Entre los múltiples efectos negativos del cambio climático expertos de todo el mundo vienen apuntando la proliferación de plagas dañinas para la agricultura, con la aparición de plagas más agresivas, más resistentes y/o con poblaciones más numerosas que amenazan a distintos cultivos como los almendros, los manzanos y el trigo, por citar algunos casos de España.

En el marco del olivar cordobés (el cultivo más extendido en la provincia y el que genera más empleo y más valor a la producción final agraria de Córdoba), los expertos vienen observando una mayor presencia de la llamada Prays oleae, o polilla del olivo, que en los últimos años registra una incidencia muy superior a la normal, debido al cambio climático, según diversos agentes. Todo ello a consecuencia de una subida de la temperatura media y cambios en el régimen de lluvias y humedad, que, por un lado, provocan un adelanto de la floración del olivo, que dependiendo de la zona y la variedad puede alcanzar una media de unos 15 ó 20 días antes, según la tendencia registrada en la última década; y, por otro, impiden que la población de este insecto fitófago (que se alimenta de plantas) se vaya regulando, ya que no encuentra temperaturas tan bajas o tan altas que le impidan sobrevivir, y además se encuentra con más flores o frutos del olivar con los que alimentarse, con lo que su número aumenta. Así lo explica el biólogo y zoólogo cordobés Ángel Jesús Guerrero Sánchez, con más de 30 años de experiencia profesional en el campo e inscrito en el registro oficial de productores y operadores de medios de defensa fitosanitaria (ROPO) del Ministerio de Agricultura como asesor en gestión integrada de plagas.

En concreto, la polilla del olivo desarrolla a lo largo de cada campaña tres generaciones de insectos, llamadas filófaga, que se alimenta de las hojas del olivo; antófaga, de sus flores; y carpófaga, de las aceitunas. «La primera generación se viene regulando con las temperaturas frías de otoño-invierno, y no afecta directamente a la producción del olivar; pero la segunda y la tercera (generaciones solapadas) están encontrando más alimento por el adelanto y duración de la floración, y más capacidad de pervivencia por el cambio de las temperaturas y de la humedad», indica Ángel Jesús Guerrero.

De hecho, en la presente campaña, en algunas áreas y variedades de olivar de zonas como La Rambla, Fernán Núñez, La Carlota, Luque, Castro del Río y Baena, se están registrando actualmente poblaciones de Prays oleae tres veces superiores a las cifras habituales, con el consiguiente peligro para los olivos y la cosecha de aceitunas.

Ya en enero pasado se comenzaron a ver larvas de la generación filófaga, que no se regularon con temperaturas bajas; por lo que la segunda generación ha registrado un crecimiento exponencial «con ataques bastante importantes» a los olivos, según Guerrero.

De hecho, si la segunda generación de este insecto suele atacar entre un 5% y un 10% de las flores, «este año hemos visto parcelas con olivos entre un 80% y un 90% de ataque en floración», afirma este biólogo cordobés. Y si en un campaña normal los olivares afectados por la tercera generación carpófaga pueden ver mermada su cosecha en una media de un 10%, según indican diversos estudios, la población presente este año podría suponer la pérdida de entre un 30% ó un 40% de la cosecha, si no se realizan los tratamientos y aplicaciones fitosanitarias necesarias con productos registrados para tal fin.

Además, esta plaga se ha podido ver ahora indirectamente agravada por la actual crisis sanitaria provocada por el coronavirus, en la medida en que la transferencia de información entre agentes del sector se ha visto dificultada, al igual que la adquisición y aplicación de productos fitosanitarios, por los problemas registrados en este mercado (buena parte de cuyas materias primas proceden de países como China), en el transporte y por la caída de registros de materias activas.

De cara al futuro, y además de seguir monitorizando las parcelas y controlando la tercera generación durante los próximos meses, este experto afirma que es necesario implementar en el sector del olivar modelos predictivos, ayudándose de las nuevas tecnologías y de la inteligencia artificial, que permitan actuar con antelación ante la posible proliferación de esta plaga.