La marcha militar recorría la plaza de Lima en Madrid, junto al Santiago Bernabéu. Era el 12 de octubre del 2019 y el foco mediático estaba centrado en el desfile de las Fuerzas Armadas. A 450 kilómetros de allí, en la playa de Villananitos, en San Pedro del Pinatar, el Mar Menor comenzaba a mostrar una de las peores imágenes que se recuerdan en Murcia. Decenas de miles de peces empezaban a morir a orillas de la mayor laguna salada de Europa, víctimas de un proceso de anoxia que hizo que nadaran hasta esta playa del norte del Mar Menor en busca del oxígeno que les faltaba.

La depresión aislada en niveles altos, más conocida como DANA, que azotó la comunidad murciana en septiembre del año pasado fue señalada por el Gobierno autonómico como la principal causante de esta anoxia que dejó toneladas de peces, crustáceos y otras especies marinas muertas no solo en esta playa, también en La Manga y otras poblaciones ribereñas. Pero científicos y ecologistas no se tragaron esta justificación oficial y apuntaron hacia un desarrollo agrícola y urbanístico desaforado y la inacción durante décadas de los políticos murcianos y de la Confederación Hidrográfica de Segura como responsables de que el Mar Menor llegara a vivir un episodio así. Durante años, los vertidos incontrolados de nutrientes agrícolas procedentes de cultivos intensivos de la comarca del Campo de Cartagena fueron una constante. La transformación y la erosión del suelo del entorno del Mar Menor por la agricultura hicieron que en momentos de fuertes tormentas entraran sedimentos en el agua a través de ramblas de forma masiva. Y con la colmatación del fondo marino, ha perdido en una década dos centímetros de profundidad cada año.

SOLUCIONES «ABSURDAS» // «Ante la imposibilidad de ocultar el desastre, el Gobierno regional se apresuró a echarle la culpa a un fenómeno natural», señalaron en octubre del 2019 Ecologistas en Acción, mientras que la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) y WWF remarcaron que «las autoridades de la comunidad han demostrado su desconcierto y falta de previsión ante una crisis ecológica de esta magnitud, planteando soluciones absurdas y carentes de rigor científico, como oxigenar la superficie mediante motos de agua y zódiacs, que solamente han contribuido a empeorar el enfangamiento de la playa de Villananitos. Esta situación recuerda los momentos más dramáticos de la crisis del Prestige en Galicia».

El aporte de agua enriquecida de elementos como el fósforo y el nitrógeno a lo largo de los últimos años ha llegado a generar distintos procesos de eutrofización, es decir, la contaminación del agua con nutrientes. Esta contaminación causa falta de luz a escasos metros de la superficie y pérdida de oxígeno. La acumulación de estos nutrientes permite el desarrollo de distintas algas y otros organismos como se ha visto en las últimas semanas, lo que da un aspecto pantanoso a la laguna. Cara al verano, en plena temporada turística del Mar Menor y de La Manga, se prevé que la proliferación de algas siga por la subida de la temperatura del agua.

El urbanismo desmedido del que se quejan tanto ecologistas como colectivos sociales creados a raíz del desastre medioambiental que sufre el Mar Menor también ha sido un caballo de batalla. Los vertidos urbanos por la falta de infraestructuras para retener el agua en las localidades es uno de los problemas. Otro es la construcción sin freno, sobre todo en La Manga. El Gobierno regional ha aprobado recientemente una moratoria urbanística de cinco años en el entorno de la laguna. El miedo de las promotoras a este cese de la construcción decretado por la Administración llegó a reactivar tres planes urbanísticos cerca del Mar Menor donde se iban a proyectar 2.000 viviendas.

Tras la DANA de septiembre, los expertos determinaron que hasta el 80% de la fauna y flora de la laguna había muerto. Para ver una situación así, hay que remontarse a verano y octubre del 2016, cuando se certificó que el 85% de la pradera marina de la laguna había desaparecido por la proliferación masiva de fitoplancton que consumió el oxígeno y que originó que sus aguas se tornaran verdes y extremadamente turbias, según señalaron desde el Instituto Español de Oceanografía (IEO). Fue la primera vez que el término sopa verde estuvo en boca de todos para referirse al Mar Menor.

ARMA ARROJADIZA // A este ecosistema marino, con una superficie de 135 kilómetros cuadrados, se le han acumulado tantas figuras oficiales de protección medioambiental para la flora, la fauna y el propio entorno que sorprende ver en qué se ha convertido hoy en día. Ha sufrido en los últimos seis meses el efecto de tres fuertes temporales y se ha convertido en el arma arrojadiza perfecta entre el Gobierno y la Administración regional. Con decenas de miles de peces muertos, vecinos de las localidades ribereñas desesperados por la situación y una nula capacidad para gestionar la protección de la laguna, el Mar Menor sigue sin salvavidas.