Que el campo se está desangrando es una realidad que no es nueva, sino que ya se viene produciendo hace tiempo. El problema es que los agricultores son tan pacientes que no actúan hasta que la gota colma el vaso y para entonces los daños suelen ser irreversibles o de difícil solución.

El campo lucha contra los mercados, contra los precios… esa globalización que dicen regula todo, al agro lo que hace literalmente es devorarlo como si fuera una cadena alimenticia donde el grande se come al chico, que en este caso es el agricultor.

Lucha también contra los intermediarios, que son, en la mayoría de las ocasiones, los grandes beneficiarios de los precios de las producciones agrícolas. En un comercio donde pago a 30 céntimos el kilo de naranja…mi pregunta es, ¿a cuánto estará cobrándolo el productor? ¿O cuánto percibirá el olivarero por un litro de aceite vendido a poco más de 2 euros en una gran superficie? Precios que, sin lugar a dudas, tiran por tierra un mínimo de rentabilidad, no ya para ganar dinero, sino para subsistir.

Y lucha contra la climatología, que le puede hacer perder una cosecha o reducirla considerablemente. Durante el 2019 en la provincia de Córdoba se han reducido las producciones de trigo (-55,7%), la de girasol (-37,2%), la de aceite de oliva (-37%), la de aceituna de mesa (-13,6%) y la de naranja (-7,2%), lo que da una idea de la inestabilidad de la agricultura.

Pero este desangre también se viene dando en la parte de los/as trabajadores/as agrícolas, que son la mano de obra para recolectar estas producciones y que se encuentran ante un trabajo penoso, sobre todo por el esfuerzo y por realizarse a la intemperie con todo el rigor climatológico y con una retribución salarial más bien cortita. Lo que da una idea de lo poco atractivo que puede llegar a suponer la realización de estas actividades laborales.

Circunstancia que está dando lugar a la desaparición de efectivos, de mano de obra para las campañas agrícolas, ya que entre diciembre del 2016 y diciembre del 2019, es decir, en solo tres años, se han perdido en nuestra provincia algo más de 8.000 afiliados a la Seguridad Social de trabajadores agrarios por cuenta ajena, una bajada del 10,55%.

Más preocupante si cabe es la evolución de la protección por desempleo en el sector agrario, ya que si el verano anterior a la crisis (2007) había en la provincia de Córdoba casi 28.000 personas percibiendo el subsidio agrario o la renta agraria, en el verano del 2019 ha bajado a casi 17.000, es decir, han desaparecido cuatro de cada diez perceptores/as de esta prestación.

Por lo tanto, la situación del campo, vistos los problemas de agricultores y trabajadores, no parece vislumbrar un futuro cierto, sino más bien todo lo contrario, salvo que los diferentes gobiernos se pongan a marchas forzadas para revertir esta sangría, si no queremos vernos con una despoblación parecida a zonas de Castilla-León o Aragón.

El autor del artículo es técnico superior de Formación Profesional