para la adaptación al cambio climático, dado que numerosas especies de fauna y flora silvestres tienen que realizar desplazamientos para adaptar sus áreas de vida en respuesta a los cambios en las condiciones climáticas locales y en la composición de la cubierta vegetal.